Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

miércoles, abril 20, 2011

Rest - Capítulo Dos: Nunca digas nunca.


-¡Billie Joe! –Exclamó Mike, mientras entraba al sótano, despertándome.- ¡Nos diste un buen susto!
Tal como pensé que harían, Mike y Tré insistieron durante horas con el teléfono (desconectado), el celular (muerto) y el timbre (apagado), hasta que recordaron que tenían la llave. Así que se dieron el trabajo de venir a mi casa, entrar y buscarme desesperados. Debían creer que yo había hecho alguna locura, como suicidarme. No gracias. Si el cielo existe, me iría al infierno y ahí no podría ver a Addie. Prefiero seguir vivo y ver crecer a nuestros hijos. Eso sería suficiente consuelo como para morir en paz y aguantar una eternidad en el infierno.
-¡Mike! –exclamé yo, sentándome en el sofá- ¡Te atreviste a despertarme!
Alguien rió, mientras bajaba las escaleras. Obviamente, era Tré.
-¿Cómo estás? –preguntó, delicadamente.
¿Cómo estaba? Eso no se preguntaba. La respuesta era obvia, ¿no? Mi corazón estaba destrozado en cientos y miles de irrecuperables pedazos y mi cabeza estaba enfocada en un rompecabezas que era totalmente imposible de resolver, ya no tenía ninguna pista o ayuda. Sólo tenía una pieza, y era el “suicidio” de mi esposa. No lograba convencerme de que Adrienne no volvería, ya que mi subconsciente no parecía querer entender que estaba solo. En resumen, estaba mal, muy mal, y no había nada que me ayudara. Sin embargo, mi respuesta fue otra:
-Bien... Todo bien.
Mike y Tré intercambiaron una breve mirada, que fingí no notar. Si preguntaba algo, comenzarían con su discurso de...
-Billie, sabemos que en éste momento sientes que nadie se preocupa por ti, que estás solo, que nadie te quiere y demás –comenzó Tré. Maldición, habían cambiado la modalidad-. No es así. Nos tienes a nosotros...
-Cualquier cosa que necesites –prosiguió Mike-, nos la pides y te ayudaremos a conseguirla. Recuerdo cómo fue cuando perdí a mi padrastro y cómo me apoyaste. Ahora es mi turno.
Sonreí levemente.
Dos cosas que deben saber de Mike y Tré: Primero, son más tercos que yo en algunas cosas. Y eso ya es algo digno de mencionarse. Y segundo: Eran capaces de leerme la mente a la perfección. Pero, nuevamente, aún sabiendo todo eso y más, me obligué a contestar algo que no era exactamente lo que pensaba.
-Gracias... Créanme que estoy bien. Sé que puedo contar con ustedes, pero no quiero ser de esos imbéciles que pierden algo y se pasan el resto de sus vidas lamentándose en sus amigos. Estoy lo suficientemente bien como para seguir adelante y hacerme cargo de los niños.
Si existe el sistema de reencarnación, en mi próxima vida seré un escarabajo por mentir tanto. No, no creo... Tal vez sea una de esas larvas que tienen mala suerte y se las comen... O una de esas arañas en las que los insectos ponen sus larvas, quienes comienzan a comerse a la araña desde adentro hacia fuera... Sería interesante...
-Tus labios dicen eso, pero lo que sientes es algo distinto –dijo Tré, sabiamente. Este sujeto es todo un caso. Puede ser un imbécil con menos neuronas que una medusa un día y al siguiente te puede contar hasta quinientos sólo en números primos-. Pero sabemos que no dirás nada, así que... ¿Cómo están Joey y Jake?
Negué con la cabeza.
-Joey volvió a ser él mismo y Jake sigue muy triste. No puedo mandarlos a la escuela así, ¿no? –musité. Jake era una especie de... No sé de qué, amaba su escuela. Debe ser un extraño gen de los Nesser, que ni Joey ni Addie heredaron. Joey odiaba levantarse temprano y hacer los deberes, pero le encantaba ir para estar con sus amigos... Y con una chica. Creía que yo no lo sabía, pero los había visto varias veces-. ¿Qué hora es?
Mike sacó su celular y revisó la hora.
-Las diez –hice una mueca-. ¿Qué?
-¿Querían que les abriese la puerta a esta hora? –inquirí. A mí NADIE me despertaba... Sólo Addie... Y Mike, si yo se lo pedía, claro.
-Pero no contestabas ni el teléfono ni el celular... –se defendió Tré.
-No quería llamados, así que desconecté todo –confesé, sin una pizca de vergüenza-. Además, ustedes tienen llaves, es cosa de llegar y venir.
Mike revoleó los ojos.
-Quiero que tengas siempre el celular prendido, ¿ok? No nos arriesgaremos a que hagas ninguna locura –dijo, seriamente.
-De acuerdo... –acepté, malhumorado. Odiaba que me controlaran de ese modo- Pero no pienso hacer ninguna estupidez, y lo saben; no vale la pena.
Mis amigos intercambiaron otra mirada (que fingí no haber visto) de incredulidad. Era más que obvio que no me creían el que no haría una locura. Es decir… Yo era conocido como el impulsivo del grupo…
Cosa que no era verdad.
Ante el mundo entero he fingido que soy un perfecto idiota. Pero, la verdad, yo no soy tan idiota como piensan. Al contrario, mis neuronas pueden hacer conexiones que otros pasan por alto. Esas conexiones no son muy comunes, pero pasaban cuando más las necesitaba. Desgraciadamente, esa verdad nunca la había compartido con nadie, ni siquiera con mis mejores amigos, ni siquiera con…
Ni siquiera con Addie.
Tantas cosas que no le dije. Tantas verdades, tantos secretos, tantas trivialidades. Sentí un fuerte retorcijón en el estómago…
-Billie, ¿estás ahí? –me preguntaba Mike, devolviéndome a la realidad. Internamente, se lo agradecí, ya que me sentía a punto de colapsar internamente.
-Sí, sí, perdón –farfullé-. ¿Decías?
Mike suspiró.
-Te preguntaba si de verdad quieres seguir quedándote aquí, o si prefieres quedarte con uno de nosotros por un tiempo –repitió él, mirándome fijamente, preocupado.
-Estoy bien –mentí.
-¿Ah, sí? ¿O sea que es totalmente imposible que te empieces a drogar un día de estos? ¿Es totalmente impensable que me llame Joey, llorando, porque te encontró con una sobredosis de algo? –inquirió mi amigo, en el mismo tono que usaba para regañar a Estelle por algo.
Si hay algo que odie es que Mike me trate así. Si hay algo que odie más que eso, es que tenga razón al tratarme así… Como la tenía en este instante.
-Siempre es una posibilidad –admití, en un tono bajo de voz.
Mis amigos intercambiaron otra mirada.
-¿Te has dado el trabajo de llamar a alguien para que limpie la pieza, que sea? –me preguntó Tré, empleando un tono más suave que el que empleaba Mike, aún manteniéndose serio.
Me mordí el labio inferior, levemente.
-No, no he llamado a nadie aún –musité-. Iba a hacerlo más tarde.
Silencio.
-Puedes quedarte con los niños en mi casa –sugirió Tré, repentinamente-. Dudo que Britt y Brixton se sientan cómodos con tanta gente extra, a mí y a Ruri no nos molesta la compañía.
Sabiendo que no me quedaba otra opción que aceptar, asentí, levemente.
-Les preguntaré a los chicos que opinan al respecto y te aviso –murmuré.
Otro silencio.
-¿Puedes ir ahora? Sabemos que no prenderás el teléfono y dudo que sepas dónde dejaste tu celular –pidió y explicó el baterista. Suspiré-. ¿Por favor?
-Ok, ok, voy –murmuré.
Sin otra opción, salí del sótano y me dirigí al segundo piso, en dirección a las habitaciones de mis hijos. Sonreí al ver que Jake aún dormía; apenas sí había conciliado el sueño esos últimos días. Decidiendo que era mejor no despertarlo, me dirigí al cuarto de Joey… Quien se encontraba hablando con alguien en el celular.
-Estoy bien, créeme –susurraba, tras lo que sonrió, levemente-. Yo igual te quiero… Tienes que confiar más en mí, ¿sabes?
Tuve que salir de la habitación. La escena me había recordado a la relación que había sostenido con Addie por teléfono durante un buen tiempo. Sentí que mis piernas flaqueaban y que un nudo se formaba en mi garganta, por enésima vez en la última semana. Respiré, profundamente, dirigiéndome al cuarto de visitas, cuarto en el que había dormido esos días…
-Papá, ¿estás bien? –me preguntó alguien en cuanto llegué a la puerta. Aturdido, me volteé, para encontrarme con Jake, quien me miraba preocupado; lo había despertado al irlo a ver.
-Sí… Sí, estoy bien. –susurré, intentando sonreír. Lo conseguí, tras lo que repetí, con más firmeza:- Estoy bien.
Jakob contaba ya con once años… Por lo que es más que obvio que ya era más que consciente respecto a lo que pasaba a su alrededor. Me miró fijamente con sus ojos castaños, lo que casi logra derrumbarme: Eran casi iguales a los de Addie.
-Escuchaste a Joey hablando con su novia.
No me lo estaba preguntando, su tono no podía ser más afirmativo. Sin otra opción, asentí, un tanto avergonzado.
-Todo me la recuerda –admití. Me sentía tan idiota-. Ni siquiera puedo ir al baño sin recordarla.
-Te entiendo –murmuró Jake, entristecido.
Silencio.
-El tío Mike y el tío Tré están aquí… Tré nos invitó a quedarnos unos días en su casa –musité, decidiendo que era mejor decírselo ahora-. ¿Te parece?
Algo en su expresión me reveló que él también se encontraba recordando a Addie con todo, ya que asintió de inmediato.
-Ok… Ahora le preguntaré a Joey –murmuré, yendo al cuarto de mi primogénito-. Arregla un bolso por mientras.
Joseph también accedió a quedarse en casa de Tré. Sin más, me devolví al sótano, en cuyo sillón se encontraban Mike y Tré, esperándome.
-¿Y? –me preguntó el bajista.
-Los niños están de acuerdo en abusar de la hospitalidad de Tré –respondí, con una pequeña sonrisa que forcé, tras lo que farfullé-. Tendré que comprar ropa; no puedo entrar a mi pieza.
Mike suspiró.
-Yo voy –murmuró.
-¡No, no, no hace falta! –exclamé, rápidamente.
Pese a que era yo quien no podía entrar, tampoco quería que nadie más lo hiciera. Tarde o temprano debería revisar la “escena del crimen”, y era probable que Mike moviera algo. No podía permitirlo. Si quería descifrar el porqué mi esposa se había matado, necesitaba que todo permaneciera intacto.
-¿Seguro? –inquirió Mike, extrañado por mi reacción.
-Sí, sí… -Cambié mi tono de voz por uno afeminado:- Las compras siempre me animan.
Tré rió.
-Ok, let’s go shopping! –bromeó-. Pero primero vamos a llevar a Joey y a Jake a mi casa, dejarán sus cosas y…. No sé, los dejamos ahí o los obligamos a ir al centro comercial.
Sin embargo, mientras yo asentía, noté que Tré y Mike intercambiaban una mirada de reojo. Parecía que estaban comenzando a comprender qué ideas pasaban por mi cabeza últimamente.
-¿Vamos ahora? –pregunté, para distraerlos. Si lograban razonar por completo como yo, estaba perdido. No permitirían que “investigara” por mi cuenta.
-Sí, es lo mejor –musitó Tré, fingiendo que no estaba preocupándose por mi “salud mental”.

No tardamos mucho en partir a la casa del baterista. Los niños prefirieron quedarse ahí con Ruri, mientras Tré, Mike y yo íbamos de compras. Mi idea original era ir solo, pero, al parecer, no iban a dejar que estuviera solo ni por un instante.
Fue así que terminé en una tienda de ropa cualquiera. Compré varios pantalones negros ajustados, un par de jeans, varias camisas negras y una corbata roja y otra blanca. Luego fuimos a una tienda de zapatillas, donde me compré unas cuantas Converses.
-¿Algo más? –me preguntó Mike, quien se había comprado otro par de sus zapatillas Macbeth, mientras esperábamos que Tré pagara el otro par de Converses rojas que había comprado.
-No, con esto estoy bien –musité.
Sin más, nos fuimos a la casa de Tré, donde, tras varias horas, logré escabullirme a la habitación que me correspondía. Suspiré, un tanto aliviado y, tras asegurarme que Mike y Tré seguían en el primer piso, tomé el único cuaderno y el único lápiz que había llevado.  Abrí el cuaderno en una hoja cualquiera y escribí:
¿Suicidio?
Motivos REALES: ¿?
Posibles motivos: Influencia de alguien más, problemas que no compartió, depresión(¿?)
Estuve a punto de tachar todo por lo idiota que era. No sabía nada. Quería descifrar algo de lo que no tenía absolutamente ninguna información. Quería resolver un rompecabezas del que no tenía ninguna pieza. Ni siquiera recordaba que Addie estuviese comportándose extraño en sus últimos días… Aunque no me había forzado a mí mismo por recordar, ya que, hacerlo, significaba un dolor muy grande. De hecho, me había forzado a nunca recordar.
-Nunca digas nunca, Armstrong –musité, recostándome sobre la cama y cerrando los ojos, pensativo.
Así comencé a recordar.

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