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Prólogo

lunes, mayo 09, 2011

... Suffocate? - Capítulo 34: De vuelta a la realidad.

(3ra parte de Suffocate)
Bip, bip, bip
No era consciente de nada más. Aquel pitido era lo único que probaba que estaba ahí, que era más que un ente intangible. Y era aquel pitido el que me había devuelto mi consciencia, el que me había llevado de vuelta a la realidad.
¿Dónde estaba? ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Había sobrevivido?
La última pregunta fue la única que pude responder. Sentía cómo respiraba, sentía mi corazón latiendo en mi pecho… Y tenía una muy extraña sensación en el extremo superior derecho de mi estómago, la cual, supuse, se debía a la presencia de algo nuevo dentro de mí. Pero eso no importaba ahora. Debía abrir los ojos, debía saber dónde estaba, cuánto tiempo había pasado… Debía saber que ella estaba bien.
Pensando en todo eso, reuní todas mis fuerzas en mis párpados y, con un esfuerzo sobrehumano, abrí los ojos.
Tuve que parpadear rápidamente, varias veces, para así poder adaptarme a la luz de la habitación en la que me encontraba. Tras hacerlo, me encontré mirando un blanco techo. Como eso no me ayudaba en nada, giré la cabeza a la izquierda, para encontrarme con que Billie Joe dormía en una silla junto a mi cama.
-Mierda –susurré. ¿Acaso había muerto y este era mi castigo eterno?
Al parecer, el guitarrista sólo dormitaba, ya que mi susurro (o intento de éste, ya que la voz me salió muy áspera) bastó para despertarlo.
-Gracias a Dios, Buda, Jesús y a Hendrix que estás bien –murmuró, con un evidente tono de alivio en la voz-. Tranquilízate, no estás en el infierno… April dejó a Mike a cargo de las decisiones médicas y está hablando con un doctor ahora.
Asentí, un tanto molesto de tener a Billie a mi lado, pero bueno, qué se le iba a hacer. Al menos había logrado aprenderse el nombre de April.
April…
-¿Cómo está ella? –pregunté- ¿Cuánto llevo inconsciente?
-Ella está bien, aún no ha despertado… Y, francamente, no tengo idea cuánto tiempo ha pasado, mi noción del tiempo la perdí el día que fui a explicarte todo –murmuró.
Nos quedamos en silencio. Díganme resentido y todo lo que quieran, pero no podía perdonar a Billie. Algo de mis pensamientos debió reflejarse en mi rostro.
-No estoy aquí para que me aceptes en tu vida como un amigo nuevamente… Sólo… -Suspiró.- Sólo quería ver si estabas bien.
Mi turno de suspirar.
-Honestamente, ¿qué es lo que se pasa por tu cabeza, Billie Joe? –inquirí, aún sin comprender qué era lo que había impulsado a Billie a meterse con April, para luego irme a contar lo ocurrido y pedirme que volviera con él.
Me miró fijamente con sus ojos verdes, los cuales, por primera vez en muchos días, abandonaron su opaques y recuperaron, levemente, el brillo que los caracterizaban.
-Te quiero, mucho, me encantaría estar contigo… Pero también está Addie y… no quiero hacerte daño –susurró. Sonaba como un niño pequeño confesando haber hecho algo MUY malo.
Negué.
-Tú y yo es algo que no volverá a ocurrir, ¿me escuchaste? –susurré.
-Lo sé.
-¡Entonces deja de sufrir por eso! Has estado con alguien por quince años, y eso es mucho tiempo. Creo que necesitas estar solo por un par de meses para que sepas lo que de verdad quieres –le aconsejé.
Él rió, levemente.
-Lo que de verdad quiero es tenerte a ti –admitió-. Pero no te preocupes; eres feliz con April… Yo… -Negó.- Si es lo que quieres, desapareceré de tu vida.
Lo miré, sorprendido.
-¡Claro que no es lo que quiero! Pese a que seas un imbécil, puto y tarado, has sido mi amigo por veinte años. Podemos arreglárnoslas, o, por último, vernos sólo para cuando necesitemos sacar un disco o hacer un concierto –farfullé, rápidamente. La anestesia estaba perdiendo su efecto por completo y estaba seguro de que podría mover mis extremidades sin problema, aunque quizás no del todo coordinado.
Billie negó, con una amarga sonrisa.
-Hoy te diré que esa es una posibilidad, pero, con el tiempo, tú solo te darás cuenta que no es así… -Se volteó, al ver algo que no era posible ver desde la camilla.- Y Mike viene hacia acá, así que dejémoslo así.
Iba a asentir cuando el bajista apareció en mi rango visual.
-¡Mr. Tré Cool! –exclamó, acercándose a mí, corriendo, al ver que estaba despierto- ¿Cómo estás?
Sonreí, levemente.
-Bien, pero me siento raro –respondí, señalando el lugar en el que suponía que tenía el nuevo hígado-. Aún no lo siento como mío.
-Dale tiempo –musitó Mike, con una sonrisa-. El doctor dijo que, en cuanto despierte, traerán a April aquí, ¿te parece?
Sentí cómo, involuntariamente, una gran sonrisa curvaba mis labios.
-Genial –dije, intentando no sentirme mal por la expresión de tristeza que apareció en el rostro de Billie Joe al ver mi obvia alegría.
Así pasó alrededor de media hora, media hora en la que hablé con Mike y Billie (más que nada con el primero, ya que el guitarrista no se veía capaz de concentrarse en la conversación) y en la que el doctor me hizo un chequeo rápido. De momento, todo iba bien y no parecía haber algún rechazo hacia el nuevo órgano.
-Hay alguien que quiere verte –dijo una enfermera, desde la puerta de la habitación, poco después de que el doctor se fuera.
-Que venga –contesté, un tanto extrañado; nadie sabía que estaba ahí.
La enfermera se volteó, para volver con una camilla.
Bip, bip, bip, bip, bip.
Mike rió al escuchar lo acelerado que estaba mi ritmo cardíaco. Me sonrojé, al mismo tiempo que Billie se incorporaba y se iba, sin decir nada a nadie. De no haber estado muy ocupado viendo como April entraba en una camilla a la habitación,
-Hola, tú –saludé, con una sonrisa, haciendo que ella igual sonriera.
Fue mi turno de reír: Su lector de ritmo cardíaco estaba bastante acelerado.
-¿Cómo te sientes? –me preguntó, al mismo tiempo que la dejaban a mi lado.
-Mucho mejor ahora que estás aquí –susurré, acercando mi mano izquierda a la suya derecha, ya que era la más cercana.
Apenas la enfermera salió, Mike acercó más mi camilla a la de April.
-Los dejo a solas –susurró.
Salió de la habitación.
Cuidadosamente, temiendo que me doliera o que mis puntos se salieran, me incliné hacia ella y la besé, suavemente. La había extrañado, y demasiado.
-Te amo, te amo, te amo –susurré, acariciándole el rostro, ya separados.
-Yo a ti –susurró ella, poniendo una mano sobre la mía.
Estábamos juntos, y nada (ni siquiera una enfermedad) iba a poder separarnos, jamás. Esa era mi realidad… Y no podía agradarme más.

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