Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

domingo, mayo 08, 2011

Suffocate. - Capítulo 1: Redundante redundancia.


Jamás creí que llegaría a odiar mi trabajo tan intensamente. Poco a poco, se había ido convirtiendo en una rutina, pero nunca creí que llegaría a éste punto. Era tal redundancia que, aún medio dormido, era capaz de predecir cada suceso de éste día.
         Primero sonaría el despertador, a las ocho y cuarenta y cinco de aquella fría mañana de mediados de enero. Lo apagaría, me quedaría recostado en la cama restregándome los ojos por varios minutos y comenzaría a quedarme dormido rápidamente, sin lograrlo completamente, ya que mi celular comenzaría a sonar a las ocho cincuenta. Apagaría el móvil y luego, cansinamente, me dirigiría al cuarto de baño que había en mi habitación, cuarto de baño en el que me desvestiría, haría mis necesidades, entraría a la ducha y abriría el paso al agua helada, para luego soltar alguna maldición, cerrar el paso y abrir el agua tibia. Terminaría de asearme unos siete minutos después (doce si tenía que lavarme bien el pelo) y saldría de la ducha. Me secaría ahí mismo con alguna toalla del mueble, volvería a mi habitación, me vestiría con algún pantalón que sea fácil de arremangar y alguna polera de algún grupo que me guste, para luego buscar un par de zapatillas cómodas, las cuales me pondría para luego salir de mi cuarto.
         Ya fuera de mi habitación atravesaría el pasillo que me llevaba a las escaleras que bajaban al primer piso de la casa, escaleras que descendería pesadamente, aún con sueño. Iría a la cocina, me serviría un cuenco de cereales con leche (a menos que hubieran pasado muchos días desde la última visita de Frankito o Ramona, ya que, en tal caso, no tendría cereales y tendría que comer otra cosa) y un tazón de humeante café instantáneo. Luego de consumir todo eso, volvería al baño de mi habitación, me cepillaría los dientes, me arreglaría el cabello para que no se viera tan despeinado y volvería al primer piso rápidamente, tomando las llaves que había dejado en el mueble del recibidor el día anterior. Así correría al patio, donde encontraría estacionado mi SUV, cuya alarma desactivaría en el camino, para luego abrir la puerta del piloto y subirme, rápidamente, intentando calcular qué tan atrasado llegaría al estudio, a la vez que encendía el motor y salía de la casa, abriendo la reja con el remoto.
         Y luego de unos treinta minutos (que se me harían eternos) llegaría al estudio, donde Billie Joe y Mike ya me estarían esperando.
         -¡Al fin! –me regañaría Mike.
         -Tré, nos tenías preocupado –diría Billie, fingiendo preocupación extrema.
         Y, como de costumbre, me vería obligado a forzar una sonrisa o una risa (dependiendo como estuviese el ambiente), para luego inventar alguna broma que me excusase y dirigirme a la sala que nos correspondía, sala donde saludaría a Butch y escucharía junto a los chicos el sermón que correspondiera a ese día. Sin más, Billie nos diría que canciones quería grabar ese día y que arreglos se les ocurrían, además de preguntarnos por nuestra opinión (la cual ignoraría como siempre).
         Varias horas después, saldríamos del estudio. Me despediría de los muchachos, declinaría de las invitaciones que me harían para no dejarme tan solo como estaba y me iría a mi casa, donde sacaría las cervezas que me quedaban y las drogas. Probablemente aspiraría una línea o dos de cocaína en compañía de la cerveza y música en mi sótano, para luego estirarme y dirigirme a mi habitación…

         Mis divagaciones acerca del día que se me venía acabaron apenas el despertador sonó, devolviéndome a la redundante realidad.
         Hice exactamente todo lo que había pensado que haría, al igual que lo había hecho todos los días anteriores de esa semana. Y de la anterior… Y de la anterior a esa. La única diferencia fue que me di cuenta que no quedaba cerveza para la tarde, por lo que tendría que ir a comprar antes de llegar a drogarme y beber. Debido a ello, tras despedirme de todos con una falsa sonrisa aquella tarde en el estudio, no me dirigí directamente a mi hogar, sino que partí hacia un supermercado primero, rompiendo, por primera vez en mucho tiempo, la rutina, sin saber que esa ida al supermercado cambiaría todo.

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