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Prólogo

domingo, mayo 08, 2011

Suffocate. - Capítulo 16: Una nueva amistad.


Desperté al sentir el contacto de la cálida piel de Billie deslizándose por mi rostro, suavemente, como si temiese que fuese a romperme. Sonreí y, lentamente, abrí los ojos, para encontrarme con los verdes de mi novio mirándome fijamente.
-¿Cómo dormiste? –me preguntó, con una pequeña sonrisa.
-Bastante bien. ¿Tú? –respondí y pregunté.
-Excelente –contestó él, aún acariciándome la mejilla.
 Sin decir nada, me acomodé en su pecho, para quedar más en contacto con su piel y mirándolo fijamente, pensativo.
Había pasado una semana. Una maravillosa semana en la que apenas sí habíamos estado separados cuando íbamos al baño. Una maravillosa semana en la que ambos nos habíamos acostumbrado al instante a estar juntos.
-¿Qué hora es? –preguntó Billie, tras varios minutos de silencio.
Suspirando, estiré mi brazo por sobre él, llegando al velador, de dónde tomé el reloj. Volví a suspirar.
-Las diez y media. Te tienes que levantar.
La razón de este temprano despertar se debía a que él y Adrienne habían, finalmente, comenzado el divorcio oficialmente. Habían decidido tener un divorcio “amistoso”, es decir, usaban el mismo abogado y colaborarían en todo y demás. Sin embargo, el único abogado decente que encontraron, podía reunirse con ellos ese día a mediodía y, para llegar a esa hora calmadamente, Billie debía levantarse.
Mis pensamientos se vieron interrumpidos por un suave beso en los labios de parte del guitarrista.
-Trataré de no demorarme demasiado. –Reí, entre dientes.- ¿Qué?
-Se me olvida que nunca te has divorciado. Créeme que sí te demorarás –musité, con una amarga sonrisa-. Está bien, ¡necesito mi espacio!
Billie me miró con algo de tristeza.  Ambos sabíamos que eso no era verdad. Estábamos haciéndonos dependientes el uno del otro, y nos daba igual; debía deberse a la infatuación, y pronto se nos pasaría y andaríamos como siempre, sólo que un tanto más efusivos.
Lentamente, me separé de Billie y me acomodé en la cama, fingiendo que intentaría dormir. Sabía que no se podría. Debido a ello, me quedé observando cómo se paraba y se dirigía al baño, para luego verlo salir desnudo; en su vida se había dado el trabajo de usar una toalla.
-Deja de mirarme así, que me voy a tirar encima tuyo –susurró él, de espaldas, mientras se ponía los bóxers-. De verdad
-Ok, entonces iré yo a levantarme –murmuré, saliéndome de la cama, estirándome.
Mi plan era pasar de largo en dirección al baño, mas él me lo impidió, ya que me tomó la mano y me hizo mirarlo fijamente, para luego besarme, intensamente.
-Wow, hablabas en serio –musité, separándome-. Lo lamento, pero tienes que llegar a la hora.
-Sí sé –susurró, afligido-. ¿Uno rapidito?
Negué, intentando controlar la risa al ver como Billie tenía una… eh… Bueno, se notaba que tenía ganas.
-No, lo siento, necesitas estar bien despierto ahí, puedes quedarte sin nada si no –insistí. Le di un corto beso-. Que te vaya bien.
-Gracias, supongo –masculló, aún con la voz extraña.
Entré al baño y me duché. Para cuando salí, Billie ya no estaba. Me vestí calmadamente y bajé a la cocina. Iba a servirme desayuno, pero me arrepentí; no tenía ganas de eso.
No me di ni cuenta de cómo tomaba la billetera y las llaves y salía de la casa, rápidamente, como tampoco me di cuenta de cómo llegaba a la callejuela de siempre.
-Hola, Frank –me saludó la traficante, un tanto sorprendida, sentada en lo que noté era una especie de banca-. Creí que ya no vendrías más por aquí.
-Hola, April –saludé yo, recordando su nombre a tiempo-. La verdad que no tengo idea qué hago aquí.
Eso era verdad. O sea, tenía ganas de consumir algo, pero no las suficiente para ir donde la traficante.
-¿Andas en ánimo de “necesito amigos” de nuevo? –ironizó, con una sonrisa.
También me sonreí; su comentario me había causado cierta gracia.
-No lo sé. Quizás.
Silencio.
-¿Cómo van las cosas con tu novio? Porque el que no hayas venido por aquí se lo atribuyo a que le dijiste que sí querías estar con él –preguntó.
Asentí, quedamente.
-Estamos juntos… Ahora está en la casa de su esposa con el abogado, para empezar lo del divorcio –expliqué-. Mucho de mí, nunca me cuentas nada de tu vida.
Fue así como empezamos una conversación que se alargó por horas. Así comenzaba una nueva amistad.

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