Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

miércoles, abril 20, 2011

Rest - Capítulo Cuatro: Pesadillas.


Al notar que el cuarto estaba demasiado oscuro como para que fuese de día, me tapé aún más con las mantas de la cama, tras lo que me moví, en busca del cuerpo que me había acompañado desde hacía quince años. No obstante, no la encontré, por lo que volví a abrir los ojos, aturdido. ¿Por qué Adrienne no estaba durmiendo?
Aún extrañado, me salí de la cama matrimonial y caminé hasta la salida de mi habitación. El camino que, normalmente, recorría en tres zancadas, se hizo eterno. Pero no me importó. Sólo quería llegar a la puerta.
Sin embargo, cuando ya tenía el pomo en mi mano, me di cuenta que me daba demasiado miedo salir. Algo terrible había ocurrido, y lo sabía. Armándome de valor, abrí.
En lugar de encontrarme con el pasillo color crema de mi casa, me encontré con paredes de color rojo sangre. Comenzando a asustarme, bajé la mirada, para encontrarme con una sombra extraña. Curioso, levanté la mirada, para encontrar que Jake estaba colgando por el cuello de una soga, la cual bajaba desde el techo. Un fuerte escalofrío recorrió mi espalda. ¿Qué ocurría?
-Debo encontrar a Addie –susurré.
Fue así que eché a correr en dirección al primer piso.
Mala idea: En lugar de la escalera, me encontré con Joey, inconsciente, con un frasco de píldoras a su lado. Conteniéndome de gritar, me volteé. Estaba a salvo en mi habitación, nunca debí haber salido. Fue por ello que me devolví a ella.
Pero, una vez dentro, no me encontré con la misma pieza de la que había salido. La pieza de la que había salido, estaba vacía, sin contar la cama. Sin embargo, aquí se encontraba Addie en el suelo, con los brazos bañados en sangre, debido a los dos cortes que tenía en las muñecas, dos cortes que se había hecho con el cuchillo que sujetaba firmemente en su mano derecha.

-¡MIERDA! –exclamé, abriendo los ojos y sentándome en la cama.
Fue un alivio ver que ya había luz filtrándose por la cortina, además de darme cuenta que no estaba en mi casa, sino que en una habitación de la casa de Tré. Había sido una pesadilla, nada más… Qué importaba que fuera la misma que ya llevaba días repitiéndose, sabía que no era real.
Al mismo tiempo que mi pulso y mi respiración comenzaban a volver a su ritmo habitual, escuché rápidos pasos dirigiéndose a mi habitación, rápidos pasos pertenecientes a Tré, quien irrumpió en la pieza, nervioso.
-¡¿Qué pasó?! –inquirió, mirándome fijamente con sus ojos azules que, en ese momento, se encontraban sobre dos ojeras. Al parecer, no había dejado dormir bien a mi anfitrión, lo que causó que me diera un leve sentimiento de culpa.
-Nada –susurré; dudaba ser capaz de controlar mi voz-. Sólo… Fue una pesadilla.
Algo en mi expresión le reveló que era más que una simple pesadilla, como las que tenía antes de la muerte de Addie. Sin embargo, no me preguntó nada, lo que le agradecí en silencio; no me sentía capaz de contársela. Después de todo, a la única persona con quien me atrevería a hablar al respecto ya no estaba.
-Veo que lograste dormir después de la parálisis –musitó, al ver que mi respiración seguía un tanto agitada. Estaba seguro que intentaba distraerme, pero no me importó.
Asentí.
-Me costó, pero lo logré como a las cinco. –Alzó una ceja.- ¿Qué?
-Son casi las siete; te aviso que no dormiste nada.
Hice una mueca.
-Estoy acostumbrado –admití, cosa de la que me arrepentí al instante: La preocupación de Tré se hizo más evidente aún… Si es que era posible-. ¿Dormiste algo o debo sentirme culpable?
Sonrió, levemente.
-Dormí más que tú, no te preocupes por mí –respondió-. En fin, como castigo por asustarme, te toca hacer el desayuno hoy.
Estuve a punto de decirle que no quería comer nada, pero logré darme cuenta de que eso era una terrible idea. Tré volvería a preocuparse y demás, y terminaría obligándome a comer, después de darme un discurso acerca de lo terrible que era lo que me había pasado, pero que igual debía seguir adelante.
-Ok –dije, estirándome, aprovechando que mi respiración estaba casi normal-. ¿Hot cakes?
Mi amigo asintió, rápidamente, con una sonrisa. Aún así, estaba seguro de que, apenas pudiera, llamaría a Mike, preguntándole si era normal que gritara en mis pesadillas. Pero no quería preocuparme por eso: La pesadilla era un simple recordatorio que me daba mi subconsciente, recordatorio que decía, claramente, que debía averiguar qué había pasado.
-Idiota, quiere decir que dejes de pensar en eso –me dijo la conciencia que adoptaba la voz de Mike-. ¡¡Sigue adelante!!
Ignorándolo (o ignorándola, ya que no ignoraba a Mike, sino que a una conciencia), salí de la pieza, en dirección a la cocina. Puse a hervir el agua y me dirigí a uno de los baños del primer piso, donde hice mis necesidades, tras lo que volví a la cocina. Me sorprendí al encontrarme con Joey.
-Hola, tú –lo saludé, con una sonrisa, sobresaltándolo; no me había visto.
-Hola, papá –respondió-. ¿Qué haces despierto tan temprano?
Me encogí de hombros.
-No pude seguir durmiendo –mentí. No quería preocuparlo.
Sin embargo, mi intención fue en vano.
-¿Otra pesadilla? –me preguntó.
¿Otra? ¿Él sabía de mis pesadillas?
-¿De qué…?
-No, nada, no debí haber dicho nada –murmuró.
-Joey…
Mi hijo mayor suspiró. Se notaba que llevaba un buen tiempo queriendo hablar del asunto.
-Te escuché el otro día –musitó, un tanto avergonzado-. Hablabas entre sueños… Sonabas demasiado asustado.
Asentí, abochornado. No sabía qué decir. Mi hijo lo notó.
-Pero… Estarás bien después de un tiempo, ¿no? No va a ser permanente.
Sonreí, levemente.
-Por supuesto que es temporal, Joey. Me pasó algo parecido después de la muerte de tu abuelo –musité.
Ok, otra cosa importante de mi persona. Tengo una tremenda facilidad de estirar la verdad. Decir que me había pasado algo parecido era irse por las ramas. Para empezar, cuando murió mi padre, al principio no soñaba. De hecho, no soñé por meses, hasta que, un día, soñé con un buen momento que había pasado con él. Las “pesadillas” que tenía por ese entonces eran estando despierto, y tampoco eran tan terribles. Eran, más que nada, momentos en los que me preguntaba el porqué no había aprovechado mejor el tiempo con mi padre, momentos en los que me preguntaba cómo habría sido encontrarme yo con el cuerpo…
-Estaré bien –añadí, intentando apartar estos pensamientos de mi mente-. En fin, ¿planeas presentarme a tu novia algún día o no?
Justo lo que necesitaba: Mi hijo palideció al instante, olvidándose de mi pesadilla al instante.
-¿De qué hablas? –preguntó, en un mal intento de disimular la verdad.
-De tu novia. Vamos, te he visto con ella cuando me tocaba irlos a buscar al colegio, y te escuché hablando con ella por teléfono ayer –me explayé.
Se sonrosó.
-¿No te molesta? –me preguntó, tímidamente.
-¿Por qué habría de molestarme?
-Por mamá…
Ahí lo comprendí.
Addie había sido el amor de mi vida, y la había perdido para siempre. Probablemente, Joey sentía culpa por sí tener a alguien, por lo que no se sentía capaz de contármelo. Suspiré.
-Joey, eso no interfiere en mi mayor prioridad: Quiero que tú y Jake sean felices –dije, seriamente-. Sí, perdí a Adrienne, pero eso no quiere decir que sea incapaz de ver a una pareja feliz nuevamente.
-¿De verdad?
-De verdad.
Sonrió.
-Gracias.
-Cuando quieras… Ahora… Haré el desayuno y tú te pondrás a pensar cuándo la conoceré, ¿ok? –Mi hijo asintió.- Excelente.
En fin, hice los hot cakes y serví las bebidas: Café para mí y Tré, y leche para Joey y Jake. Desayunamos todos juntos (Jake también se había despertado) y luego cada uno volvió a lo suyo (fuese esto levantarse, ver televisión o irse al sótano), para luego, varias horas después, almorzar entre todos y Mike, quien llegó a la casa a eso de mediodía. Luego los adultos conversaríamos y Mike se iría a eso de las siete, tras lo que yo me encerraría en la pieza por un rato, antes de lograr fingir estar bien ante todos, nuevamente.
Esa fue la rutina que comenzó a llevarse a cabo en la casa de Tré, durante varios días. Y, probablemente, seguiría llevándose a cabo hasta el día de hoy, de no ser por lo siguiente:
Había pasado una semana y, nuevamente, había tenido una pesadilla. Sin embargo, ya no gritaba despertando a todos; había logrado controlarlo…
No obstante, al despertar, no me encontraba solo en mi habitación: Había alguien a mi lado… Y ese alguien era la única persona que no podía estar ahí.
-Genial, tengo parálisis del sueño de nuevo –mascullé, molesto, al ver a mi difunta esposa observándome, de pié, a mi lado.
-Si fuera así, no podrías hablar, ¿sabes? –susurró, acariciándome el rostro- ¿No que querías averiguar qué me pasó?
Sentí un escalofrío recorriendo mi espalda: Sentía su tacto. Era frío, demasiado, como si hubiese lavado muchos platos con agua fría. Pero el frío me daba igual: Era ella.
-Sí quiero –susurré, poniendo mi mano sobre la suya-. Addie, te extraño, te necesito…
Sentí cómo las lágrimas comenzaban a brotar de mis ojos. No podía creer que la tenía a mi lado, no podía creer que estaba tocándola.
-Bueno, tú sabes lo que tienes que hacer –susurró.
Acercó su rostro al mío…
Estuve a punto de inclinarme hacia ella…
… Cuando abrí los ojos. Ella ya no estaba. Había sido una pesadilla: Me había dado lo que quería, para quitármelo, bruscamente. Pero bueno, necesitaba eso para darme cuenta de algo: No estaría tranquilo hasta averiguar qué había pasado. En otras palabras: Era hora de volver a mi casa.
Secándome las lágrimas, me volteé en la cama y me quedé ahí, despierto, con la ingenua esperanza de que Adrienne volvería si me quedaba consciente.
¿Por qué nunca pensaba las consecuencias de mis actos?

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