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Un mes había
pasado… Y yo seguía esperando. Esperando a que algo cambiase, esperando a que,
cuando nos encontráramos, fuera capaz de hablarle, de sacarle una sonrisa, de
saludarla. Pero el problema era que yo, Jesus, era un maldito estúpido que no
era capaz de hablar con una desconocida. De hecho, la única razón por la que
tenía amigos ahora, era porque ellos me habían saludado… Eso y que estaba
demasiado drogado como para importarme mi vergüenza…
Drogas…
No, la chica
desconocida ya me había visto muy drogado una vez sin conocerme. Si iba a
hablarle, estaría limpio… Al menos la primera vez, para que no pensara que era
un estúpido drogadicto. Créanlo o no, lo tengo bajo control…
O eso es lo que me
hago creer, si quiero ser un tanto más honesto.
-Jesus, deja de
pensar en ella –masculló Tim, sacándome de mi ensimismamiento.
-No puedo hacerlo
–susurré, enojado conmigo mismo-. No puedo. Soy demasiado tímido y tarado como
para hablarle…
Y lo que más miedo
me daba era que alguien más hablara con ella antes. O peor aún: Que alguien ya
le hubiese hablado. Qué terrible sería verla un día caminando de la mano con
alguien que no fuera yo.
Aunque…
Yo no podía hablar con ella.
Yo, Jesus no podía hablar con ella.
-¿Qué se te ocurrió
ahora? –me preguntó mi amigo, cansinamente.
Suspiré.
-¿Cuánto te
opondrás a promocionar mi alter ego? –pregunté.
Me miró extrañando
y sin comprender.
-¿A qué te
refieres? –inquirió, con un renovado entusiasmo en sus ojos. Eso era un
sinónimo a “punto a favor de Jesus”.
-Bueno… YO no soy
capaz de hablar con ella –comencé, explicando mi punto de vista-. ¿Y si
desarrollo una personalidad alternativa, por decirlo así? ¿Alguien que sí será
capaz de vivir en las calles sin necesidad de la ayuda de todos sus contactos?
¿Alguien que sea capaz de hablar con ella?
Él negó.
-Técnicamente es lo
mismo. Sigues siendo tú en esencia –rebatió.
Negué,
entusiasmado. La idea era demasiado buena, sólo tenía que convencerle.
-No, porque me
daría igual quedar en ridículo. ¡No sería yo! Y si me aburro del alter ego,
finjo que se va y vuelvo a ser yo. ¡Es sencillo! –exclamé.
Tim volvió a negar
y yo volví a suspirar. Mi amigo era demasiado terco.
-¿Qué podría salir
mal? –inquirí.
-Nada, sólo que es
una… locura –murmuró-. ¿Cómo quieres que no te
reconozcan las personas que ya te han visto en la ciudad? Has estado aquí más
de un mes.
-Bueno, no me veo
muy entusiasmado, ¿o sí? –Él negó, dándome algo de razón al fin.- Podemos
fingir que me fui. Sólo tú y yo sabríamos la verdad y… No sé, me arreglaré el
cabello de otra forma y…
-Ok, ok, me
convenciste –me cortó él-. He de admitir que esto se ve entretenido –sonreí-.
Sólo quiero que entiendas que, si planeas adueñarte de una callejuela o algo,
deberás andar con cuidado.
Sonreí. Mi amigo
había visto mis otros planes. Realmente me agradaba éste sujeto.
-No te preocupes,
todo estará bien.
Silencio.
-¿Y cómo te
llamarás? Y no me digas que John, porque necesitas un “nombre artístico”
–añadió, rápidamente, al ver que yo pronunciaba una “J”.
-Iba a decirte
“Jimmy”. Pero si quieres un nombre artístico… -Una maliciosa sonrisa surcó mi
rostro.- ¿Qué te parece “Saint Jimmy”?
Le
tomó media hora recuperarse de la sorpresa y la extrañeza de haber estado a
punto de besarse con Billie Joe. Media hora que dedicó a plantearse el por qué
se habían conectado en primer lugar y porqué ninguno de los dos era capaz de
resistirse a probar qué pasaría si se tocaban por más tiempo. La vibración era
tan fuerte al apenas rozarse y ella sabía que no era la única en preguntarse
cuánto más allá eran capaz de llevarla.
Tras
esa media hora, Amelia decidió ordenar todo para aparentar que había pasado la
tarde sola. Ignoró la alegría ajena y notó que él también hacía lo posible por
reprimirla, al igual que algo más.
Concéntrate en lo
tangible
se obligó a pensar ella, concentrándose por completo en la simple tarea de
guardar los ya lavados platos.
-¿Amelia?
–preguntó una voz desde la puerta, sobresaltándola.
-Hola, papá –saludó ella en español, con
una fingida sonrisa-. ¿Cómo te fue hoy?
Él
la miró, extrañado de que anduviera tan amable con él. Ella supuso que se lo
atribuyó al hecho de que estuvo sola todo el día, ya que le contestó con una
voz calmada.
-Bien, como siempre. ¿Estuviste sola? –respondió
y preguntó en la misma lengua.
-Sí, tal como lo ordenaste –musitó ella-.
Tuve que salir a comprar comida, pero el
resto del día estuve aquí.
Rafael
asintió, conforme.
-Si no te molesta, me voy a acostar. Te
aconsejo que hagas lo mismo –masculló él, en dirección a su cuarto.
Ella
asintió y se fue a su habitación, por dos únicas razones: El día que se le
venía encima… Y analizar atentamente las poses de su amigo en los pósters de él
que tenía.
Al
mismo tiempo, en su habitación, Billie releía lo que había escrito. No tenía la
menor idea del porqué le había puesto Jimmy a la nueva personalidad de Jesus,
pero no le importaba. Sólo tenía cabeza para dos cosas: La llegada de sus hijos
al departamento… Y el casi beso con la adolescente.
Es dieciséis años
menor que tú, es menor de edad… se repetía en su mente.
¿Había
querido besarla por la atracción que ejercía la conexión entre ambos o por algo
más? ¿Acaso estaba sintiendo algo más por ella?
No, eso sí que no.
Fue la conexión. Ambos queríamos saber cómo se sentiría besarnos se aseguró.
Era
verdad.
Es como la gente
que prueba droga por primera vez: Más de la mitad lo hace por simple curiosidad.
Eso
también era verdad. No le causaba gracia comparar el roce entre ambos con una
droga, pero era la experiencia más cercana con la que lo podía comparar. Sólo
tenía que asegurarse de no hacerse adicto.
¿Adicto a Amy?
Imposible.
Eso
era lo más verdadero de todo…
Al
menos eso era lo que quería creer.
El
día estaba bastante fresco. Pero, en el interior de aquel edificio, esto no era
percibido por el bajista, quien se preguntaba hasta dónde era capaz de llegar
por culpa de su mejor amigo. Tendrían que hablar seriamente acerca de los
límites de una amistad un día de esos.
Pero
eso no importaba en ese instante. Nerviosamente, se acomodó las gafas y tocó el
timbre que había junto a la puerta del departamento 391, rogando que abriera la
adolescente…
Pero,
para desgracia de Mike, quien abrió no fue otro que el padre de la chica.
-¿Qué
necesita? –preguntó el hombre, hoscamente. Mike fingió una rápida sonrisa.
-Buenos
días, señor, represento una organización de vegetarianos que se reúne una vez
al mes en el edificio que queda a un par de cuadras de aquí. Supimos que son
nuevos en el edificio, así que mi trabajo es averiguar si hay alguien
interesado por la causa en éste hogar…
-No,
lo lamento, no hay…
-¡Papá!
–lo interrumpió una voz femenina- ¡Yo soy
vegetariana!
Mike
tuvo que disimular la sonrisa que se le formó al darse cuenta que Amelia estaba
más que lista para salir.
-¿De
verdad quieres ir? –le preguntó su padre a la adolescente, alzando una ceja.
-¡Claro
que sí! –exclamó ella- ¡Tan antisocial no salí!
Rafael
fingió una risa.
-De
acuerdo, puedes ir –farfulló, disimulando la molestia que le causaba que la
adolescente pudiera salir de la casa. Después de todo, su restricción se
limitaba únicamente a Billie Joe-. No vuelvas muy tarde.
-No
te preocupes –dijo ella, con una sonrisa auténtica.
Mike
esperó a que pasara, antes de inclinar la cabeza levemente ante Rafael, en
señal de despedida, tras lo que caminó junto a Amelia en silencio hasta estar
en el interior del ascensor, donde comenzaron a reír, entre nerviosa y
alegremente.
-¿Cómo
has estado, Amy? –preguntó él, presionando el botón del subterráneo.
-Bien,
¿y tú? –respondió y preguntó ella.
-Bien,
todo igual, ya sabes como es mi vida… Grabando, fingiendo ser un recolector de
jóvenes vegetarianos… -ironizó Mike.
Amelia
sonrió.
-Gracias
por esto… No sabía que eras tan buen actor.
-Eh…
sí, hay cosas que prefiero que no se sepan –farfulló el bajista, cruzando las
ya abiertas puertas del ascensor-. Tu padre es un maleducado de mierda, ¿sabes?
-Sí,
además de ser un estúpido tarado.
Mike
no emitió ningún comentario al respecto.
El
viaje en el jeep del hombre no fue incómodo como ella temía que fuera. Al
contrario, se rieron bastante durante la amena conversación que sostuvieron
hasta llegar al estudio, lugar donde los nervios volvieron repentinamente:
Vería a Billie Joe.
-A
todo esto… Billie no se dignó a decirme porqué tuve que irte a buscar y porqué
era tan urgente que vinieras al estudio… -comentó Mike, entrando al ascensor de
Reprise y presionando el botón correspondiente al quinto piso.
Ella
sonrió, levemente.
-Resulta
que tengo el lado de Billie que piensa las melodías de las canciones, así que
mi trabajo aquí es mostrarle el ritmo que pensé… Bueno, pensó, cómo sea
–explicó ella.
Mike
suspiró.
-Esto
de que se lean la mente es enredado, ¿sabes?
Y eso que no te ha
pasado pensó
ella, asintiendo.
¿Eso que no me ha
pasado qué?
escuchó en su cabeza. Amelia volvió a sonreír. ¿Ahora escucho a larga distancia o estás en Reprise?
Estoy con Mike en
el ascensor, llegaremos en un minuto pensó ella.
-Billie
ya sabe que estamos aquí –informó ella.
-Maldición,
yo quería saltarle encima por sorpresa –musitó Mike, con fingida tristeza. Ella
rió.
En
menos de un minuto, las puertas del ascensor se abrieron, para dejarlos en el
quinto piso del estudio, piso en el que Billie y Tré los esperaban, apoyados en
la pared contraria. Al parecer, el guitarrista le había avisado a Tré que ya
estaban por llegar. Se saludaron y pasaron a la misma sala en la que habían
estado la última vez con Amelia. Mike y Tré se sentaron en un sofá y Billie y
Amy en otro, procurando el no quedar muy cerca el uno del otro.
-Ya,
ahora que estamos todos reunidos –comenzó Tré-, ¿piensas explicarnos el por qué nos juntamos?
A
modo de respuesta, Billie tomó la réplica de Blue que descansaba en uno de los
sofás, guitarra que le pasó a la adolescente.
-Por
algún motivo, ella tiene lo que crea las melodías en mi mente –explicó él-.
Anteanoche pensé una letra, pero no se me ocurría la melodía… Y a ella se le
ocurrió por accidente, así que ahora nos la va a mostrar y veremos si podemos
trabajar con ella o no.
La
adolescente se sonrojó al ver como los tres adultos fijaban su mirada en ella.
-Eh…
Bueno… Éste… ¿Alguien tiene una uñeta? –farfulló Amelia, nerviosamente.
Billie
le tendió una al instante. Ella la aceptó, más sonrojada aún.
-Sería
algo así… -murmuró.
Comenzó
a tocar algo lento, tras lo que se ponía más rápido. Billie comenzó a
imaginarse el solo que podría tener esa canción de inmediato, a la vez que
sentía la vergüenza de la castaña.
Relájate, lo estás
haciendo excelente
pensó él, con una pequeña sonrisa en su rostro, sonrisa que se amplió levemente
al notar cómo la adolescente se sonrojaba más aún.
Luego
de lo que sería el ritmo del último coro, la melodía volvió a la lentitud del
principio, tras lo que terminó.
-Y
eso sería –musitó ella, entregándole la guitarra a Billie, sin atreverse a
mirar a los demás a los ojos.
-¿Qué
opinan? –inquirió el guitarrista, recibiendo la guitarra y comenzando a probar
punteos para el solo.
-¡Que
quiero ver la letra! –exclamó Tré, riendo, mientras tocaba el apoyabrazos del
asiento con las baquetas.
-No
es mala idea –concordó Mike, con una sonrisa-. ¡Pásanos tu cuaderno!
Aún
sonriendo, Billie dejó la guitarra de lado y le pasó el cuaderno al bajista, ya
en la página indicada.
Te dije que era una
buena melodía
pensó él, burlonamente.
Lo dices porque
técnicamente fue tu idea le rebatió ella, con una sonrisa. Tú pensaste la melodía, sólo que fui yo quien la “escuchó”.
-No,
la melodía la hiciste tú –musitó él, sin darse cuenta que estaba hablando-.
Quizás se te ocurrió porque estamos “conectados”, pero es tu idea…
-Da
igual, prefiero que el mundo piense que es tuya –musitó ella.
-¿Por
qué? –inquirió él, dejando la guitarra más lejos y acercándose más a ella- Es
una buena melodía para una letra que es una basura, así que deberías sentirte
orgullosa…
-Eres
compositor, y te conozco lo suficiente como para decirte que la letra no es una
mierda –lo contradijo, acercándose igualmente.
-Ni
siquiera la has leído –musitó él, acortando más la distancia.
-Yo
sí, y opino que no es una basura –los interrumpió Mike, logrando que recordaran
que había más gente y que se percataran que estaban casi tan cerca como lo
estaban la tarde anterior-. ¿Es para Adrienne?
Billie
se separó de la adolescente, sonrojado y avergonzado.
Perdón de nuevo… se disculpó,
mentalmente.
¿Cuántas veces
tendré que decirte que soy lo suficientemente responsable de mis actos como
para evitar estas cosas? Y aún así, no lo evito pensó ella,
molesta consigo misma.
Da igual, yo soy el
que moralmente está obligado para que estas cosas no pasen…
-Supongo
que estás dando una interesantísima respuesta mental, pero yo no puedo leerte
la mente, ¿recuerdas? –ironizó Mike, con una leve sonrisa. Debía admitir que la
situación le causaba algo de gracia, pese a que un lado de él encontraba
bastante preocupante el hecho de que su amigo fuera tan cercano a una menor de
edad.
-Perdón
–se apresuró a responder el guitarrista-. ¿Cuál era la pregunta?
Mike
suspiró.
-Te
preguntó si era para Adrienne –le contestó Tré, dejando el cuaderno de lado.
-Ah,
eso… Eh… No, no es para ella. Ni siquiera la dedico yo –respondió Billie,
nerviosamente.
Contrólate,
contrólate…
se repetía en su cabeza.
-¿En
quién te basaste entonces? –preguntó Mike, extrañado.
Amy
ató cabos.
-¿Tan
importante es la chica misteriosa para Jesus? –inquirió.
No has leído lo
último, está dispuesto a sacrificar todo por ella pensó él, con una
triste sonrisa en el rostro.
-¿Cuánto
nos perdimos? –preguntó Tré, más extrañado que su amigo.
-No
mucho, como tres páginas nada más –respondió Billie, encogiéndose de hombros.
-Pásame
tu cuaderno para entender algo –pidió Mike, cansinamente-. Y anda a aprenderte
la canción para que nos las enseñes a nosotros, ¿ya?
-Sí,
papi –musitó Billie, irónicamente.
Vamos a la parte a
prueba de sonido, gracias pensó él, dirigiéndose a la cabina.
Ella lo siguió.
-En
serio, no deberías culparte por todo –comenzó ella, apenas él cerró la puerta-.
Soy lo suficientemente grandecita como para alejarme cada vez que esto pasa.
Billie
suspiró.
-Lo
sé. De verdad lo sé –susurró-. Es que… Me siento mal porque un lado de mí
quiere besarte, quiere ver que tan fuerte sería la vibración que tenemos cada
vez que nos tocamos si lo hacemos…
-Te
entiendo –musitó ella-. Un lado de mí piensa que eso es hasta lo correcto.
Se
miraron a los ojos, intentando ignorar lo sonrojados que estaban por sus
respectivas confesiones.
-Pero
no lo es –susurró él.
-No…
-Y
aún así –continuó Billie-, un lado de mí es demasiado curioso…
Sin
saber muy bien lo que hacía, llevó su temblorosa mano a la de la joven,
causando una fuerte vibración entre ellos. Entrelazó los dedos de ambos,
causando que ella se mordiera el labio inferior. Sonrió levemente al notar que
él estaba en una situación similar. Tomó la mano de la joven más firmemente,
intentando ignorar el calor que sentía en las mejillas.
Debo estar más rojo
que las pokebolas que le compramos a Jake la semana pasada pensó en su mente,
irónicamente.
-Sí,
lo estás –susurró ella, con una sonrisa casi imperceptible en su rostro-. Algo
me dice que yo igual…
Él
le sonrió del mismo modo.
-En
ti se ve bien –murmuró.
Pese
a que ninguno de los dos se daba por enterado, Mike y Tré le prestaban más
atención a la escena que veían a través del vidrio que separaba la cabina de la
salita que al cuaderno que tenían frente a ellos.
-¿Qué
pasa por su cabeza? –se preguntó el bajista en voz baja, refiriéndose a Billie
Joe quien, en ese instante, le tomaba la otra mano a la muchacha y cerraba los
ojos, como si lo estuviera disfrutando con todo su ser.
-Es
una buena pregunta –concordó Tré, más pendiente en la cara de la adolescente
que en la de su amigo: Su expresión podía interpretarse tanto como de vergüenza
como de disfrute-. No se conocen ni hace una semana y ya se están tomando de la
mano, ¿qué ocurre aquí?
-Tenemos
que preguntarle a Billie –dijo Mike, decidido-. ¿Deberíamos interrumpir antes
de que hagan algo más? Que yo sepa, es ilegal que alguien de treinta y uno bese
a alguien de quince.
-Sí,
es lo mejor –murmuró Tré-. Párate tú primero y estírate, para que se den cuenta
que vamos y tengan tiempo de separarse y todo.
Mike
asintió y se paró, estirándose.
Cosa
que Amelia vio por el rabillo de su ojo.
-Mike
y Tré ya vienen –susurró ella, volviendo a fijar su mirada en los hipnóticos
ojos de Billie Joe, sin soltarse.
-Deberíamos
separarnos… -musitó él.
Tampoco
se soltó.
Guiado
por un impulso, le soltó una mano a la adolescente, para acercar la otra a su
rostro y darle un suave beso, el cual consiguió que un escalofrío le recorriera
la espalda a ambos.
-Lo
siento –susurró él, soltándola, señalando el estremecimiento de la joven.
-No,
no… Fue un estremecimiento “bueno” –musitó ella, sonrojadísima.
Ambos
retrocedieron un paso…
-Ok,
no terminamos, pero entendemos la idea –dijo Tré, entrando y dirigiéndose de
inmediato a la batería, pasando entre sus dos amigos, logrando romper el trance
que se apoderaba de ellos.
-¿Listo
para terminar la canción? –preguntó el bajista, disimulando su preocupación.
-Sí
–musitó Billie, consiguiendo despegar la mirada de la chica al fin-, sí,
continuemos.
Pese
a no haber ensayado la canción ni una sola vez, Billie ya se la sabía a la
perfección, cosa que se la atribuyó inmediatamente a la conexión. Debido a
ello, no le fue difícil simular que sí habían estado ensayando.
Les
tomó cerca de una hora conseguir arreglar todos los sonidos de la canción.
Según Mike, era un tiempo récord para ellos, ya que el guitarrista andaba cada
disco más perfeccionista.
-Ok…
Amy, tú serás mi segunda guitarra –musitó él, pasándole la guitarra que se
encontraba abandonada al otro lado de la cabina-. Y no quiero oír ningún
“pero”, por muy mental que sea…
-Está
bien –masculló ella, recibiendo la guitarra, cuidando de no tocar la mano del
hombre por ningún motivo.
Billie
salió de la cabina por unos momentos, para apretar el botón que iniciaba la
grabación. Volvió corriendo al micrófono.
-Esta
es la grabación del veintinueve de enero del 2004 –farfulló Billie,
rápidamente-. Esta canción es “Whatsername”.
Tré
marcó el pulso con las baquetas y comenzaron a tocar.
-Creí que me encontré contigo calle abajo, luego
resultó ser sólo un sueño. Hice un punto para quemar todas las fotografías.
Ella se fue y yo tomé otro camino. Recuerdo la cara, pero no puedo recordar el
nombre. Ahora me pregunto cómo ha estado Whatsername –cantó Billie, en un
tono bajo de voz-. Parece que desapareció
sin rastro alguno. ¿Se habrá casado con el viejo Whatshisface? Hice un punto
para quemar todas las fotografías. Ella se fue y yo tomé otro camino. Recuerdo
la cara, pero no puedo recordar el nombre. Ahora me pregunto cómo ha estado
Whatsername...
Billie
le dirigió una mirada a Amy, para indicarle que ahí hacían el cambio de ritmo,
pese a saber que bastaría con pensarlo. Algo en él hacía que quisiera mirar a
su amiga.
-Recuerdos, los que sean, pareciesen ser de
hace mucho tiempo. Recuerdos, los que sean, pareciesen ser de hace mucho tiempo
–se apresuró a cantar; se había distraído más de lo necesario-. Los pesares son inútiles en mi mente, ella
está en mis pensamientos y lo debo confesar. Los pesares son inútiles en mi
mente, ella está en mis pensamientos desde hace mucho tiempo…
La verdad es que no
hace tanto, sino que desde el sábado pensó Billie, con una pequeña sonrisa,
mientras que Mike alargaba la última sílaba y él tocaba el puente.
-Y en la más oscura de las noches, si mi
memoria no me falla, nunca volveré en el tiempo. Olvidándote, pero no al
tiempo.
Fue
ahí, mirando a Amy de reojo, que se dio cuenta: Su amor hacia Addie había
desaparecido… Y parecía estar a punto de ser remplazado por algo más
preocupante.