Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

miércoles, abril 20, 2011

Rest - Capítulo Uno: Todo acerca de quien amo.


Adrienne Nesser era una chica de Minnesota, a quien conocí en mi primera gira. Era ese tipo de chica con la que podías hablar acerca de todo. Claro, ella tenía un novio en ese entonces, pero no me importaba. Para mí, estar con ella era suficiente.
Obviamente, eso no era así.
Nuestra primera conversación (sin contar ese corto diálogo en el que me preguntó dónde comprar nuestro disco) fue acerca de sexo. ¿Raro, no? A mí no me molestaba el tema en lo absoluto. Ella, en cambio, se negó lo más que pudo, pero, al ver que yo era más que capaz de hablar solo, comenzó a conversar conmigo respecto al tema. Y luego...
Estábamos en un prado, mirando el cielo. Era mi última noche ahí. Ambos estábamos un tanto entristecidos; quizás nunca nos volveríamos a ver, y ella debía seguir con su novio. Y yo... Bueno, mi vida era el rock, por lo que no era de quedarme mucho en un solo lugar. Eso logré cambiarlo luego de muchos años, pero bueno, en ese momento, no era así.
-¿Sabes lo que más extrañaré de todo Minnesota? –pregunté, sin dejar de mirar al cielo.
-¿Lo pacífico que es? –respondió, alzando una ceja.
Me volteé, quedando mirándola. Ella igual se volteó, para mirarme.
-A ti –susurré.
Nos acercamos, lentamente, y la besé. Estoy seguro de que ese fue el mejor momento de mi vida. Fue un beso simple, pero bastante romántico. Cuando nos separamos, teníamos una sonrisa cómplice que no nos borraba nadie.
Después de eso, me fui al bus que usábamos para las giras y me encerré en mi “cuarto”. En realidad, era una esquina del bus, en el que yo había puesto unas cortinas, para tener algo de privacidad mientras dormía... Lo cual fue un alivio para todos, ya que yo me movía mucho entre sueños y se ponían nerviosos. Sin embargo, no podía dormir. Saqué el cuaderno de debajo de mi improvisada cama (era una almohada y unas cuantas mantas dispuestas en el suelo, así que “debajo de mi improvisada cama” era lo mismo que “debajo de las mantas dispuestas en el suelo”) y comencé a componer. Era la primera vez que componía algo tan rápido.
Así nació 2,000 light years away.
Bueno, pasaron las semanas y llamaba a Addie desde todos los teléfonos públicos que podía. Era bastante divertido estar hablando con ella y tener a Mike y Tré evaluando a la nueva integrante de la extraña... familia que teníamos, contándonos anécdotas. Me había enamorado de ella, pero no se lo había dicho aún. Para ella, yo sólo era un chico menor que no tenía nada más interesante que hacer.
O eso pensaba, ya que el destino me llevó nuevamente a Minnesota, un par de años después. Hacía un año que no hablábamos. Ella nunca me llamaba y yo... Yo me sentía demasiado avergonzado para hacerlo. ¿Por qué?
Había empezado a salir con otra mujer (a quien más tarde le dediqué “She”) y me sentía bastante culpable. Ni idea porqué.
Cuando llegamos a Minnesota, en 1993, encontré todo... igual. La única cosa cambiada, era una tienda que era, antiguamente, de ropa. Ahora era una tintorería. Gran cambio, ¿no?
Bajé del autobús y me dispuse a caminar un poco. Habría avanzado poco más de una cuadra, cuando la vi.
Su cabello castaño y rizado estaba más largo y se notaba que era más madura. Claro, ella ya tenía casi veinticuatro años, mientras yo seguía siendo un imbécil que recién tenía la edad para beber... De forma legal.
Vale decir que casi corrí hacia ella... Creo que lo hice. No tenía conciencia de nada que no fuese ella.
-¿Billie? –inquirió, sorprendida.
-Hola, Addie –respondí.
Me había olvidado de mi vergüenza con sólo verla. Sin darme cuenta de lo que hacía, pasaba mis manos por su cintura y la besaba, intensamente... Y ella me devolvía el beso.
-¿Por qué fue eso? –preguntó, muy sonrojada, mientras yo corría uno de los mechones que le caía en el rostro.
-Porque te amo –contesté, sin pensar, hablando con el corazón.
Eso era. Por eso no dejaba de pensar en ella. Por eso sólo soñaba con ella, con tenerla en mis brazos... Con muchas cosas sucias que nos involucraban a los dos...
Ella sólo se limitó a mirarme fijamente.
-Yo igual te amo, Billie Joe –respondió, en lo que fue casi un suspiro.
Luego de eso, la acompañé a su casa. Caminamos abrazados y conversando, poniéndonos al día. Ella admitió que había salido con otro tipo durante ese último año, yo admití que había salido con una tipa. Nos contamos un millón de cosas más en la cocina, mientras bebíamos un café... Y luego nos callamos y pasamos al besuqueo y a cumplir al menos una de mis fantasías en su habitación.
No contaré eso; no es relevante (en este momento, varios de los lectores me odian, lo sé).
Bueno, yo no había ido a Minnesota a estar con ella todo el maldito día, sino que también tenía que dar un par de conciertos (muy pequeños, por cierto), y de ahí me iría con Mike y Tré de vuelta a California. Ella se puso muy triste cuando se lo conté, y no era para menos. Ambos nos amábamos y estábamos separados por muchos kilómetros, muchas ciudades, muchos estados... El destino no quería que estuviéramos juntos.
Tuve el primer concierto. Ella no pudo asistir; trabajaba en una cafetería. Con eso planeaba... No tengo idea que estaba planeando hacer con el dinero que ahorraba, no quería decírmelo.
Al día siguiente, tuve el segundo concierto. Esta vez, ella estaba ahí en primera fila, con una sonrisa radiante.
-Billie, ¿qué tocamos ahora? –me preguntó Mike- ¿Android?
Yo lo pensé unos segundos antes de contestar.
-No, toquemos 2,000 light years away –les dije, decidido, tapando el micrófono, para que no se escuchara. Lo destapé-. Un, dos, tres cuatro...
Comenzamos a tocar, alegres, como de costumbre. Yo cantaba, animaba, etc. No sé como no me había dado un ataque de pánico... Al parecer, bastaba la presencia de Addie para evitarlos. Luego del coro, yo paré de cantar y tocar y Mike y Tré continuaron, mirándome extrañados. Los ignoré y saqué el micrófono de su pedestal.
-Esta canción se la dediqué a una persona muy especial para mí, y ella está aquí ahora mismo –dije, con una sonrisa. Addie se sonrojó, pero nadie notaba que era de ella de quien hablaba. Todo el mundo estaba buscando a alguien rubia y con cuerpo de modelo. No, gracias, quiero alguien con cerebro-. Y yo hago esta pausa que tiene hartos a Mike y a Tré –todos rieron-, porque quiero pedirle una cosa...
Addie me miró, atenta, mientras que los demás comentaban cosas entre ellos.
-Addie, ¿te vendrías conmigo a California? –le pedí.

Me dijo que sí. Después del concierto, la ayudé a empaquetar sus cosas y a vender otras en la venta de jardín que organizó (la cual fue un fracaso, ya que llovía torrencialmente). El dinero que ahorraba era para llenar su auto de gasolina e irse a California algún día. Sonreí en cuanto me lo dijo. Mike, Tré y su padre (que era el conductor) querían irse, así que les dije que se adelantasen, que con Addie nos iríamos en auto hacia nuestro hogar.
Fue un viaje muy largo. Nos turnábamos para conducir. Dormíamos y hacíamos otras cosas en el mismo auto. Eso bastó para borrar los comentarios de sus familiares de la cabeza de Adrienne.
Llegamos a mi casa... Bueno, la casa que compartía con Mike. Me sorprendí al verla ordenada y notar que Mike no estaba en ningún lado. Mientras Addie iba al baño, llamé a Mike, para preguntarle dónde se había metido.
-Bueno, Billie... Tú y ella empezarán una vida... Yo y Anastasia también. Nos conseguimos otra casa, así que... Ahora es tu casa. Cuídala –fue lo que me contestó.
Yo sonreí.
-Muchas gracias, Mike.


Comenzaron a pasar los días, semanas y meses. Mi relación con Adrienne iba de maravillas. No me atrevía a pedirle matrimonio, porque tenía miedo a que me rechazara por no tener un buen... sustento. Dependíamos de nuestro nuevo disco, Dookie...
Y resulta que a ese disco le fue muy, muy bien. Apenas me entregaron un lindo cheque con muchas comas, un mes después del lanzamiento, corrí a un banco. Saqué el dinero y lo deposité de inmediato en mi cuenta, pero dejé un poco en mi billetera.
Corrí a una joyería y compré una sortija de matrimonio. Estaba decidido, se lo pediría a Addie, ese mismo día. Guardé la cajita en mi bolsillo y corrí hacia mi casa. En ella estaba Adrienne, planchando una camisa.
-Hola, amor –me saludó, con una sonrisa.
No le dije nada, sólo la besé, apasionadamente. En cuanto nos separamos, me miró extrañada.
-¿Qué pasa? –preguntó.
Sonreí.
-Lo he estado pensando y... Bueno, creo que no pierdo nada intentándolo –dije. Me arrodillé ante ella, sacando la cajita de mi bolsillo. La abrí ante ella, mostrándole la sortija, dejándola atónita-. ¿Qué me dices? ¿Te casarías conmigo?
La respuesta fue un “sí” muy agudo, pero no me importó. Era el hombre más feliz del mundo.
Nos casamos en julio y, al día siguiente, ella supo que estaba embarazada de nuestro primer hijo, Joseph, quien nació en febrero del año siguiente.
Todo iba como la seda... Teníamos una que otra pelea, pero nada serio. En septiembre de 1998 nació Jakob. La felicidad era demasiada…
Y luego... Oh, mierda, tuvimos demasiadas peleas. Estuvimos a punto de divorciarnos. De hecho, hubo una vez que estábamos buscando abogados en la guía, sentados en el living... Y terminamos besándonos y pidiéndonos disculpas, una y otra y otra vez.
Los años continuaron pasando y llegamos al horrible mes de octubre, del maldito año 2009. Joey y Jake estaban en casas de sus amigos; yo acababa de irlos a dejar y estaba volviendo a mi hogar. Esperaba tener una linda noche de pasión con mi esposa (soy un pervertido a mucha honra, ¿ok? Si te molesta, anda a leer otra cosa), pero noté algo raro.
No había ningún ruido.
En nuestra casa está, implícitamente, prohibido el silencio. O estoy yo con los instrumentos, o está Joey con la batería, o está Jake con su guitarra, o está Addie con sus discos o acompañándonos con lo que puede, o está el televisor. Como sea, nuestra casa era muy ruidosa. Así que, si no hay ruido, hay que preocuparse.
-¿Addie? –llamé.
No obtuve respuesta.
Colgué la chaqueta de cuero en el perchero de entrada y subí a la habitación matrimonial. Quizás Addie estaba durmiendo o tomando un baño... Pero lo dudaba.
Llegué a la puerta matrimonial... Y un escalofrío recorrió mi espalda, uno de esos escalofríos causados por corazonadas. Empalidecí al instante. Sin dudarlo, entré.
Cualquiera en mi posición, habría gritado. En cambio, yo simplemente enmudecí y corrí hacia ella.
Tenía un profundo corte en cada una de sus muñecas. El cuchillo estaba firmemente sujeto por su mano derecha. Lágrimas comenzaron a caer de mis ojos. Estaba muerta... Para siempre...


Esas son, resumidamente, todas las cosas que viví con ella, todas las cosas importantes que ustedes deberían saber acerca de Adrienne Armstrong, la mujer que amaré por toda mi vida.
¿Por qué se había matado? ¿Por qué nos había dado todo ese sufrimiento? Ella era feliz... O eso creíamos. Así que algo malo debió haberle pasado... No, algo terrible.
Me sequé las lágrimas. Recordar era, además de obligatorio, muy doloroso. Si no les hubiésemos dado el permiso a los niños, habríamos estado ahí para evitar todo...
Negué con la cabeza. El culpable no era ni yo, ni ella, ni los niños. Estoy seguro de que ella fue víctima de algo similar a un asesinato.
Encontraré al culpable... Lo juro.

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