Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

miércoles, abril 20, 2011

Rest - Capítulo Tres: Triple A.


Toc, toc, toc.
Fue ese ruido constante el que me despertó, súbitamente. Me había quedado más que dormido.
-Billie, ¿vas a comer algo o no? –me preguntó una voz masculina. Aún estaba demasiado aturdido como para distinguirlo. Extrañado por la pregunta, revisé la hora en el reloj que había en el velador: Ocho de la noche. Abrí mucho los ojos, sorprendido; había dormido más de ocho horas, lo cual era más que extraño, si tenía en cuenta que, últimamente, tenía suerte si lograba dormir cinco horas consecutivas-. ¿Billie?
Recién ahí logré reconocerlo como Tré.
-Me drogaste –afirmé, recordando cuánto había insistido para que tomara un jugo en la tarde, antes de escabullirme a la habitación. Me restregué los ojos-. No lo niegues.
La puerta se abrió, dejando entrar bastante luz desde el pasillo. En algún momento, él había entrado y me había cerrado la cortina de la habitación, además de quitarme las zapatillas y cubrirme con una manta.
-No iba a hacerlo –musitó-. Dudo que te hayas mirado a un espejo, pero te veías como la mierda, necesitas dormir.
Silencio. Volví a restregarme los ojos, pasando, disimuladamente, mis dedos en el sitio en el que tenía las ojeras. Ya no sentía tan hundida esa parte de mi rostro.
-Gracias –murmuré-. Y sí, comeré algo, porque muero de hambre.
Él sonrió, con cierto alivio en su rostro. Parecía que creía que me había comenzado a sumir en uno de mis momentos “Triple A”: Autodestructivo Autista Ansioso.
-Lo que te dimos con Mike es bastante fuerte, ¿prefieres comer aquí?
Estuve a punto de negar, cuando me puse de pié, sintiendo cómo todo el cuarto daba vueltas y cómo el piso se desvanecía bajo mis pies. Me apresuré a afirmarme en la cabecera de la cama.
-Te lo traigo ahora –dijo Tré, con algo de risa, al verme intentando enfocar la mirada.
-Gracias –musité-. ¿Me llevas al baño antes?
Tré rió.
-Por supuesto.
Me tomó por debajo del brazo, haciendo que apoyara buena parte de mi peso en él. No pareció molestarle… En especial porque estaba más delgado de lo usual. Ok, sí estaba entrando en un momento “Triple A”… Aunque no había llegado a lo ansioso.
-¿Puedes hacer solo? –me preguntó, abriendo la puerta del cuarto de baño, soltándome.
Cuidadosamente, di un paso. No me caí, pero aún sentía cómo todo daba vueltas.
-Sí, sí puedo –musité, parándome frente al retrete-. ¿Cierra la puerta?
Nuevamente riendo, Tré se fue, cerrando la puerta tras de sí, dejándome a solas…
Permitiéndome maldecir. Debido a lo que sea que me habían dado, no había logrado recordar nada de Adrienne… Y mucho me había costado armarme del valor necesario para intentarlo.
-Tendré que intentarlo de nuevo –musité.
Pero sabía que no podría. Era muy doloroso recordarla a ella y a todo lo que sentía en esos momentos. De hecho, la única vez que me permití pensar en ella, después de su muerte, bastó para que perdiera el control, causando que fumara, bebiera y destrozara la habitación de invitados, en la cual, como ya dije, dormía. Fue por eso que acepté el ofrecimiento de mis suegros de cuidar a los niños hasta el funeral, y era por eso que tampoco había podido ir al funeral con todos los familiares, sino que tuve que tomar un bus que iba a otro funeral e infiltrarme entre ellos.
Terminé mis necesidades y jalé la cadena, dirigiéndome al lavabo, donde, tras lavarme las manos, me afirmé, mirando fijamente el piso. No me sentía capaz de enfrentarme a mí mismo. Nuevamente, me sentía una mierda.
En otras circunstancias, al hacer esto por las mañanas, Addie entraría al baño, preocupada, sin decir nada. De algún modo, yo me daría cuenta de su presencia y lograría levantar la mirada, mas no me vería a mí: Vería únicamente a mi esposa, parada detrás de mí.
-¿Estás bien? –me preguntaría.
Como de costumbre, yo negaría, pero no añadiría nada más. Ella suspiraría, se me acercaría y me abrazaría, estrechamente. Yo sonreiría levemente y, recién ahí, podría mirarme al espejo. Siempre había sido así.
Pero eso había acabado. Ella ya no estaba. Nunca más lo estaría.
Me pareció sentir cómo todo daba vueltas. Era como si mi yo-interno se cayera… Y ya no había nadie que pudiera reincorporarlo.
-Billie, ¿estás bien? –me preguntó Tré, devolviéndome, rápidamente, a la realidad.
-Sí… Creo que lo que me diste aún hace efecto –murmuré-. ¿Qué era?
-Un somnífero cualquiera. El problema es que no sabíamos cuánto darte. La dosis normal, para una persona que esté bien con su peso, es una píldora… Te dimos eso, pero luego recordamos que tú eras más bajo y más flaco –explicó, abriendo la puerta y entrando. Habría preferido que no lo hubiera hecho: Se notaba a la legua lo mal que estaba-. ¿Todavía quieres comer?
Iba a negar, pero preferí no hacerlo. Si me rehusaba a comer, se iba a preocupar más e iba a terminar internándome en un hospital, únicamente para ponerme suero.
-Yep –respondí.
Nuevamente, Tré me tomó por debajo del brazo, y me llevó de vuelta a la pieza, en cuyo velador había una bandeja con dos platos de comida y dos vasos de Coca-Cola. Supuse que Tré no había comido o que quería repetirse, por lo que me limité a dejarme caer en la cama, acomodarme y tomar un plato. Tré sonrió al ver que comía y se sentó a los pies de la cama, sin tocar la comida, conteniéndose de reír al verme comer tan desesperadamente. Era lasaña, mi plato favorito… Aunque esta tuviera carne, pero me dio igual.
-¿Cuándo fue la última vez que comiste algo? –me preguntó.
Me encogí de hombros, tomando un sorbo de bebida.
-Creo que anoche –mentí. Les había hecho la cena a los niños y no había comido nada.
A los pocos momentos, ya había terminado mi plato de lasaña. Fue ahí que comprendí que el segundo plato también era para mí. Sonriendo levemente, lo tomé y me lo comí, para luego tomarme el segundo vaso de Coca-Cola de un sorbo.
-¿Estás bien ahora? –me preguntó Tré, una vez ya finalizado mi segunda cena, ante lo que asentí- Bien.
Silencio.
-¿Qué te había pasado en el baño? –me preguntó, en un tono delicado de voz.
Negué.
-El hambre me estaba ganando –inventé. Nunca le dije a Addie el porqué me sentía tan mierda algunos días, y nunca se lo diría a nadie-. ¿Cómo están los niños?
Tré se encogió de hombros.
-Mantuve a Joey distraído con un perfeccionamiento de batería y a Jake con los videojuegos… No sabría decirte si están bien o mal –se explicó-. ¿Ya lloraste?
¿Realmente me estaba preguntando si ya había llorado?
-Menos mal que me conoces –ironicé-. Sí, ya lo hice.
Él negó.
-Me refiero al llanto de “ok, lo superaré” –especificó-. ¿Lo hiciste?
Me quedé callado. Si era honesto y decía que no, Tré iba a preocuparse más aún. Si mentía y decía que sí, no me creería. Y, para empeorar la situación, el baterista estaba esperando una respuesta.
-No –admití-. Pero no te preocupes, ya voy a eso.
-Mentiroso -dijo la voz de una de mis conciencias, conciencia que solía adoptar la voz de Adrienne-. Falta bastante para que llegues a eso. De hecho, no llegarás a eso hasta que sepas exactamente el porqué Adrienne se mató.
-¿Cómo va a descifrar el porqué se mató si no logra concentrarse en nada? –contestó otra de mis conciencias, la cual adoptaba la voz de Mike- Deberías estar poniéndole atención a Tré, ¿no ves que estás a un paso de que te manden al hospital a que te nutras?
Me despabilé.
-¿Las radios te hablan? –inquirió Tré, al percatarse de que volvía a mirarlo de verdad. Asentí, intentando disimular lo mucho que me molestaba que él y Mike llamaran “Radios” a mis “conciencias”. La verdad era que había una posibilidad de que fuera esquizofrénico, pero eso no me importaba. Eran más que radios que sintonizaba de vez en cuando, y punto- ¿Molestan mucho?
-No, y no me trates como a un niño esquizofrénico –mascullé, cruzándome de brazos.
-Lo siento, pero sabes que no puedo entrar en tu cabeza.
Silencio. Decidí que era el momento de deshacerme de Tré, por lo que fingí un bostezo descomunal. Suspirando, se paró.
-Te dejo dormir –murmuró.
Tomó la bandeja con los platos y vasos y se dirigió a la puerta.
-Dile algo agradable o te vas a sentir culpable después –me dijo la conciencia-Adrienne. Debido a ello, dije:
-¡Hey, Tré! –Él se volteó.- Gracias por todo, de verdad.
-De nada, para algo están los amigos. Cualquier cosa, me despiertas, Ruri no se quedará aquí esta noche.
Y salió de la pieza, apagando la luz tras de sí.
Sin embargo, no pude dormirme. De hecho, con suerte si lograba “apagar” mis pensamientos por más de dos minutos. Había dormido demasiado en la tarde, por lo que mi insomnio había vuelto. Así pasaron las horas.
-Ni siquiera lo estás intentando, quieres recordar algo importante –susurró una voz a mi lado, repentinamente, cuando ya eran cerca de las tres de la mañana-. Duérmete de una vez.
Un escalofrío recorrió mi espalda. ¿Estaba soñando?
-No, no estás soñando –susurró.
Sabía que sonreía.
Aturdido, intenté estirarme, para alcanzar la lámpara. Me sorprendí al darme cuenta que no podía moverme. De hecho, lo único que pude hacer fue abrir los ojos, para mirar la oscuridad de la habitación.
-¿Por qué tan callado? –me preguntó la misma voz- ¿Te asusté?
-Addie… -intenté responderle, pero la voz no me salió. De hecho, con suerte logré decir “A”.
Comencé a desesperarme. ¿Por qué no podía moverme? Histérico, comencé a balancearme de un lado a otro (o sea, a intentarlo).
-Bueno, mejor me voy –susurró ella.
-¡NO!
En lugar del grito que quería soltar, salió un susurro. Pero eso daba igual. Había logrado moverme, para quedar mirando en la dirección donde ella debería haber estado… Pero no lo estaba. No había nadie.
Histérico, me salí de la cama, para dirigirme al cuarto de Tré, cuya puerta toqué, desesperadamente, para que, al abrirse, me encontrara con un adormilado Tré.
-¿Qué pasó? –me preguntó, extrañado y preocupado.
-¿Qué me diste? –inquirí, sin molestarme en intentar controlarme.
-Un somnífero cualquiera, ya te dije –respondió, más extrañado-. ¿Qué pasó?
Negué.
-No tengo idea qué me diste, pero tiene efectos secundarios –murmuré.
Tré alzó una ceja.
-Sus efectos secundarios son dormir de más, náuseas y dolores de cabeza. Dudo que tengas alguno de esos –farfulló.
-¡Aluciné con Addie recién! –exclamé, perdiendo el control.
La extrañeza de la cara de mi amigo desapareció, dejando así, únicamente, a la preocupación.
-¿Qué?
-¡Eso mismo! Estaba intentando dormir y de pronto la escuché hablándome… Y no podía moverme y…
-¡Wow! Billie, ¡no estabas alucinando! –me interrumpió Tré, con un evidente alivio en su voz.
-¿Ah, no? –Ahora era yo el extrañado.
-¡No! ¿Nunca has escuchado de la parálisis del sueño?
Alcé una ceja, mientras intentaba recordar el término. No lo logré.
-¿Y eso qué mierda es?
-Lo que te acaba de pasar –respondió-. Escuchas voces cercanas a ti, o ves cosas, o sientes que te tocan o atacan, todo eso sin poder moverte. Relájate: Es normal. A todo el mundo le pasa alguna vez en su vida.
Asentí, un tanto más relajado.
-¿Qué te decía? –me preguntó, ante lo que negué.
-Me decía que me durmiera de una puta vez –respondí, con una pequeña sonrisa, que borré al instante-. Nunca me había pasado.
Tré asintió, levemente.
-Dudo que te pase de nuevo, pero, ¿quieres dormir aquí?
Un lado de mí (supongo que mi gay-gallina interno) estuvo a punto de aceptar, mas me contuve. No estaba seguro, pero creía que mis pesadillas se manifestaban de modo físico cuando eran demasiado para mí… Y así eran todas las pesadillas que tenía últimamente si no estaba bajo medicación.
-No, no te preocupes… Perdón por despertarte.
-No hay problema.
Y me devolví a la habitación.

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