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Prólogo

lunes, mayo 09, 2011

Rotting - Capítulo 29: La historia de mi vida.


-Tré… ¡Tré! –exclamaba, mientras lo zarandeaba bruscamente, intentando, desesperadamente, que recobrara la conciencia. Sabía que no lo haría, pero estaba en una especie de negación severa, la cual no acabaría hasta saber qué era lo que le había ocurrido- ¡Mierda, Tré, despierta!
Entrando a desesperarme más aún, busqué mi celular, tirando lejos el cigarrillo que había intentado fumar. Había sido la única forma que se me había ocurrido para recordarlo y desaparecer de la tierra por un rato, y no había resultado. Pero eso me daba igual en aquel instante en el que, dificultosamente, intentaba marcar el 911.
-Novecientos once, ¿cuál es su emergencia? –me respondió la voz de una secretaria, tras varios tonos.
-Necesito una ambulancia… Eh… Hombre de treinta y seis años desmayado… Vomitó sangre antes de perder el conocimiento –farfullé, haciendo lo que había visto en las películas y demás, al mismo tiempo que intentaba encontrar su pulso en su cuello-. Pulso débil. Por favor, vengan…
La mujer me pidió la dirección. Le dije entre qué calles quedaba la callejuela y me quedé ahí, esperando por la ayuda…
La cual llegó pocos minutos después. Los paramédicos tomaron a Tré y lo subieron a una camilla, la cual llevaron a la parte trasera de una ambulancia. Yo los seguí.
-Esto es el hígado –musitó uno de ellos, al abrirle un ojo para examinar la pupila, tras lo que revisó sus manos, las cuales se encontraban amarillentas.
-Es… ¿Es grave? –susurré, nerviosa, sentándome en el lugar que me indicaba el otro paramédico, causando que ambos intercambiaran una mirada.
-Podría ser cirrosis o hepatitis… Pero sea lo que sea, tiene que estar bastante avanzado o ser muy agudo para causar este desmayo repentino –murmuró uno, que se veía mayor, al mismo tiempo que la ambulancia comenzaba a andar, en dirección al hospital-. Necesitamos que llene este formulario.
Asentí.
No hablé en el resto del camino. Estaba ocupada observando cómo los paramédicos le ponían una mascarilla a mi… ¿Novio? No sabía si podía calificarlo como tal, pero, al menos según los papeles, lo era.
Poco rato después, llegamos al hospital, donde Tré fue admitido de inmediato. Me entregaron sus pertenencias y me dijeron que me quedara en la sala de espera mientras un médico lo diagnosticaba. Suspirando, me dejé caer en uno de los asientos y apoyé mi rostro en mis manos.
¿Por qué me pasaba eso? Era la historia de mi vida: Siempre que todo comenzaba a arreglarse, algo pasaba y destruía todo, desde mis sueños a lo que realmente estaba pasando. Por ejemplo, Tré había ido a disculparse, estuve a punto de decirle que volviéramos, y se desmayaba por una falla hepática severa.
Y ni siquiera había podido decirle que también lo amaba…

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