Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

lunes, mayo 09, 2011

Suffocate. - Capítulo 24: Algo real...


Eran las siete de la tarde y yo me encontraba en mi habitación, nerviosísimo, viendo qué mierda ponerme.  Estuve tentado a llamar a Mike para pedirle ayuda, pero me contuve. No quería tenerlo riéndose de mí en cada ensayo que tuviéramos después de la cita.
-¡A la mierda! –exclamé, tras varios minutos de silencio, examinando todo lo que tenía a mano a la entrada del armario.
Me adentré más en el armario y tomé uno de los conjuntos que utilizaba para entrevistas y similares, el cual consistía en un pantalón de tela, una camisa y un saco, todos negros, tras lo que saqué una corbata blanca. Los dejé sobre la cama y me fui al baño, donde me miré al espejo, para ver qué hacerme en el cabello. Me decidí por parármelo un poco, pero no por completo, y delinearme un poco los ojos, tras lo que me devolví a mi cuarto, donde me despojé de las ropas que llevaba en ese instante y me puse las limpias que había dejado ahí. Luego volví al baño y me arreglé el cabello para, finalmente, delinearme. Aún nervioso, volví a la habitación, donde revisé la hora, nuevamente: Siete y media. Media hora más. Mierda.
Como no tenía nada mejor que hacer, me digné a escuchar las canciones que supuestamente había escuchado. Mala idea. Todas me recordaban a lo ocurrido con April, por lo que apagué el equipo de inmediato, un tanto acalorado. Al final, acabé por quedarme tirado en un sofá del living, con un par de baquetas, jugueteando con ellas. Concentré toda mi mente en entretenerme con ellas… Tanto que apenas me di cuenta de cómo alguien tocaba el timbre. Dejé caer de inmediato la baqueta que hacía girar con mis dedos, nuevamente nervioso. Suspirando, caminé hasta el vestíbulo, con el pulso un tanto acelerado. Intentando contener mis emociones, tomé las llaves de la mesita que había junto a la puerta y abrí, para encontrarme con April.
-Hola –me saludó, tímidamente.
-Hola –saludé, con una pequeña sonrisa; su timidez me daba un poco más de confianza. Impulsado por esto, me acerqué a ella y le di un suave beso en la mejilla, gracias al cual pude percibir el aroma de su perfume: Frutilla. Me sonreí, levemente, debido a lo bien que le quedaba y al efecto que causaba en mí-. ¿Vamos?
April asintió.
Caminamos en silencio hasta mi auto. Le abrí la puerta del pasajero, ante lo que ella rió, levemente.
-¿Desde cuándo tan caballero? –preguntó, unos cuantos segundos después, cuando yo ya me encontraba en el asiento del conductor.
-Tengo mis días, ¿ya? –me excusé, fingiendo estar molesto por su “crítica”, tras lo que reí, al igual que ella, mientras encendía el motor- Te ves bien.
Se sonrosó, contrastando bastante con el vestido claro que se había puesto. Era bastante sencillo, mas, aún así, se veía elegante.
-Gracias… Tú igual…
Una pequeña sonrisa se formó en su rostro, como si le hubieran contado algo muy gracioso.
-¿Qué? –le pregunté, a la vez que sacaba el auto de la casa.
-Esto es… No sé, ridículo. –La miré, sin comprender, por lo que especificó:- Vamos al revés.
Tardé un poco en comprender a qué se refería pero, cuando lo hice, no pude evitar reír. Nuestra relación iba al revés. De hecho, si esta cita iba mal, estaríamos fingiendo que no nos conocíamos al día siguiente.
-Ya llegará un momento en el que volvamos a avanzar –musité.
Así comenzamos a hablar de cosas más livianas (desde lo que habíamos hecho durante el día hasta comentar películas).
-Debí haberte llevado al cine –mascullé, ya sentados en el restaurante, uno frente al otro, tras un largo debate sobre una de las tantas de películas que ambos habíamos visto.
-¿Vestido así? –inquirió, alzando una ceja.
-Soy capaz de ir a comprar a la tienda de la esquina así –me defendí, con algo de risa, mientras revisaba distraídamente el menú.
-¿Hay una tienda en la esquina de tu cuadra? –preguntó.
-No, por eso no lo he hecho –respondí, sacándole una carcajada.
-Ya, en serio, prefiero una cena en un lugar elegante que ir a un cine al que siempre puedo ir –musitó.
Sonreí.
La cena transcurrió sin ningún incidente, tras lo que pagué y nos devolvimos al auto, el cual eché a andar, sin saber qué hacer ahora.
-Aún es temprano –comenté.
-Sí –concordó ella-. ¿Qué quieres hacer?
-Tengo ganas de escalar la cosa gigante de Universal de nuevo, pero eso queda muy lejos –bromeé. Ella abrió mucho los ojos-. ¿Qué?
-No te veo escalando eso…
-Creo que está en YouTube.
Rió.
-Ya, en serio, ¿qué quieres hacer?
Fingiendo que lo pensaba, doblé en una de las tantas calles. Sabía muy bien a dónde iba, pero quería que fuese sorpresa. Ella se percató de esto y se quedó en silencio, mientras yo conducía.
-No me has contado de tu infancia ni nada –solté, sin lograr contener mi curiosidad. Maldije en mi mente.
Hizo una mueca, causando que mi maldición mental fuese más fuerte.
-Madre alcohólica, mi padre murió cuando yo tenía seis… Padrastro abusador…
April había ido bajando el tono de voz gradualmente, por lo que la escuché a la perfección cuando mencionó lo último. Frené en seco, sorprendido, para mirarla fijamente.
Silencio.
-Lo siento –susurré, sin saber qué decir.
Ella negó, al mismo tiempo que un auto atrás nuestro tocaba la bocina, fuertemente, para luego adelantarnos.
-No te preocupes. Fue hace bastante tiempo, ya lo superé –susurró ella, a la vez que otro conductor me gritaba “IDIOTA, AVANZA”-. Mejor hazle caso.
Obedecí, apenas prestando atención al camino. Me sentía mal por haberle recordado eso, aunque me di cuenta que no podía ser mucho mejor. Es decir, por algo había terminado como prostituta y traficante, ¿no?
-¿Cómo fue tu infancia? –inquirió, en un intento de desviar mi atención, como si leyese mis pensamientos.
-Mmm… Mi papá fue piloto de guerra durante Vietnam, por lo que nací en Alemania y viví allá hasta que cumplí dos años, o algo así… Quedó con estrés post-traumático, por lo que nos vinimos a California, a una parte bastante alejada de todo… -Reí, levemente, recordando.- Mi hermana no podía plancharse el pelo, porque mi padre recordaba la gente que vio morir en la guerra por el olor.
-Wow… También lo siento –murmuró.
Negué, con una sonrisa.
-Mi padre está bien. Nos ayudó con los comienzos de la banda y todo…
Nos quedamos en silencio. Se notaba que ambos estábamos incómodos. ¿Por qué mierda le había preguntado por su infancia? Tarado de mí.
Fue así que llegamos a un lugar bastante alejado del centro de Oakland, a una especie de mirador, lugar desde el cual se tenía una vista perfecta de San Francisco, el Golden Gate y la ciudad en general. Estacioné el auto y bajé, para darle la vuelta y abrirle la puerta a April, quien sonrió y bajó, aceptando la mano que le había ofrecido en un impulso. Sin soltarla, cerré la puerta tras de ella, y la guié hasta una gran roca que había a un par de metros, en la cual nos sentamos, sin soltarnos la mano, mirando la ciudad que se extendía al otro lado del río.
Una amplia sonrisa y una gran sensación de bienestar aparecieron cuando ella se apoyó en mi hombro, suavemente.
-¿Puedo preguntarte una cosa? –susurró.
-Las que quieras –respondí, sin pensar.
Silencio.
-¿Por qué acudiste a mí en primer lugar? Digo, ¿por qué empezaste a comprarme tantas drogas?
Suspiré.
-¿Honestamente? –Obviamente, ella asintió.- Yo… Estaba en un punto en el que me odiaba a mí mismo por completo… Era incapaz de sentir algo real por alguien, hasta mis hijos se daban cuenta de eso y… -Negué.- Quería autodestruirme, pero lentamente, para ver si podía llegar a sentir algo.
Me sorprendí al sentirla abrazándome, estrechamente. Sentí una repentina presión en el pecho, la cual me aceleró el pulso y por poco no me impedía respirar. Y sabía que había una única forma de deshacerme de eso.
-¿April? –susurré, con la voz tomada.
-¿Tré? –preguntó, separándose levemente, para quedar mirándome.
Sin contenerme, acorté la distancia y la besé, dándome cuenta de algo bastante interesante: Sentía.

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