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Prólogo

viernes, marzo 11, 2011

Wake me up when September ends - Capítulo 16: Triump BLEEDS into BLISS.



-¡Sarah, espera!
¿Desde cuándo ella caminaba tan rápido y yo tan lento? Era como una pesadilla. De hecho, no me extrañaría de ver a mi campo de centeno. Mi mente debía estar engañándome, esa era la única explicación. ¿O era posible que la salida de la fiesta a la calle hubiese sido tan larga y difícil? ¿Era posible que me hubiese costado tanto llegar a la esquina siguiente, por la cual ella había doblado?
Tomando más aire, aceleré el paso, intentando ignorar la presión en el pecho, que ya no sabía si era un signo de ansiedad o si era causado por la carrera. Y, finalmente, la alcancé.
-Sarah… –susurré, ya a su lado, intentando recuperar el aire- Por favor, déjame explicarte…
-¿Explicar qué? –Inquirió, volteándose hacia mí.- ¡Supiste esto todos estos años, y no hiciste nada! ¡Igual te casaste con Adrienne, igual tuviste hijos con ella, igual fuiste incapaz de intentar recuperarme o de…!

La tomé por ambas muñecas, en un intento de detener su creciente ira.
-Sarah, yo supe todo recién en 1999. En ese entonces, no sabía dónde estabas, pero más tarde supe que ya estabas con Mike. Luego te vi con él, y te vi feliz. ¿Qué derecho tenía yo de arruinar esa felicidad?
Negó.
-Puedo entender eso. Lo que no entiendo es cómo pudiste seguir adelante tan rápido, lo que no entiendo es el cómo, si es que me amabas tanto, pudiste seguir con tu vida tan rápido.
Le sonreí
-Pude seguir porque después de mi cuasi-suicidio no me quedó otra opción, ya que muerto no le servía a nadie, y así iba a terminar si seguía como estaba.
Su rostro palideció, y, gracias a la luz que había junto a nosotros, pude ver cómo sus ojos se desorbitaban un poco. Me soltó, bruscamente.
-Estás mintiendo.
Abrí mucho los ojos.
-¿Qué? ¡No!
-Sí, estás mintiendo: Recibiste todas mis cartas, por eso sabe que eso me ablandaría y, obviamente, no intentaste matarte. No eres tan idiota como para eso.
Sonreí, y negué.
-Jesus me dejó algo en su testamento –comencé.- Era una caja. Y ahí al fin pude leer todas tus cartas. Cuando supe que casi te mataste me sentí horrible… En especial porque sé exactamente cómo se siente. De hecho, creo que yo llegué más lejos que tú. –Su mirada pasó de enojada a asustada.- Ingresé al hospital sin respirar. Mi madre quiso matarme ella misma cuando se enteró.
Me miró fijamente.
-Eres un idiota mentiroso –murmuró.
Pero supe que no lo decía en serio.
-No. Soy un idiota que promete nunca mentirte –susurré.
Sentí un calor expandirse en mi interior al ver que me sonreía. Y el calor no tardó nada en convertirse en un impulso, que ardía, que quemaba. Sentía una presión en el pecho… ¿Qué estaba causando todo esto?
Fue ahí que la miré a la cara… Y mi mirada se desvió inmediatamente a sus labios. ¿Acaso quería besarla?
Me regañé mentalmente: Estaba casado y feliz con mi familia. No iba a arruinar todo por algo tan estúpido como un beso.
Claro que yo no sabía lo que Sarah diría:
-¿Alguna vez te dije que, aún después de verte con Fran, te seguí esperando?
Tres palabras. Sólo necesitaba esas tres últimas palabras. Sintiendo cómo el calor se expandía por todo mi cuerpo, nublándome la vista y la razón, me acerqué a ella, con cuidado, temiendo el rechazo… Pero éste no llegó. Lentamente, junté mis labios con los suyos, y fui incapaz de seguir: Sentía demasiadas cosas como para atinar a mover mis labios… Pero Sarah, aparentemente aún en posesión de sus capacidades cognitivas, comenzó a darle ritmo al beso. Y eso bastó para que yo la abrazara, y le diera inicio al beso que tanto había necesitado desde la última vez que había probado sus labios, hacía ya doce años, nueve meses y unas tres semanas. Sentí ganas de llorar, mas las aplaqué al darle más intensidad al beso, acariciándole la espalda, el cabello, sintiendo como ella acariciaba mi espalda y mi cintura…
No sé cuánto rato pasó, sólo sabía que quería paralizar el momento y así evitar su fin. No quería irme a casa, no quería que ese beso fuera el de las buenas noches, el del adiós… Pero, cuando llegó a su fin (es decir, cuando Sarah se separó), supe que eso es lo que era.
-Adiós, Billie Joe –susurró.
-Adiós, Sarah.
Me miró un par de instantes con sus hermosos y brillantes ojos azules, y se fue, dejándome solo en medio de la calle, tiritando levemente y sintiendo un montón de emociones y de cosas extrañas a la altura de mi estómago. Triunfo sangrando en dicha… Y dicha llorando angustia…
Tras quedarme un buen rato quieto, me di cuenta que había seguido a Sarah hasta mi auto. Limpié la única lágrima que había rodado por mi mejilla, y subí, respirando profundamente, intentando ignorar el incómodo cosquilleo que se expandía desde mi estómago, e intentando no sucumbir ante el ardor de mis ojos y el nudo en mi garganta. Y aún respirando profundamente, inicié el largo trayecto a mi casa, intentando no pensar, intentando no sentir…
Pero no lo logré. Tuve que detenerme varias veces, causando que el trayecto me tomara casi dos horas. Ya eran alrededor de las once de la noche cuando me bajé del auto, y tuve que afirmarme en el capó y respirar profundo por un buen rato, antes de verme capaz de entrar a la casa.
No se imaginan lo aliviado que me sentí al ver que todas las luces estaban apagadas. Addie debía estar durmiendo, así que no debería darle ninguna explicación esa noche. Como no me sentía capaz de verla a ella o a los niños, fui a la cocina, saqué una cerveza y bajé al sótano, donde abrí la cerveza, para dejarla sobre la mesa de centro y dirigirme a la zona de grabación, que era totalmente a prueba de sonido. Cerré la puerta tras de mí, y, tras inhalar grandes cantidades de aire, grité:
-¡BESÉ A SARAH, MIERDA!
La sensación de alivio aumentó. Decirlo en voz alta lo convertía en un hecho, por lo que mi cabeza dejaría de preguntarse si era real cada dos segundos. Y sin siquiera considerar que estaría más cómodo en el sillón, me tiré de espaldas al suelo, estirando mis brazos y piernas, volviendo a respirar profundamente. Lentamente, sentí que la sensación de ansiedad desaparecía… Para ser reemplazada por incredulidad.
¿Qué mierda había ocurrido en San Francisco? No entendía. De verdad que no. ¿Cómo era que los sucesos de esa noche se habían ordenado de esta manera? ¿Cómo era que en mi cabeza había parecido una buena idea besar a Sarah? ¿Y cómo era que ella no me había detenido?
¿Por qué no me estaba sintiendo culpable? Estaba casado, tenía dos hijos, tenía una familia, tenía la vida perfecta. No necesitaba nada más, todo estaba bien así…
Llevé una mano a mis labios, y no pude evitar que una sonrisa los curvara: La había besado. La había tenido en mis brazos. Me había sentido mejor que en mucho tiempo. Me había sentido completo.
No pude evitar recrear el beso en mi mente, causando que volviera a sentir un calor recorriendo todo mi cuerpo. Recién ahí me di cuenta que seguía con chaqueta, así que me paré y me dirigí de vuelta a la otra zona del sótano, donde dejé mi chaqueta y le di un sorbo a la abandonada cerveza, intentando ignorar una nueva sensación.
Me sentía aturdido… Tan aturdido como si hubiera chocado con algo, y que la colisión principal hubiese sido en mi cabeza. De hecho, comencé a escuchar una especie de zumbido en mis oídos…
Y ese zumbido comenzó a crecer. Y la presión en mi pecho reapareció, más fuerte que en mucho tiempo, causando que me pusiera a temblar y a respirar agitadamente.
Sabía lo que tenía que hacer. Tomé uno de mis tantos cuadernos (tenía uno ahí, otro en la pieza y otro en el estudio que tenía la computadora, los libros, el escritorio y demás), saqué el lápiz que guardaba en la espiral y comencé a escribir, rápidamente. Terminé bastante rápido, y, tras releer la letra, solté una maldición…
El amor conquista cada vez cuando dos corazones colisionan. Tú eres la tarjeta en mi Valentín y los corazones de dulces en mi mente. Y el amor real es la regla, y no eres la tonta de nadie. El barco viene hacia la luz y era amor a primera vista. Nena, nena, eres la luz y llama que quema en el ojo de mi mente, cuando el triunfo sangra en dicha, y lo supe desde el primer beso. Esta noche, los corazones colisionan.
Lo había intentado. De verdad que sí. Ustedes lo saben mejor que nadie. Saben todo lo que he hecho desde 1990. Saben todo lo que he pensado y sentido desde 1990, así que saben todo lo que sufrí intentando superar a Sarah, y lo feliz que era habiéndola superado…
O, mejor dicho, lo feliz que era creyendo haberla superado. Porque me había equivocado. No lo había hecho. Y nunca lo haría. Aparentemente, aún amaba a Sarah…
Aunque… podía ser sólo un lado de mí. Podía ser que en realidad amaba a Addie, pero estaba confundido, porque Sarah era algo que se me había quitado antes de tiempo. Sí, eso podía ser… No, eso debía ser. Las otras opciones no me convenían… Y la única forma que se me ocurría para averiguarlo, era estando con Sarah por más tiempo, y viendo si seguía sintiendo cosas por ella…
Y esa era la única excusa que se me ocurría para estar más tiempo con ella.

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