Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

miércoles, abril 20, 2011

Rest - Capítulo Cinco: Recuerdos.

Aquella mañana mis ojeras se habían superado a sí mismas. Y, para empeorar la situación, tenía los ojos rojos, como si hubiera llorado toda la noche. Malditas pesadillas.
-Tré se dará cuenta de esto –musité, mirándome fijamente en el espejo del baño, analizando la zona púrpura y hundida bajo mis ojos.
-Sí, tienes razón –concordó la Conciencia Mike-. Lávate bien la cara.
Le obedecí… Bueno, me obedecí. Era parte de mi subconsciente, así que, en realidad, aquel consejo era lo que yo estaba pensando.
Sin embargo, tras lavarme con demasiada agua, afeitarme, lavarme de nuevo, ducharme y lavarme unas tres veces más, el cambio no era mucho. Mis ojos estaban menos enrojecidos, mas las ojeras se notaban más. Me arrepentí de haberme afeitado, ya que la incipiente barba podía haber ocultado la verdadera longitud de las ojeras. Desesperado, busqué maquillaje en el botiquín del baño de Tré. Tenía entendido que a veces Ramona y Lissea se quedaban en la habitación, por lo que podía haber algo. Sonreí al encontrar base y delineador.
-¡No te pongas directamente! –me alertó la Conciencia Mike- Revisa si es de tu tono.
-Que sea de Ramona, que sea de Ramona –murmuré; Lissea era un poco más morena que yo.
Para mi suerte, parecía ser de Ramona, ya que la diferencia con mi piel apenas se notaba. Apliqué un poco de base en las ojeras y la esparcí hacia el resto de mi rostro, levemente, para “difuminar” el efecto.
-Que gay eres –comentó otra de mis conciencias, que solía adoptar la voz de Alan, mi hermano mayor.
Palidecí, rápidamente. Acababa de recordar algo un tanto importante.
-¿Qué día es? –me pregunté, delineándome, lo más rápido posible, con la intención de desviar la mirada de mis ojeras a los ojos.
Aún preguntándome esto, me devolví a mi habitación, donde me vestí con una camisa negra y un pantalón negro, además de unas converses clásicas, para luego salir de la habitación, corriendo hacia el primer piso.
-Billie, ¿qué pasa? –me preguntó Tré, extrañado, desde la cocina, donde preparaba el desayuno.
-Tré, ¿a cuánto estamos? –inquirí, dirigiéndome al calendario de todos modos. Para mi desgracia, tenía todo el mes de octubre, por lo que no decía un día en específico.
-Eh… A veinticinco –respondió, extrañado por mi reacción. Maldije, devolviéndome a la pieza-. ¿Qué ocurre?
-El Clan Armstrong viene de visita, mamá los convocó para “darme apoyo” –me expliqué, corriendo, ignorando cómo Tré me seguía-. Si me ve de negro se preocupará más aún.
Mi amigo rió, levemente.
-Billie, no te has dado cuenta, pero no has usado nada a color desde que…
Se calló, arrepentido de haber comenzado la oración, pero no me importó. Estaba demasiado ocupado buscando algo que no fuese negro. Fue ahí que recordé que sólo había comprado ropa negra. Mi amigo tenía razón.
-Mira, ahí tienes tu excusa –musitó la Conciencia Mike.
Tenía una línea de pensamiento bastante rara. Demasiado. Fue por eso que tardé un poco en comprender a qué se refería con esas palabras.
-Tengo que ir a mi casa –murmuré, volteándome hacia Tré.
Al fin algo salía bien. Ahora no había nada que Tré pudiera hacer para que yo no fuera.
-¡¿QUÉ?! –inquirió, abriendo mucho los ojos.
Obviamente, mi amigo no había hecho mis razonamientos, por lo que consideraba una total idiotez que yo quisiera ir.
-Tré, mi mamá y mis hermanos van a llegar allá –me expliqué-. Todavía tengo que limpiar mi pieza, ordenar todo para que no parezca que huí de ahí, arreglar el timbre y los teléfonos, y encontrar ropa que mi madre encuentre adecuada.
Mi amigo alzó una ceja.
-¿No puedes decirle que has llevado un luto normal?
Reí, irónicamente.
-Cuando papá murió, ella estuvo de luto, con suerte, una semana y luego siguió con su vida…
-¡Porque no tenía otra opción! ¡Tenía que mantenerte a ti y a todos los que aún no se habían ido de la casa! –exclamó, con tono de obviedad.
Revoleé los ojos.
-Si no hubiera sido así, habría hecho lo mismo de todos modos, y lo sabes –mascullé-. Tranquilízate, estaré bien.
Tré me miró con preocupación.
-¿Estás seguro de que podrás ir, ordenar y… volver?
Silencio. El modo en qué había dicho “volver” dejaba en claro que temía que los recuerdos y el dolor fueran mucho para mí…
Lo cual era más que factible. No tenía idea si aguantaría estar en mi hogar sin sucumbir. Tanto Tré como yo sabíamos que había una gran posibilidad de que nunca saliera de ahí… No por voluntad propia.
-Vas a lograrlo –me dijo la conciencia que adoptaba la voz de Addie-. Sabes muy bien que necesitas salir de ahí para resolver el rompecabezas.
Era verdad.
-¿Pero si te frustras? Ahí sí que no saldrás.
“Mike” también tenía razón…
-Volveré –dije, firmemente, intentando mostrarme más seguro de lo que en verdad estaba-. Joey y Jake me necesitan.
Tré asintió, pensativo, no del todo convencido. Algo me decía que no me dejaría ir solo.
Y así fue.
-Te voy a dejar y te esperaré afuera –murmuró.
Bueno, al menos entendía que quería entrar solo.
-No hace falta –musité.
-Sí, sí hace. No pienso prestarle mi auto a alguien que apenas duerme y que tiene que usar el maquillaje de mi ex esposa para camuflarlo…
Maldije en mi mente.
-De tu hija –lo corregí, avergonzado. Me había descubierto.
-¿Ramona se maquilla? –Revoleé los ojos. Era más que obvio, ya tenía casi quince años y era hija de un sujeto que utilizaba maquillaje a escondidas desde el día en que se fue de la casa.- Ok, ok, no sabía. El punto es que te voy a ir a dejar y te esperaré. Si no sales en una hora, entraré a buscarte, ¿de acuerdo?
Suspiré. No quería que me acompañara.
-Puedo ir a pié. –Tré abrió mucho sus ojos, como si acabara de decir una locura.- Vamos, lo he hecho, y estando ebrio.
El baterista asintió, recordando aquellas veces que, en búsqueda de un escape de mis problemas, bebía y salía a caminar, terminando en su casa o en la de Mike.
-De acuerdo… Pero quiero que cuando llegues allá me llames. Iré una hora después de eso y tocaré el timbre de tu casa, el cual contestarás. Si no lo haces, entraré a buscarte.
Todo eso lo dijo lentamente, como si le hablara a un retardado. O como si fuera un general explicándole todo a un soldado. El punto es que me limité a asentir, demostrando total comprensión y aceptación a sus instrucciones.
-Descuida. Te llamaré apenas llegue y logre conectar el teléfono.
Tré asintió, aún un tanto preocupado.
-¿Vas a desayunar?
Por primera vez en días, decidí hacer lo que quería: Negué.
-Voy a ir a ver una pieza llena de sangre, ¿recuerdas? –murmuré- Prefiero ir con el estómago vacío… De hecho, les aviso a los niños y me voy.
Y eso hice. Fui al cuarto de Jake (quien estaba despierto), le avisé que iría a revisar la casa y que le dijera a su hermano y me fui.
No había recorrido ni dos cuadras cuando me di cuenta de lo mucho que había extrañado el aire fresco; no había salido ni una sola vez desde que me instalé en la casa de Tré. Con una sonrisa, comencé a respirar, profundamente, aflojando el paso. No hacía falta que fuera tan rápido.
… Corrección: No quería llegar tan rápido. Llegar rápido significaba ver el lugar más rápido… Y ver el lugar más rápido significaba que sabría, finalmente, si aguantaría o sucumbiría.
Fue gracias a ello que, tras una hora de caminata, recién había llegado. Reí, levemente, al recordar la última vez que me había sentido así de nervioso camino a mi hogar. De hecho, la única vez:
Había sido hace más de once años. Con Addie acabábamos de enterarnos de que Jakob venía en camino y, debido a ello, decidí que lo mejor era que nos mudáramos a una casa más grande, en la que cupiéramos todos, con más comodidades que las que teníamos. Después de todo, ¿quién nos aseguraba que no llegaría alguien más a la familia?
Fue así que terminé recorriendo casas por mi cuenta. Quería que fuera una sorpresa… Mejor dicho, quería tener algo seguro antes de avisarle a mi esposa. Fue así que terminé dirigiéndome a mi actual casa en el auto, para quedarme mirándome desde afuera por horas, ansioso. ¿Qué pasaba si el interior no era tan lindo como el exterior? ¿Qué pasaba si la que yo consideraba la casa perfecta no era la casa perfecta para Addie?
Bueno, ya sabemos cómo terminó eso: Tras largos minutos fuera (casi una hora), me atreví a entrar y encontré que el lugar era maravilloso. Sin más, me devolví a donde vivía con Addie en esa época, a darle la noticia.
Pero volvamos al presente: Me encontraba en la esquina de la cuadra, con la llave en mi mano. Habían pasado once años desde aquel día y Addie ya no estaba. Ya no soñaba con una familia, la había tenido. Ya no temía por la reacción de mi esposa ante lo que encontraría en el interior: Temía por la mía.
Nervioso, con las piernas flaqueando, di un paso… Y otro… Ya tenía el portón frente a mí… Quité el seguro…
Bastó con entrar para sentir cómo todos los recuerdos afloraban en mi mente. Joey despidiéndose de mí en su primer día de escuela… Jakob dando sus primeros pasos junto al árbol que había frente a la casa… La expresión de Adrienne al ver la casa por primera vez…
Su expresión cuando yacía en el piso de la habitación, muerta…
Aparté ese pensamiento de mi mente: No podía sucumbir, no ahora. Tenía mucho que hacer. Con ello en mente, crucé el sendero y llegué a la puerta principal, la cual abrí, lentamente. Luego, como si fuese lo último que haría en mi vida (bueno, era una posibilidad, podía colapsar y quedar mal para siempre), la atravesé.
No había vuelta atrás: Estaba dentro.

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