Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

sábado, abril 21, 2012

Hold on - Capítulo 3: Advertencia.



Desperté, agitado. Ya era pasado mediodía, y, de no ser por la pesadilla, yo podría haber seguido durmiendo por un buen rato. En el sueño, había revivido, una vez más, el momento en que Nathan me descubría con Sarah y se iba con ella, Nadia y Nick, a quien sabe dónde.
-¿Dónde estarán? –me pregunté, saliéndome de la cama. Me estiré, tratando de acompasar mi respiración y mi pulso. Al conseguirlo, saqué ropa del clóset y me dirigí al baño, donde me duché, sequé y vestí con lo que había llevado. Luego, bajé, hacia el garaje.
-Creí que dormirías más –comentó Mike, al verme entrar, dejando el bajo apoyado en el borde de la cama.
Negué.
-Tuve una pesadilla –murmuré, tirándome en el sofá que tenía.
-¿Sarah? –Asentí.- Dude, si llegara a verte así.
-No lo hará.
Mike suspiró, sentándose a mi lado.
-¿Te rendiste?
Negué.
-Soy objetivo. Han pasado, prácticamente, cinco días, y no hay noticias al respecto. Se la tragó la tierra y dudo que vuelva.
-Billie, cinco días no es nada. Ni siquiera sabemos a dónde se la llevaron.
Volví a negar.
-Existen los teléfonos.
-Quizás no la dejan llamar. Deja de preocuparte. Tarde o temprano, volverá.
-No lo hará, y lo sabes. Mejor hacerme rápido a la idea.
Mike no dijo nada. En el fondo sabía que yo tenía razón, y no había nada que hacer al respecto. En todo caso, si Sarah llegaba a volver, estaría tan feliz de verla que no me vería en ese estado depresivo en el que me encontraba.
-No vas a tomar cerveza –musitó él, repentinamente, despabilándome. Lo miré, haciéndome el desentendido, siendo que en realidad, estaba más que molesto. ¿Acaso no podía emborracharme tranquilo?- Sé que quieres hacerlo, pero te digo que no es una buena idea… -No dije nada.- Piensa en tu madre: No merece más problemas.
Tenía razón… Pero realmente quería beber…
-No seré un problema… -repliqué, intentando encontrar algún argumento que me sirviera para beber.

-Sí lo serás. Hablé con ella, cree que te la has pasado inyectándote cosas…
Su tono de voz demostraba que esto igual le preocupaba, por lo que lo miré alarmado.
-¿Le dijiste que no, verdad? –No dijo nada.- ¡Mike!
-Le dije que no sabía –musitó-. Deberías hablar con ella.
-¿De qué?
-De cómo estás. Mira, ahora está en la cocina, puedes ir –me alentó.
Tuve muchísimas ganas de decirle que se fuera a la mierda, que era una mala idea, que no tenía nada que decirle y que, de una vez, me dejara tranquilo en mi jodida vida y me dejara beber. Pero me di cuenta que eso no me llevaría a ningún lado, en especial porque me acusaría, me retaría y demás… Y lo último que mi madre supo de mí fue que Tré me secuestró a la casa de Ale el día anterior y que yo no había vuelto en la noche. Fue por esto que me limité a asentir.
-Vengo en un rato –musité, parándome y saliendo del garaje.
Así llegué a la cocina, donde mi mamá se encontraba preparando el almuerzo.
-Hola –saludé, causando que ella se volteara.
-Hola –respondió-. ¿Cómo estás?
-Bien, al final me quedé dormido allá –contesté-. Mike dijo que estabas preocupada por mí.
Ella asintió, sin molestarse en disimular su preocupación.
-¿Qué haces todos los días en tu pieza? –inquirió.
Me encogí de hombros.
-Esperar que pase el tiempo, intentar no pensar… -Mi madre despegó sus labios, como si fuese a añadir algo más, por lo que la interrumpí.- No estoy usando drogas.
-¿Ninguna?
-Lo único que tomé fue un poco de cerveza, y eso sólo fue ayer –respondí, honestamente. No es que no hubiera pensado en fumar toda mi plantación, tomar todas las píldoras del botiquín y comprarle cosas que pudiera aspirar o inyectarme a Jimmy, pero no lo había hecho. Todo requería que saliera de mi habitación, y no me veía capaz de hacerlo.
-¿De verdad?              
Revoleé los ojos.
-¡Sí! Ni que quisiera morirme.
Nuevamente, la idea se me hizo más que tentadora, cuando recordé que muerto no podía estar con Sarah.
-Más te vale –murmuró mi madre, devolviéndome a la realidad, abrazándome.
No hice nada interesante durante el resto del día… Hasta la cena.
-Billie, ¿mañana tienes que ir a la Escuela por tus cosas?
Maldije en mi mente. Apenas sí había pensado en mi expulsión, mucho menos había pensado en lo que me esperaba al día siguiente. Vería al Director, me sermonearía y luego tendría que hablar con toda la gente de mi curso con la que me cruzase, gente que, obviamente, me pediría una explicación razonable respecto a lo acontecido en los últimos días.
-Sí… -fue todo lo que dije.
-¿Tengo que acompañarte?
Mi madre sonaba como si quisiera ir. Negué.
-Tienes que volver al trabajo –murmuré-. Si sólo voy a que me reten y a buscar cualquier cosa que se me haya quedado.
No seguimos hablando del tema.
Al día siguiente, desperté extremadamente temprano, y no fue por los nervios: Había soñado con Sarah y tanta felicidad se me hacía demasiado innatural como para seguir durmiendo. Tardé su tanto en notar las lágrimas de mis ojos, las cuales sequé, rápidamente. Luego, decidido a lucir vivo en la escuela, fui a levantarme. Tomé una larga ducha y luego volví a mi habitación, a vestirme. No me había afeitado: Quería lucir como si la expulsión hubiese sido lo mejor que me había pasado. Tras desayunar, fui al garaje, a ver si Mike había despertado. Desgraciadamente, no lo encontré ahí. Supuse que se había quedado con Claire. Suspirando, revisé la hora en su despertador: Siete veinte. Me quedaba una media hora antes de tener que salir. Maldiciendo, fui al living, donde me quedé viendo televisión hasta un cuarto para las ocho. Con algo de suerte, ya habría gente en la Escuela cuando llegara…
No obstante, no tuve que esperar tanto. Apenas dos cuadras más adelante, me encontré con Lau, quien, antes de dignarse a saludarme, me abrazó. Iba a preguntarle qué ocurría, cuando ella dijo las palabras:
-¿Cómo estás?
Realmente comenzaba a odiar esa pregunta.
-Bien… ¿Todos saben?
-¿Lo de Sarah y tu expulsión? Yep.
-Hice una mueca.
-¿Los de fuera de nuestro grupo?
Para mi desgracia, Lau asintió.
-Claro que ellos no saben que tememos por tu vida.
Revoleé los ojos.
-¿Por qué nadie me cree que NO quiero matarme?
-Porque te conocemos. –Despegué los labios para interrumpirla.- No, escucha. Te conocemos, y sabemos lo impulsivo que eres. Además, es más frecuente que los hombres se suiciden de formas más impulsivas y brus…
-¡NO QUIERO MATARME!
Silencio.
-¿Impulso? –preguntó, tímidamente.
No le respondí. La verdad, era que sí había sido un impulso, el cual, obviamente, no había logrado controlar. Fue por eso que simplemente comencé a caminar a la escuela. Suspirando, ella me siguió.
-Y… ¿a qué vas?
Me encogí de hombros.
-El director quiere hablar conmigo y tengo que vaciar mi casillero.
Sí, habían puesto casilleros durante el año anterior. Mala idea, ya que mi tráfico había aumentado, pero eso me convenía.
-¿Y tenías que ir a primera hora?
Volví a encogerme de hombros.
-La verdad no lo sé, pero supongo que sí.
No hablamos más durante el resto del trayecto, tras el cual llegamos a la escuela, donde ya se encontraban Ale, Iris y Fran. Al parecer, la primera ya les había puesto al tanto de que tan mal estaba, ya que ninguna me dijo nada respecto a Sarah.
-Qué suerte tienes de no tener más clases –comentó Iris.
-Sí, justo te salvaste de un ensayo gigante en español –añadió Fran, quien, en ese instante, se encontraba sentada en una banca, leyendo un diccionario de Inglés a Español, atentamente.
-Yay –ironicé. No me sentía afortunado en lo absoluto.
Al rato, llegaron Jimmy y Jesus. No pude evitar notar el cómo Jesus me miraba, como tampoco pude ignorar la mirada de reproche que su gemelo le lanzaba. Sin embargo, lo único que hice al respecto fue acercarme más a las chicas.
En el mismo instante que Mike y Claire llegaban, el timbre sonó. Los acompañé a la sala y, sin más preámbulos, fui a la oficina del Director.
-Adelante –dijo su voz, al oírme tocar la puerta.
Repitiéndome mentalmente que no tenía que estar tan nervioso, entré.
-Hola –saludé, tímidamente.
-Oh, Armstrong, no creí que vendrías tan temprano –me saludó él, señalando el asiento que había frente a su escritorio-. Siéntate.
Obedecí, ahorrándome los comentarios de lo raro que me parecía que me tratara por el apellido y me tuteara al mismo tiempo.
-Probablemente te preguntas el porqué quería hablar contigo.
-Supongo que para ver bien lo de mi “partida” de la escuela.
Él asintió.
-¿No te has arrepentido?
¿Arrepentirme? En casi una semana, era de lo único que había estado seguro. Yo quería ser músico, la escuela no me ayudaba en lo absoluto. De hecho, ocupaba ocho valiosas horas de mi día, en las que, perfectamente, podría componer. El único verdadero motivo por el cual seguía yendo era Sarah, y ella ya no estaba. Fue por esto y por otras razones, que no vacilé al responder con un simple:
-No.
El hombre asintió.
-Perfecto… Firma aquí.
Me tendió un formulario, bastante simple, que sólo decía “Yo, Billie Joe Armstrong, comprendo que no participaré en ninguna actividad del Establecimiento de aquí en más”. Tomé el lápiz que me tendía con su otra mano y firmé.
-¿Mi apoderado no debe venir?
El director negó.
-Ya eres mayor de edad.
Asentí. Silencio.
-¿Algo más?
El Señor Oakley asintió.
-Si te pillamos vendiendo drogas nuevamente, deberé llamar a la policía, para que ellos se hagan cargo.
Reí, levemente. Ni siquiera había pensado en eso.
-Ok, ¿eso es todo?
El hombre negó, ahora con una mirada un tanto ansiosa.
-Para estas alturas, ya debes saber que soy el padre de los gemelos Oakley.
-Sí…
-Lo que no sabes es que realmente mantengo un ojo en ellos.
Hizo una pausa, como esperando que yo añadiera algo al respecto. Al ver que no lo hacía, prosiguió, en un tono de voz más nervioso y más ansioso.
-Sé que eres amigo de ambos, por lo que necesito que me respondas. ¿Es Jesus…?
Se calló.
-¿Es qué? –lo insté, pese a estar seguro de cómo continuaba la oración.
Suspiró.
-¿Es mi hijo gay?
Fui yo quien suspiró esta vez. Desde nuestra relación, Jesus no había vuelto a salir con ninguna mujer. Después de Syd, había estado con un sujeto, cuyo nombre no puedo recordar, y luego había salido con un tipo gigante llamado Dan, que me aterrorizaba. Nunca supe si realmente me miraba con odio o si era sólo mi idea. Actualmente, se encontraba soltero, pero no era de extrañarse si se sabía que se había besuqueado con algún tipo en el Gilman.
-Lo siento, señor, pero no soy yo quien debe responder esa pregunta.
-¿Es ese un sí?
No negué ni asentí.
-Usted los abandonó. Si quiere respuestas, debería hablar con él y solucionar todos sus conflictos. No obstante, comprendo el que Jesus no quiera compartir su vida amorosa con usted.
Me miró molesto.
-Tú no tienes idea del porqué me fui.
-Sí la tengo. Su hijo me lo dijo: No pudo con el alcoholismo de su esposa y, en vez de ayudarla, se fue.
El hombre negó.
-No, Armstrong. No tienes idea…
Súbitamente, se puso de pié, lo cual me asustó su tanto.
-Y es mejor que no te acerques a ellos, ¿me escuchaste? Sarah no es lo único que pueden quitarse.
Lo miré extrañado, conteniendo la puntada de dolor que sentía cada vez que alguien la nombraba.
-¿De qué mierda habla?
Pero era muy tarde. El hombre ya me había abierto la puerta de la oficina, tras la cual se encontraban el profesor de educación física y el de música. Ambos discutían bastante últimamente, más que nada por los presupuestos, por lo cual no me extrañó verlos ahí.
-De inmediato los atiendo –dijo Oakley-, Armstrong ya se iba.
Sin otra opción, salí de la oficina. Les hice una seña de despedida a los profesores y me fui, en dirección a los casilleros. Varios minutos después, de vuelta a mi casa con todas las cosas (ni siquiera las había mirado, simplemente las metí a la mochila que había llevado), las palabras del director aún resonaban en mi cabeza. ¿Qué quería decir con que Sarah no era lo único que podían quitarme? ¿Y de quiénes hablaba? ¿Acaso Jimmy y Jesus podían tener algo que ver? ¿Acaso la advertencia del director sí tenía sentido?
¿Acaso nunca iba a volver?

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