Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

miércoles, abril 20, 2011

Rest - Prólogo: La curiosidad mata.


Miraba tristemente por la ventana, viendo como la procesión de autos avanzaba lentamente en hilera. Algunos vehículos iban repletos de flores, mientras que otros iban llenos de gente con la misma expresión que llevaban todos en el autobús en el que yo iba: Tristeza. Nadie entendía el porqué de su muerte. Después de todo, era una persona feliz. No de las estúpidas que siempre intentan alegrarte el día (de eso me encargaba yo), sino de esas que no tenían ninguna queja, agradecían la vida y siempre tenía tiempo disponible para ti y todos tus problemas. No importaba lo que pasase, estaría ahí para ayudarte.
            Otro auto pasó. Este era negro y con vidrios polarizados y con la parte de atrás alargada. Obviamente, aquel era el auto de la funeraria y llevaba el cadáver al cementerio, para enterrarlo de una buena vez. Ya era hora. Había fallecido hacía una semana, pero le hicieron autopsias e investigaron la zona y demás. ¿Para qué? Era obvio lo que había ocurrido, se había suicidado. La pregunta era otra...
            La fama que tengo no me la gané por ser un tipo muy inteligente ni nada, sino por mi música. Aún así, pese a que nunca lo admitiría, yo sabía que más curioso no puedo ser. Y desde que me enteré de su muerte, todo en lo que pienso es en el porqué murió. No pienso en quién, ya que eso está más que claro, se suicidó. Pienso en el porqué. Es decir... Un día está feliz y al siguiente... Al siguiente ya no está.
            Contuve una lágrima. Estaba seguro que, a pesar de que habría un centenar de personas en el funeral, yo era quien más lamentaba su trágica muerte. Seguro que el escritor o escritora se está riendo en este momento.
            Algo importante que deben saber de mí, si planean seguir leyendo: Se fijarán que a lo largo del relato menciono a un “escritor” o “escritora”. No creo en Dios. Para mí que el mundo no es más que un estúpido libro escrito por una persona muy aburrida, sádica y cruel.
Mientras este vehículo, más lento que yo en una competencia de matemáticas (lo que ya es decir bastante), avanza, hablemos un poco de mí. Digo... Ustedes, los lectores, no pueden hablarme de ustedes mismos, así que mejor hablaré de mí. Si te molesta mi egocentrismo o narcisismo o como quieras llamarle, o simplemente no quieres una descripción de mí, porque ya te haces una idea de quien soy, sáltate el siguiente párrafo. Aunque si no lo lees, no entenderías el porqué estoy viajando en un autobús en lugar de irme en mi auto.
Mi nombre es Billie Joe Armstrong (a que no le sorprende a ninguno de ustedes), tengo treinta y siete años (a que también lo sabían) y estoy viajando en un autobús, porque los familiares no me dejan acercarme al cadáver. Dicen que fui yo con mi droga y mis estupideces varias y mi alcohol lo que causaron su muerte. Pero no es así. De hecho, la mayoría de la droga era suya...
Aunque yo igual aportaba un poco... Bueno, bastante. El cuento es que cuando sus familiares sabían, eran cosas suyas y yo fingía que eran mías. Grave error, ahora tengo que entrar a escondidas. Me pregunté, mientras bajaba del autobús, cómo serían las cosas si hubiésemos admitido su... problema desde un principio.
Ustedes quizás se estén preguntando quién es la persona que murió, ya que en ningún momento he especificado si es hombre o mujer, amigo o hermano o algo más. Dejaré que ustedes usen su neurona, si es que tienen... Digo, que lo infieran por descarte. Si siguen sin entender: Van viendo quién está y quién no.
Entré al cementerio y compré un arreglo de flores, para la tumba. Miré a mi alrededor, intentando ubicarme. Luego de un rato divisé la lejana caravana de autos, que seguía avanzando. Ya estaban llegando a... a la tumba.
Corrí, como hace años que no corría, con desesperación. Usualmente corría riendo, o tocando guitarra y cantando en un escenario, o haciendo cualquier otra estupidez típica en mí. ¿Por qué quería llegar tan luego al funeral? Después de todo, si no creía en Dios, mucho menos creía en almas y en esas cosas; no me servía de nada estar ahí parado como imbécil viendo como dejaban caer un cuerpo en su ataúd hacia el subsuelo, mientras un tarado dice cosas “lindas” de la persona, cosas que quizás ni siquiera sean verdad. La persona está muerta, y no escuchará nada de lo que digas respecto a ella. Lo que uno debe hacer cuando se te muere un ser querido, es encontrarse consigo mismo y guardarse un recuerdo de la persona; así lo había hecho cuando murió mi padre.
Llegué al montón de gente, que rodeaba el ataúd. Me di cuenta de inmediato que yo no era el único escondido. Sonreí y me acerqué a mi amigo, Frank, que estaba detrás de un árbol.
He leído en muchas partes que todo el mundo lo trata de Tré. Y yo no soy la excepción. Pero es raro introducir a alguien a una historia por el sobrenombre, ¿no lo creen? Además, yo lo llamo por su nombre para molestarlo y para que se enoje... Aunque no hay forma de hacerlo enojar, lo que me desespera.
-Hola, Frank –le dije, en tono formal.
-Hola, Armstrong –me contestó él, con tono “lúgubre”. Luego sonrió, levemente-. ¿Cómo te sientes por...?
Dejó la frase inconclusa y se limitó a indicarme el ataúd; se notaba que no sabía como abordar el tema.
-Averiguaré porqué lo hizo, aunque sea lo último que haga –dije, decidido.
-Suerte, amigo –dijo él, dándome una palmada en la espalda-. ¿Vas a acercarte?
Sonreí.
-Estoy seguro de que se habría enfadado mucho si obedecemos a sus parientes –comenté, sonriendo-. ¿Qué dices?
-Que concuerdo contigo –contestó.
Sin decir nada más, nos acercamos.
Queridos lectores, esto les deja cuatro posibilidades. Alfabéticamente: Addie, Jake, Joey y Mike. Veamos quien adivina.
-¡Papá, viniste! –exclamó un niño pequeño al verme, corriendo hacia mis brazos.
-Claro que sí, Jake –le contesté.
Jake estaba triste. Muy triste. Era más que obvio el porqué...
Todos, pero todos los invitados me quedaron mirando feo. Estuve apunto de mandarlos a la mierda, pero me contuve. Después de todo, no quería que recordaran su funeral como el día en que el imbécil de Billie Joe Armstrong le gritó a la mayoría de sus seres queridos.
Mike salió de su... “escondite”. Se acercó a nosotros y, lo primero que hizo, incluso antes de saludarnos, fue darle a Jake unas palmaditas en la espalda. Todos sabíamos que él era quien más sufría por la muerte.
¿Quiénes nos quedan? De menor a mayor: Joey y Addie.
Teniendo en cuenta que el escritor o escritora es la persona más cruel y sádica que he “conocido” a lo largo de mi vida, ustedes pueden adivinar a quien pudo haberme arrebatado con un simple y cruel giro del destino.
Si pensaron en Joey, les diré que...
Estaban en lo correcto, ahora es un completo imbécil desalmado. Desde que murió su madre apenas nos habla o saluda. No expresa emoción alguna. Lo he pillado escuchando Heavy Metal. Mi propio hijo escuchando esa basura... (Aunque a su edad yo igual la escuchaba... Y también a Elvis Presley... Bueno, el punto es que no quiero que lo escuche, no le ayudará a superar la muerte de su madre.) Está muerto psicológicamente, no tiene alma.
-Armstrong, ¿qué demonios haces aquí? –inquirió una voz masculina, interrumpiendo mis pensamientos
Les presento a mi querido suegro, el señor Nesser. Nunca me ha dejado llamarlo de otra forma y nunca lo hará. Me culpa completamente por el suicidio de su hija.
-Tengo derecho a estar en el funeral de la mujer que más he amado en toda mi vida, ¿no? –mascullé. Me contuve de usar otras expresiones y de decirle todo lo que pensaba acerca de él y su diminuto cerebro- Y también es la madre de mis hijos –añadí, señalando a Joey y Jake.
Odiaba usarlos para convencer a mis suegros (en especial a él), pero no me quedaba otra opción. Y, normalmente, solían ceder.
El señor Nesser se acercó más a mí y noté, por primera vez, que sus ojos estaban enrojecidos de tanto llorar.
-Murió por ti. No sé cómo, pero yo lo sé. Y en cuanto lo averigüe y tenga pruebas –el hombre se calló-. No permitiré que arruines su funeral, Armstrong. Ya le arruinaste la vida, no sigas.
-No pensaba arruinarle el funeral a su hija, señor –musité, eligiendo muy cuidadosamente mis palabras.
Él no me dijo nada y volvió con su esposa. Jake me abrazó, con lágrimas en los ojos.
Cuando un ser querido muere, uno no logra asimilarlo de inmediato. El proceso de comprender que nunca más verás a esa persona, nunca más hablarás con ella, nunca más compartirás con ella de ninguna forma, tarda, a lo menos, unos cuantos días. Hay casos en los que se tardan años. Al parecer, Jake finalmente había asimilado. Esperaba que lo mismo sucediese con Joey, y pronto. No creía ser capaz de aguantar por mucho más que mi hijo esté más insoportable que yo cuando mi padre murió.
-Desahógate, Jake –le susurré-. Es mejor dejarlo fuera.
-Papá, nunca nos dejes...
Ok, mi momento de asimilar. Detengamos el tiempo de la trama.
En el instante en que mi hijo menor mencionó esas palabras, hizo que me diera cuenta unas tres cosas.
Primero: La casa estaría vacía y yo me convertí en, además de papá, en madre. Debía aprender lo que a los niños les gustaba, lavar la ropa, limpiar la casa, llevarlos a la escuela y donde amigos... Muchas cosas, por lo que casi no me quedaba tiempo libre.
Lo que nos lleva al punto número dos: ¿Qué haré con mi trabajo? ¿Tendré que contratar a una niñera? No, no puedo. Mis hijos son lo primero. Mike, Tré y Rob Cavallo (para el que esté leyendo esto por error y no sabe de quién le hablo, le recuerdo que es el productor de Reprise, la disquera) comprenderán, ya nos las arreglaremos.
Y lo tercero...
Eh... Saquemos la pausa de la trama, ya que el señor Cura empezó a dar un discurso de... No tengo la menor idea, no le prestaba atención, me limité a abrazar a mis hijos, uno llorando y el otro conteniéndose; al parecer, Joey no podía reprimir sus emociones por más tiempo.
Luego del cura, habló el padre, la madre, el hermano... Sólo faltaba yo. Sabía que el señor Nesser me odiaría, pero bueno... Yo era el responsable de que él tuviese nietos, así que no me importaba...
Hora de revelar la tercera cosa de la que me di cuenta con el abrazo de mi hijo.
-Recuerdo cuando la conocí –dije, a un volumen demasiado bajo, pero aún audible-. Ella estaba de novia con otro sujeto, mucho mejor que yo. Mi suegro está de acuerdo en eso, y yo lo estaría en su lugar. Y, aún así, ella prefirió –me señalé, mientras contenía las lágrimas- a éste imbécil que sigue sin saber el porqué su esposa se... –me corté. No podía mencionar la palabra que empezaba con “s”- La amé más que a nadie... Y seguiré haciéndolo toda mi vida. Sé que nunca volveré a enamorarme, y eso es porque ella era la única, era la mujer perfecta...
            Soy un maldito cursi, lo sé, no me lo recuerden. Sin darme cuenta, apoyé una mano sobre el ataúd y, siguiendo las costumbres de la mayoría de ahí, añadí:
-Honestamente, espero que estés en un lugar mejor... –me contuve de agregar “porque este lugar, realmente apesta sin ti”- Drenaste la sensación sobrecogedora de que nada en este mundo tenía sentido en mí. Y aún no logro agradecértelo.
No dije nada más y me alejé. Esta vez, fue Joey quien me abrazó. Gracias al cielo, Jake me quedaba un poco pequeño...
A quién engaño. Ni siquiera mis estúpidas bromas me animarán esta vez. Addie estaba ida, y para siempre.
-Vengan, niños –les dije, llevándolos al auto que Mike había llevado, mientras el ataúd descendía. Él se iría con Tré.
Joey y Jake me obedecieron sin pensar. Ni Mike ni Tré se me acercaron. Sabían que necesitaba un poco de tiempo a solas con mis hijos... Y yo sabía que aparecerían mañana, a primera hora, en la puerta de mi casa, quejándose que no contestaba el teléfono (que desconectaré al llegar), ni el celular (que no tiene batería hace varios días), ni el timbre (no pienso encenderlo), ni a sus gritos. ¿Para qué? Ellos tienen llaves de la casa. Sólo quería hacer una cosa al llegar... Aparte de hacer comida para mí y los chicos, ir al baño y luego conversar con ellos.
Hice las ya mencionadas cosas y ellos se fueron a dormir. Era temprano, pero yo sabía que era un pretexto para distraerse con cualquier cosa en su habitación, a solas. Decidí hacer lo mismo. Subí a mi habitación y entré. Mi intención era dormir.
Casi pegué un grito. Había olvidado que había sido ahí donde la encontré. Aún quedaba sangre, ya que no me había dado el trabajo de intentar limpiar. Sin echar otro vistazo, salí, apunto de echarme a llorar nuevamente.
Bajé al sótano. Era una sala bastante amplia, con sonido aislado, sillones, minibar, discos, radio y todos mis instrumentos. Tomé un CD al azar: “Sandinista!”, de The Clash. Tomé el disco uno y lo puse en aleatorio.
Sonreí, tristemente, al ver que se pasaba al track número catorce: “Up in heaven (not only here)”. Si el cielo existiese, ella estaría ahí, yo lo sabía. Bueno, la canción no tenía nada que ver, pero me bastaba el título.
Y luego... salió “Somebody got murdered”. Casi me puse a llorar en la parte de “alguien fue asesinado, alguien está muerto por siempre”. Para evitar eso, me puse a cantar junto a Joe Strummer.
Pero... Escuchar música, componer y tocar guitarra no me ayudarían en ese momento. Tampoco el alcohol ni las drogas. No, nada que tenga que ver con un punk rocker sin vida. Lo único que podía ayudarme era...
Dos cosas más que debo admitir: La primera es que soy obsesivo en algunos aspectos... Muy obsesivo. Y la segunda es que amo los rompecabezas. No importa el tamaño, ni la cantidad de piezas... Ni el tipo.
Fue así como tomé el cuaderno que uso para componer y lo transformé en mi diario. Ahí es donde llevo toda esta triste historia escrita. Pero, además de esta historia, hay otra cosa al reverso.
Todo sobre Addie.

Dicen por ahí que la curiosidad mata. Es hora de averiguar si es verdad o no. Y si es así...
Estoy dispuesto a correr el riesgo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario