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Prólogo

domingo, mayo 08, 2011

Suffocate. - Capítulo 14: Se acabó.


-Él que debería estar así de nervioso soy yo, no tú –murmuró Billie.
Reí.
-¡¿Cómo quieres que me relaje?! ¡Estás a punto de decirle a Addie que la dejas por mí! –exclamé- Por favor, dime que Joey y Jake no están…
Billie rió, a la vez que doblaba una calle con el auto.
-Están en el colegio, cálmate.
Silencio.
-Realmente no estás nervioso –musité, intentando que mi sorpresa no fuera del todo evidente. Me sentía tan patético al ver que Billie no tenía ningún problema al decirle al mundo acerca de nosotros, y yo aún era incapaz de no sonrojarme cuando me miraba. Aunque bueno, llevábamos juntos menos de 6 horas.
-A decir verdad, de no tenerte aquí, habría dado media vuelta hace rato por un ataque de pánico –farfulló.
Punto a favor: Él igual se sonrojó. Punto en contra: Gracias a su cursilería de mierda, yo me había sonrojado más aún.
-Para algo estamos –murmuré.
Silencio.
-¿Por qué siempre terminamos rojos? –inquirió Billie, como leyéndome el pensamiento.
-Porque tú eres un cursi de mierda y no hemos tenido tiempo de acostumbrarnos a estar juntos –respondí, con una leve sonrisa-. Ni siquiera llevamos medio día juntos…
-¿Entonces lo de anoche no cuenta? –preguntó, alzando una ceja.
-Mmm… Cuando recuerde TODO te digo –dije, con una sonrisa.
Billie detuvo el auto frente a un alto, se me acercó y me besó, lentamente. Se separó con una pequeña sonrisa y echó a andar el auto nuevamente. Recién ahí me percaté de lo cerca que estábamos de la casa de los Armstrong.
-Creo que voy a vomitar –murmuré, honestamente.
-Relájate –masculló Billie-. Si Addie se enoja, lo hará conmigo. –Mi escepticismo debió reflejarse en mi rostro de alguna forma, ya que él suspiró y añadió:- Por Dios, la última vez que nos besamos fue hace una semana, ¡no se va a enojar!
-Aún así, Mike tiene razón: Estuviste con ella por quince años, sin contar esos tres años de “sí y no” –musité, recordando lo que nuestro amigo nos había dicho antes de salir de su casa, aún luchando contra el, en mi mente, inminente vómito.
El silencio que siguió a esas palabras se extendió hasta que Billie detuvo el auto frente a su hogar. Apretó el botón del remoto que abría el portón y esperamos, pacientemente, a que se abriera, tras lo que Billie entró el auto.
-Aquí vamos –murmuró, a la vez que apagaba el motor.
Ninguno de los dos se atrevió a bajar del auto. Al final lo hicimos al mismo tiempo, nerviosos. Mis manos estaban a punto de temblar, y algo en el rostro de Billie me demostró que estaba considerando, seriamente, salir corriendo. Pero ya estábamos ahí, y estábamos más que seguros que Adrienne había oído el sonido del auto, así que nos dirigimos a la puerta principal. Intentando relajarse, Billie sacó su llavero y tomó la única llave que nunca confundiría, la de su casa.
-Aquí vamos –repitió. Se notaba que no podía hacer la suficiente sinapsis para decir algo más coherente.
Y abrió la puerta, detrás de la cual Addie lo esperaba, con los brazos entrecruzados, mirándolo molesta.
-¿Dónde andabas? –inquirió, sin reparar en mi presencia. No me atrevía a avanzar y demostrar mi existencia, mas Billie lo hizo, y yo tuve que seguirlo.
-Creí que no te importaba que saliera –musitó él, cerrando la puerta tras de mí.
-¡Claro que me importa! –exclamó, tras lo que me miró- ¿Trajiste testigos?
-Addie, hay algo que tienes que saber –murmuró, un tanto incómodo.
-¿Qué cosa? ¡¿Qué prefieres ir a emborracharte que lidiar con tus problemas en casa?! –exclamó la mujer.
Él negó.
-Si tuvieran arreglo, me quedaría aquí conversando lo que nos pasa tranquilamente… Pero ambos sabemos que no hay nada que hacer –contestó, intentando no perder la calma.
Ella rió, irónicamente.
-¡Nunca te has quedado aquí a conversar nuestros problemas! ¡Siempre inventas una excusa y te vas! –gritó.
-¡Eso no es verdad! –exclamó él, perdiendo la compostura- Dios, Addie, ¡ya ni siquiera me amas!
-¡¿Y tú a mí?!
Mi dolor de estómago, que había pasado casi desapercibido, volvió con toda su intensidad al ver cómo Billie dudaba antes de responder:
-Quizás. –Me miró, fijamente.- Pero estoy superándolo.
Fue ahí que Adrienne ató cabos.
-¿Qué? –inquirió, en un hilo de voz.
Me sorprendió bastante que, al contrario de Mike, ella hubiese logrado mantenerse consciente. Es decir, había palidecido bastante y sus rodillas temblaban, parecía más que milagroso que no se hubiera desmayado.
-Addie… Tré y yo decidimos darnos una oportunidad –respondió Billie, calmadamente, acercándose a su esposa para impedir que se cayera… O ex esposa, como quieran.
Adrienne nos miró a ambos, aún asimilando la “noticia”.
-¿Qué? ¿Es una…? –fue lo único que pudo articular.
Suspiré.
-No, Addie, no es una broma, y no es el día de los inocentes –musité-. Billie y yo estamos juntos.
Intenté disimular la molestia de que hubiera dicho que quizás todavía amaba a Addie lo más posible, pero algo me dijo que el guitarrista sí se había dado cuenta de ese detalle.
Ella negó.
-Vaya… Sabía que era una posibilidad, pero… -murmuró, aún anonadada- ¿Cuándo fue esto?
-Anoche –contestó Billie-. Lo siento mucho, Addie, pero…
-Lo sé, lo sé, lo nuestro no da para más –murmuró ella, recuperando un poco de color. Se estaba tomando la noticia mucho mejor de lo que esperaba-. ¿Se lo dirás a los niños de inmediato?
El guitarrista negó.
-Aún no. Lo haré, pero no aún.
Silencio. Me sentía tan fuera de lugar. No debía haber ido.
-¿Se acabó? –preguntó ella.
-Se acabó –afirmó él.
Con una pequeña sonrisa en sus rostros, ambos se abrazaron. Al separarse, Billie se dirigió de inmediato a mi lado, ante lo que Addie miró adrede a otro lado.
-Acepto la noticia, pero no estoy lista para verlos de la mano o besándose o algo así –masculló-. Mejor se van, ya que los niños van a llegar luego.
Asentimos. Billie se despidió de ella con un beso en la mejilla, mas yo sólo lo hice con una seña. Algo me decía que, por dentro, Adrienne no se estaba tomando la noticia tan bien como lo demostraba.
Y así era, ya que, apenas cerré la puerta tras de mí al salir, siguiendo a Billie, me pareció escuchar una especie de sollozo.

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