La casa de Adrienne estaba ordenada y limpia, muy limpia, casi tanto como la suya propia. Todos los muebles relucían y estaban dispuestos ordenadamente. No se veía ninguna mota de polvo. Sin embargo, Jenny se percató que, al contrario de la casa de Billie Joe, el lugar lucía triste y parecía que no había sonado una risa en él desde hacía un buen tiempo.
Addie se sentó en el único sofá sin plástico encima, mientras que Jenny tuvo que sentarse en uno de los otros. Se miraron fijamente un rato, hasta que la mujer rompió el silencio:
-¿De qué quieres hablar? Pero antes, dime tu nombre.
-Me llamo Jenny y... Quiero hablarte de Billie
La expresión de curiosidad que tenía Addie, desapareció, para ser reemplazada por una de asco o algo parecido.
-¿Qué quieres decirme de él? –Preguntó, despectivamente.
-Él te ama, realmente lamenta lo que te hizo –comenzó Jenny, pero Addie la detuvo con una mano.
-Ya lo sé –susurró la mujer-, pero no puedo perdonarle lo que me hizo a mí y, técnicamente, a los niños.
Jenny la miró fijamente.
-Al menos déjalo ver a sus hijos –pidió ella.
Adrienne la miró analíticamente, como preguntándose si contestar o no, o cuanto decirle, en caso de hacerlo. Lo que dijo salió al cabo de varios segundos.
-Quince –respondió Jenny, extrañada-. ¿Eso importa?
Addie la miró, indecisa.
-Supongo, entonces, que no te habrá contado esto –musitó Addie-. Es mejor que lo sepas, para así poder juzgarlo correctamente.
»Yo planeaba perdonarlo, tenía pensado en decirle que lo perdonaba y que siguiéramos como si nada hubiese pasado. Él ya estaba en su departamento y el divorcio se llevaría a cabo al día siguiente, pero aún podíamos arrepentirnos. Así que fui para allá... y me encontré con una pequeña sorpresa
»Vi salir a una puta de su departamento. No pude entrar a exigirle una explicación ni nada, fue demasiado para mí. Sólo pude irme a casa y... y ponerme a llorar como una idiota desgraciada.
»Al día siguiente, en el divorcio, lo encaré y el estúpido de mi ex esposo negó todo, dijo que no recordaba haber estado con una prostituta, que sólo recordaba haber ido a un bar de mala muerte y que después había despertado en su living, con una resaca inmensa.
Addie contó eso, sin expresión alguna en su rostro o voz, mientras que Jenny la miraba sorprendida. Eso era lo último que se había imaginado de Billie Joe.
-No... No puedo creerlo... –Murmuró, con un hilo de voz- ¿Joey y Jake lo saben?
-Sí. Ambos saben que me engañó y que luego estuvo con otra mujer, al menos una vez; Jake lo odia y Joey le cree cuando dice que no quería y que no se había metido con la prostituta. Preferí mandarlos con sus primos por unos días, para que se olviden un poco del asunto –explicó Addie-. Y yo te aconsejo que te cuides... Ya no sé de lo que es y no es capaz mi espo... Billie.
Jenny asintió. Sin decirse nada más, Addie la fue a dejar a la salida.
¿Cómo había sido capaz Billie, su amigo, de meterse con una puta, sólo por despecho? Eso no tenía sentido alguno, desencajaba totalmente con la imagen que tenía ella de él. Sin dudarlo por un instante, Jenny se subió a otro autobús, dispuesta a regañar a Billie, gritarle, hacerle comprender que era imposible reconciliarse con Addie, que no importaba cuanto le rogase, ella no lo perdonaría, porque nadie era tan imbécil como para perdonar dos engaños del mismo hombre.
El vehículo se detuvo cuando ella apretó el botón, permitiéndole bajar. Corrió al apartamento del hombre y tocó la puerta, fuertemente, varias veces, hasta que un Billie Joe despeinado, somnoliento y con sólo un par de boxers y una polera le abrió.
-Jenny, ¿qué pasa? –Preguntó, extrañado.
-¿Por qué no me dijiste que te habías metido con una puta? –Inquirió ella a su vez, bruscamente, claramente enojada.
-Deduzco que hablaste con Addie –musitó él, mientras ella entraba.
-¡Sí! –Exclamó- Fui a preguntarle el verdadero porqué no te dejaba ver a sus hijos y me contó eso. ¡Nunca lo imaginé de ti!
-Escúchame –le decía él, pero los gritos de la adolescente eran más fuertes.
-¡Yo te apoyé! ¡Fui a hablar con ella para que se arreglaran! ¿Y tú omites ese “detalle”?
-¡ESCUCHA! –exclamó él, tomándole una muñeca, haciendo que ella soltara el bolso, que cayó bocabajo- Nada pasó entre esa puta y yo, nada. Seguramente me vio en mal estado en el bar y me trajo, a cambio de unos cuantos dólares, pero no hicimos nada...
-¿Y por qué no me lo dijiste?
-Porque no quería que tú también me dejarás de lado –farfulló.
Jenny sonrió, irónicamente.
-Te equivocaste de persona en ese caso.
Se soltó, tomó su bolso y, sin escuchar las réplicas del hombre, salió, dejándolo solo nuevamente, solo con sus problemas... Y unos cuantos papeles de ella, olvidados, aún desparramados en el suelo de la habitación, esperando a que alguien les prestase atención.
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