Tweet
Narrar todo el 2006 sería una estupidez garrafal. No hice
mucho, simplemente estuve en casa, disfrutando a mi familia, mis amigos y mi tiempo
libre. Había tenido un par de shows con U2 y los chicos, pero apenas sí
contaban como actividad. Estaba feliz haciendo nada y me hubiese gustado
alargar esto, pero, hacia mediados del 2007, sabía que no podía continuar así.
¿Quería componer y hacer un nuevo disco? Sí. Pero no quería irme. Había algo
que me lo impedía, y no sabía qué. Era como si algo en mi interior me estuviera
diciendo “aún no, tu lugar es aquí”. Supongo que era miedo. American Idiot había sido enorme,
¿seríamos capaces de superarlo o, al menos, igualarlo?
Con esos pensamientos me encontraba aquel día a fines de
Agosto. Estaba en la piscina con los niños, quienes aprovechaban sus últimos
días de vacaciones. Adrienne acababa de salirse a contestar el teléfono y Jake
me miraba entristecido. Extrañado, lo miré, inquisidoramente, ante lo que
preguntó:
-¿Van a empezar a grabar, no?
Alcé una ceja.
-¿Por qué lo dices? –pregunté.
Joey se nos acercó y respondió por su hermano:
-Porque andas pensativo, como cuando vas a componer. Eso
siempre significa que llamarás al tío Mike y al tío Tré y que empezarán a
trabajar.
Torcí una mueca: Era verdad. Finalmente estaba componiendo…
Pero aún estaba en esa etapa en la que no me atrevía a mostrar mis canciones a
nadie. Antes que comenzara a explicarme, Addie se acercó a la piscina.
-Billie, te llama tu madre.
Extrañado por esto (de llamarme, mi madre solía hacerlo los
domingos), me salí de la piscina, me sequé rápidamente y corrí al interior.
-¿Aló?
-¡Billie! ¡Tengo noticias! –Antes de ser capaz de decir algo,
ella continuó:- Vamos a remodelar el segundo piso.
-¿En serio? Genial –contesté, sin saber qué decir-.
¿Necesitas ayuda en algo?
-La verdad es que necesito que te lleves todo lo que aún no
te has llevado, ¿puedes hacerlo?
¡Mierda! Sabía que mi habitación era un desastre y que me
llevaría, por lo menos, un día entero. Pero no podía negarme, sabía que, de
hacerlo, mi madre no dudaría en tirar todo lo que encontrase, sin excepción.
Tras meditarlo un par de instantes más, suspiré.
-Sí, estoy libre esta semana… ¿Puede ser mañana?
Que diga que sí, que diga que sí.
-La verdad, cariño, preferiría que empezases hoy. Tienes
mucha basura entre tus cosas, es un trabajo de más de un día.
¿Por qué esta mujer SIEMPRE tenía razón?
-Ok, estaré allí en una hora –murmuré, calculando lo que me
demoraría en secarme, vestirme, despedirme de los niños y partir-. ¿Quieres
hablar con Addie o los niños?
Ni idea para qué le preguntaba, si con Addie ya había
hablado, y nunca hablaba por teléfono con sus nietos, ya que, de hacerlo con
mis hijos, tendría que hacerlo con los hijos de todos mis hermanos, y esa sería
una cuenta telefónica que hasta a mí me dolería pagar…
-No, pero me gustaría que tú y tu familia vinieran a
almorzar un día de estos, hace tiempo que no veo ni a Joseph ni a Jakob…
… Y era por esto que no tenía ningún problema en almorzar
con todos cada cierto tiempo.
-Mmm… Si no termino hoy de ordenar, vamos mañana, ¿te
parece? –Ella afirmó.- Espléndido. Te veo en una hora.
Colgué el teléfono y me devolví a la piscina, para encontrarme
con que mis hijos jugaban con una pelota y que Addie estaba sentada al borde,
con los pies sumergidos en el agua.
-Tengo que ir donde mi madre –mascullé, causando que todos
me miraran extrañados: Hacía un buen tiempo que no iba a verla, y las últimas
veces había sido con toda mi familia-. Y mañana puede que vayamos a almorzar.
-¡Yay! –exclamaron mis hijos. Aún encontraban esas visitas
interesantes… Y pensar que a la edad de Joey yo apenas sí aguantaba a mi madre.
En fin, me duché, me sequé, me vestí, me arreglé un poco el
cabello, me contuve de ponerme el delineador que mi madre no toleraría y salí.
Llegué poco más de treinta minutos después de haber salido de la casa.
-¡Billie! –me saludó mi madre al abrirme.
-Hola, mamá –murmuré-. Supongo que tienes muchas cajas
vacías, ¿no?
Riendo, asintió.
-Cajas, plumones, cinta adhesiva y bolsas de basura, todas
fuera de tu habitación, a tu disposición. –Me dio un abrazo-. Menos mal
volviste al pelo rubio, se parece más a tu pelo real.
Mi turno de reír.
-Sí, pero no durará mucho –musité-. Ya, me voy a ordenar de
una buena vez, a ver si termino antes de septiembre.
-Hablando de septiembre, ¿me acompañas este año?
Desde el lejano 1998, era yo quien la acompañaba al
cementerio, todos los diez de septiembre. No tengo idea porqué le gustaba ir
conmigo, aunque después del 2000 (donde se nos unió Anna), sospecho que era
porque me quedaba callado, no como mi hermana, quien se ponía a rezar y a
hablarle a mi padre en voz alta, interrumpiendo a mi madre, quien, claramente,
quería simplemente “conversar” un poco, meditar y luego irse tranquila.
-Por supuesto que sí. –Le di un beso en la mejilla.-
Deséame suerte.
Sin más, subí a mi vieja habitación, fuera de la cual se
encontraban apiladas varias cajas vacías, sobre las cuales había un paquete de
bolsas. Tomé una de las cajas, saqué una bolsa de su paquete, tomé un plumón,
la cinta adhesiva, y entré a mi pieza.
Tuve que contener una maldición al ver un montón de
cachivaches tanto en el escritorio como en el suelo. Además, el aire estaba
pesadísimo. Preguntándome si realmente había algo de valor, abrí las cortinas y
la ventana, y comencé a clasificar lo que servía y lo que no. Había de todo,
desde viejos cuadernos a casetes, pasando por dibujos, regalos y demás. Guardé
casi todo, limitándome a botar las cosas que, simplemente, no recordaba lo que
eran. Estaba revisando un viejo cuaderno cuando la vi:
Era una flor seca. Recordé un día que, para variar, fue
Sarah quien me dio una flor. Sonreí ante el recuerdo de algunas de sus ocurrencias,
como la de ir a un taller fotografía bajo un nombre falso, o la de usar ropas
cambiadas (o sea, yo con su ropa y ella con la mía) durante un día entero de
cada mes. Por primera vez, me lamenté el no haber guardado nada de ella. Había
sido muy inmaduro de mi parte el quemar todo, ahora me sentía capaz de recordar
sin dolor, y ya no había nada que me hiciera recordar. Me pregunté si quedaría
algo en la pieza de Sarah…
-Quemé todas las
fotos. Quemé todo lo que me la recordara.
-¿Todas? ¿Los negativos
igual? –fue la respuesta de Nick.
No me di cuenta cómo ya estaba en el interior de su ex
habitación. Me regañé por perder tiempo ahí, ya que ni siquiera sabía dónde
pudo haber escondido sus malditos negativos. Sabía que no estaban ni en su
velador ni en su escritorio, ya que había registrado ambos lugares al quemar
todo. ¿Tendrá alguna cajita escondida de bajo de la cama? Yo escondía ahí mis
porros, ¿por qué ella no escondería ahí sus cosas? Me metí debajo…
Obviamente, no había ni una sola caja. Tanteé todas las
tablas para asegurarme que ninguna estuviera suelta. Y ninguna lo estaba. Hice
lo mismo con todas las otras tablas de la habitación… Y no obtuve ningún
resultado. Frustrado, me senté en la cama…
Fue entonces que la puerta se abrió.
-¡Billie! Perdón, creí que estarías en tu pieza…
Me sorprendí bastante al encontrarme no con mi madre, si no
que con Nadia.
-Estaba ahí, me dieron ganas de tener alguna mísera foto de
mi adolescencia y recordé los negativos de fotos de Sarah. ¿Tienes alguna idea
de dónde los escondió?
Me miró extrañada.
-¿Cómo fue que perdiste TODAS las fotos? ¡Eran un montón!
Bajé la mirada, avergonzado.
-Quemé todo para no tener que recordarla… Resulta que ahora
puedo pensar en ella sin sentir la necesidad de sacarme el corazón y apuñalarlo
muchas veces, pero ya no hay fotos, así que…
Me encogí de hombros. Ella suspiró.
-No tengo idea dónde escondió los benditos negativos. Me
dijo que era en su lugar favorito, así que creí que tú sabrías dónde, y que tú
los tendrías ahora.
Asentí, pensativo.
-Gracias en todo caso… -La miré. Era tan raro verla con su
pelo castaño (un par de tonos más oscuros que el de su hermana) y no púrpura o
de otro color.- Me gustaba más tu otro pelo.
Volvió a mirarme extrañada.
-¿El púrpura? Pero si odiaste
cuando Sarah se lo tiñó de ese color.
-Porque no le quedaba bien. En especial después de haberlo
tenido perfectamente rojo. Pero a ti… -Solté un silbido, causando que se
sonrosara. Me reí.- Como sea, ¿qué haces por aquí?
-Vine de vacaciones a San Francisco y pasé por aquí hace
unos días, para ver si Ollie seguía viviendo aquí y si aún tenía cosas
nuestras. Me dijo que viniera cuando pudiera a buscarlas, y le dije que vendría
hoy, y aquí estoy. -¿O sea que mi madre me había convocado para el mismo día
que venía Nadia, probablemente a propósito? ¿Por qué?- ¿Qué haces tú aquí hoy?
-Mi mami me llamó –dije, en tono de niño pequeño. Se rió-.
Va a remodelar, así que me pidió que vaciara mi pieza de una buena vez. Pensé
que al fin sería capaz de botar algo, pero resulta que ahora soy un guarda-todo
cualquiera.
Nadia volvió a reírse. Su risa se parecía un poco a la de
Sarah, lo que me hizo recordarla, pero no tristemente como solía hacerlo en el
pasado, si no que de un modo más positivo, por así decirlo. Me gustaba esto de
poder recordar y no sufrir, de verdad…
En fin, tras decidir que ya había perdido mucho tiempo, me
fui a mi vieja habitación, a concluir el orden. Me aburrí bastante rápido,
dejando la mitad fuera de su lugar, para ponerme a buscar los negativos de
Sarah, ahora en mi propia habitación. Nadia dijo que los había escondido en su
lugar favorito, ¿no? Y ella solía pasar más tiempo en mi cuarto que en el suyo,
debía ser por algo… Pero tras asegurarme que no estaban en ningún lado, me
rendí y me dejé caer bocabajo en mi cama. Me pregunté qué mierda pensaba cuando
cambié la cama desde el lado de la ventana a la pared, tras lo que recordé que
la moví durante esos tres días tirado haciendo nada, porque el sol me
molestaba, y porque me facilitaba el recordar los hermosos momentos vividos en
el techo que había fuera de mi ventana…
No tengo idea qué estaba pensando, pero me paré, atravesé
la pieza y atravesé la ventana, cosa que resultó ser más difícil que lo que
recordaba… Tras lo que me acordé que, normalmente, contaba con el apoyo de mi
cama. En fin, la atravesé y llegué al techo, donde me senté. Con una sonrisa,
saqué un cigarrillo de mi bolsillo y lo encendí, para fumar tranquilamente. Era
un buen lugar para pensar, de verdad. En mi casa actual solía hacerlo en el
balcón, pero no era lo mismo. El techo tenía una sensación de ilegalidad
(probablemente debido a que era el mismo lugar por el cual entraba Jesus a
hurtadillas, o por el cual me escapaba de ser necesario) y me permitía, además,
ver a la gente de Rodeo que pasaba por la calle, lo que me permitía distraerme
en ellos, y no en las aburridas plantas de mi jardín… Peatones, pedestres,
personas… Eso era lo que eran…
-¿Billie Joe? –preguntó alguien desde el interior de la
habitación: Nadia.
-Estoy en el techo –respondí.
Ella se asomó por la ventana.
-Sé que a Sarah le gustaría tener las fotos que habían por
aquí, así que… ¿Puedes llamarme a este número cuando las encuentres? Así te doy
la dirección para que me las envíes y todo eso…
Me pasó un papel que tenía el número de un celular. Sonreí.
-Claro, Nadia –contesté al fin, guardándome el papel-. Pero
no sé dónde podrán estar. Dios, ¿por qué mierda los escondió tan bien?
Se sonrió.
-Porque hay muchas fotos de las que nos queríamos deshacer…
¿Recuerdas la noche que nos emborrachamos todos menos ella, porque ella tenía
que dar una prueba atrasada al día siguiente, y nos pusimos a bailar
ridículamente, rayándonos las caras mutuamente con un plumón?
Solté una fuerte carcajada al recordar esa noche.
-¡Y luego tú dormiste abrazada a David!
-Mejor que tú, que dormiste abrazado a Mike, siendo que tu
novia estaba presente –se defendió ella.
-Eso es diferente:
Es Mike –rebatí yo.
Ambos nos reímos.
-Ya, me voy. Si encuentras las fotos, házmelo saber.
-Ok, adiós.
Afirmándome del marco de la ventana, me paré y le di un
beso en la mejilla, para luego verla irse. Luego intenté volver a sentarme en
el techo, y me resbalé. De no ser porque me afirmé con fuerza del marco, habría
caído, y eso sí que habría dolido. Me arrodillé en el techo como pude y
conseguí estabilizarme…
-¡Cuidado! –le había
dicho a Sarah, sujetándola por la cintura; yo ya estaba en el techo y ella
estaba saliendo hacia él.
-Billie, por enésima
vez, no me voy a caer –se quejó ella, con una sonrisa, sentándose. Me senté a
su lado-. ¿Sabes? Este es mi lugar favorito.
-¿De verdad? ¿Por
qué?
Me dio un beso en los
labios, bastante dulce.
-Porque estamos los
dos solos y juntos, y eso es todo lo que necesito…
Sonriendo, estiré mi mano a la pared que había entre la
ventana y el techo, tanteando las tablas… Hasta que encontré una que estaba
suelta. La saqué, y me encontré con una caja de latón. La saqué y la tiré hacia
el interior de la pieza, para luego volver a poner la tabla en su lugar y
entrar, cuidando de no pisar ninguna de los negativos, ya que la caja se había
abierto al golpear el suelo.
-Tengo algunas
fotografías esparcidas yaciendo en el suelo de mi habitación –canturreé
para mí, riendo por lo coincidente que era esto; llegaba a parecer ficción.
Tomé los negativos y volví a meterlos a la caja. Consideré
verlos a contraluz, pero decidí que lo mejor sería mandarlos a revelar y
copiar, y luego llamar a Nadia. Así que metí la caja de latón en la caja con
mis cosas que tenía más a mano. Miré la hora: Siete de la tarde. Era mejor que
me volviera luego a casa. Tomé la única caja que tenía lista para llevarme, e
iba a irme al primer piso, cuando recordé algo: Cuando había quemado todo,
había guardado la cámara de Sarah. Probablemente también quedaban fotos ahí…
Entré a su pieza, me dirigí al escritorio y tomé la cámara, para meterla en mi
caja. Sin más, bajé de una buena vez.
-¿Tan pocas cosas te llevas?
Torcí una mueca.
-Aún no termino, vendré mañana… ¿La propuesta de almuerzo
sigue en pié?
Mi madre se sonrió.
-Por supuesto que sí.
Me despedí de ella, metí la caja en el asiento trasero y
luego yo subí al auto, para irme a mi hogar… No sin antes pasar por un local de
fotos, donde pedí que me revelaran las fotos y que les sacaran copias a los
negativos. Me dijeron que los tendrían listos el primero de septiembre, debido
a que eran un montón. Pagué la garantía y recién ahí fui a mi casa.
Al día siguiente fuimos todos a la casa de mi madre, a
almorzar y a terminar de ordenar. Me sentí bastante feliz cuando mis hijos
quisieron ayudarme, y más feliz aún al ser capaz de contarles historias de las
cosas que encontrábamos… Claro que, en su mayoría, eran cosas relacionadas con
Mike o mis demás amigos que con Sarah… Aunque hubo un par de cosas relacionadas
con Jesus, cuya identidad oculté bajo el nombre de “Joanne”. Terminamos ese
día, comimos algo con mi madre y Adrienne, y luego nos fuimos a casa.
Los días siguientes pasaron bastante rápido y así llegó el
primero de septiembre, que ese año caía sábado. Como era su penúltimo día de
vacaciones, los niños se encontraban un tanto deprimidos.
-¿Saben qué? Me harté de que anden así. Niños, ¿quieren ir
al cine?
Así que nos fuimos a ver una película de las Tortugas Ninjas.
Esto tenía una doble intención, ya que el local de fotos estaba en ese centro
comercial, pero los niños no tenían para qué saber esto. Así que vimos la
película y luego los llevé a comer algo, tras lo que se fueron a jugar laser tag. Esto me daba una hora libre,
así que me dirigí de inmediato al local de las fotos. Retiré todo, pagué lo que
me faltaba, y me fui a un café que había. Compré un latte y me puse a revisar
todas las fotos.
Una amplia sonrisa curvó mis labios. No podía creer que
hubiese sido tan feliz, y tampoco podía creer que ella también lo hubiera sido.
Me reí con varias de las fotos, y estaba seguro que varias de las personas que
había ahí me consideraron peligrosamente loco, pero me daba igual: Estaba
recordando cosas que jamás creí que recordaría. Terminé de revisarlas, me
aseguré que hubiesen copiado todos los negativos, y saqué mi celular, para
sacar el papel con el número de Nadia. Lo marqué.
Un tono… Dos…
-¿Aló? –preguntó una voz femenina.
-¿Nadia? Soy yo, Billie… -Silencio.- Te llamaba por, ya
sabes, las fotos…
-¿Billie Joe?
Fue ahí que me di cuenta que esa voz no era de Nadia.
-¿Sarah?
No hay comentarios:
Publicar un comentario