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Desperté, agitado. Ya era pasado
mediodía, y, de no ser por la pesadilla, yo podría haber seguido durmiendo por
un buen rato. En el sueño, había revivido, una vez más, el momento en que
Nathan me descubría con Sarah y se iba con ella, Nadia y Nick, a quien sabe
dónde.
-¿Dónde estarán? –me pregunté,
saliéndome de la cama. Me estiré, tratando de acompasar mi respiración y mi
pulso. Al conseguirlo, saqué ropa del clóset y me dirigí al baño, donde me
duché, sequé y vestí con lo que había llevado. Luego, bajé, hacia el garaje.
-Creí que dormirías más –comentó
Mike, al verme entrar, dejando el bajo apoyado en el borde de la cama.
Negué.
-Tuve una pesadilla –murmuré,
tirándome en el sofá que tenía.
-¿Sarah? –Asentí.- Dude, si llegara a verte así.
-No lo hará.
Mike suspiró, sentándose a mi
lado.
-¿Te rendiste?
Negué.
-Soy objetivo. Han pasado,
prácticamente, cinco días, y no hay noticias al respecto. Se la tragó la tierra
y dudo que vuelva.
-Billie, cinco días no es nada.
Ni siquiera sabemos a dónde se la llevaron.
Volví a negar.
-Existen los teléfonos.
-Quizás no la dejan llamar. Deja
de preocuparte. Tarde o temprano, volverá.
-No lo hará, y lo sabes. Mejor
hacerme rápido a la idea.
Mike no dijo nada. En el fondo
sabía que yo tenía razón, y no había nada que hacer al respecto. En todo caso,
si Sarah llegaba a volver, estaría tan feliz de verla que no me vería en ese
estado depresivo en el que me encontraba.
-No vas a tomar cerveza –musitó
él, repentinamente, despabilándome. Lo miré, haciéndome el desentendido, siendo
que en realidad, estaba más que molesto. ¿Acaso no podía emborracharme
tranquilo?- Sé que quieres hacerlo, pero te digo que no es una buena idea… -No
dije nada.- Piensa en tu madre: No merece más problemas.
Tenía razón… Pero realmente quería beber…
-No seré un problema… -repliqué,
intentando encontrar algún argumento que me sirviera para beber.
-Sí lo serás. Hablé con ella,
cree que te la has pasado inyectándote cosas…
Su tono de voz demostraba que
esto igual le preocupaba, por lo que lo miré alarmado.
-¿Le dijiste que no, verdad? –No
dijo nada.- ¡Mike!
-Le dije que no sabía –musitó-.
Deberías hablar con ella.
-¿De qué?
-De cómo estás. Mira, ahora está
en la cocina, puedes ir –me alentó.
Tuve muchísimas ganas de decirle
que se fuera a la mierda, que era una mala idea, que no tenía nada que decirle
y que, de una vez, me dejara tranquilo en mi jodida vida y me dejara beber.
Pero me di cuenta que eso no me llevaría a ningún lado, en especial porque me
acusaría, me retaría y demás… Y lo último que mi madre supo de mí fue que Tré
me secuestró a la casa de Ale el día anterior y que yo no había vuelto en la
noche. Fue por esto que me limité a asentir.
-Vengo en un rato –musité,
parándome y saliendo del garaje.
Así llegué a la cocina, donde mi
mamá se encontraba preparando el almuerzo.
-Hola –saludé, causando que ella
se volteara.
-Hola –respondió-. ¿Cómo estás?
-Bien, al final me quedé dormido
allá –contesté-. Mike dijo que estabas preocupada por mí.
Ella asintió, sin molestarse en
disimular su preocupación.
-¿Qué haces todos los días en tu
pieza? –inquirió.
Me encogí de hombros.
-Esperar que pase el tiempo,
intentar no pensar… -Mi madre despegó sus labios, como si fuese a añadir algo
más, por lo que la interrumpí.- No estoy usando drogas.
-¿Ninguna?
-Lo único que tomé fue un poco de
cerveza, y eso sólo fue ayer –respondí, honestamente. No es que no hubiera
pensado en fumar toda mi plantación, tomar todas las píldoras del botiquín y
comprarle cosas que pudiera aspirar o inyectarme a Jimmy, pero no lo había
hecho. Todo requería que saliera de mi habitación, y no me veía capaz de hacerlo.
-¿De verdad?
Revoleé los ojos.
-¡Sí! Ni que quisiera morirme.
Nuevamente, la idea se me hizo
más que tentadora, cuando recordé que muerto no podía estar con Sarah.
-Más te vale –murmuró mi madre,
devolviéndome a la realidad, abrazándome.
No hice nada interesante durante
el resto del día… Hasta la cena.
-Billie, ¿mañana tienes que ir a la Escuela por tus cosas?
Maldije en mi mente. Apenas sí
había pensado en mi expulsión, mucho menos había pensado en lo que me esperaba
al día siguiente. Vería al Director, me sermonearía y luego tendría que hablar
con toda la gente de mi curso con la que me cruzase, gente que, obviamente, me
pediría una explicación razonable respecto a lo acontecido en los últimos días.
-Sí… -fue todo lo que dije.
-¿Tengo que acompañarte?
Mi madre sonaba como si quisiera
ir. Negué.
-Tienes que volver al trabajo
–murmuré-. Si sólo voy a que me reten y a buscar cualquier cosa que se me haya
quedado.
No seguimos hablando del tema.
Al día siguiente, desperté
extremadamente temprano, y no fue por los nervios: Había soñado con Sarah y
tanta felicidad se me hacía demasiado innatural como para seguir durmiendo.
Tardé su tanto en notar las lágrimas de mis ojos, las cuales sequé,
rápidamente. Luego, decidido a lucir vivo
en la escuela, fui a levantarme. Tomé una larga ducha y luego volví a mi
habitación, a vestirme. No me había afeitado: Quería lucir como si la expulsión
hubiese sido lo mejor que me había pasado. Tras desayunar, fui al garaje, a ver
si Mike había despertado. Desgraciadamente, no lo encontré ahí. Supuse que se
había quedado con Claire. Suspirando, revisé la hora en su despertador: Siete
veinte. Me quedaba una media hora antes de tener que salir. Maldiciendo, fui al
living, donde me quedé viendo televisión hasta un cuarto para las ocho. Con
algo de suerte, ya habría gente en la Escuela cuando llegara…
No obstante, no tuve que esperar
tanto. Apenas dos cuadras más adelante, me encontré con Lau, quien, antes de
dignarse a saludarme, me abrazó. Iba a preguntarle qué ocurría, cuando ella
dijo las palabras:
-¿Cómo estás?
Realmente comenzaba a odiar esa
pregunta.
-Bien… ¿Todos saben?
-¿Lo de Sarah y tu expulsión?
Yep.
-Hice una mueca.
-¿Los de fuera de nuestro grupo?
Para mi desgracia, Lau asintió.
-Claro que ellos no saben que
tememos por tu vida.
Revoleé los ojos.
-¿Por qué nadie me cree que NO
quiero matarme?
-Porque te conocemos. –Despegué
los labios para interrumpirla.- No, escucha. Te conocemos, y sabemos lo
impulsivo que eres. Además, es más frecuente que los hombres se suiciden de
formas más impulsivas y brus…
-¡NO QUIERO MATARME!
Silencio.
-¿Impulso? –preguntó,
tímidamente.
No le respondí. La verdad, era
que sí había sido un impulso, el cual, obviamente, no había logrado controlar.
Fue por eso que simplemente comencé a caminar a la escuela. Suspirando, ella me
siguió.
-Y… ¿a qué vas?
Me encogí de hombros.
-El director quiere hablar
conmigo y tengo que vaciar mi casillero.
Sí, habían puesto casilleros
durante el año anterior. Mala idea, ya que mi tráfico había aumentado, pero eso
me convenía.
-¿Y tenías que ir a primera hora?
Volví a encogerme de hombros.
-La verdad no lo sé, pero supongo
que sí.
No hablamos más durante el resto
del trayecto, tras el cual llegamos a la escuela, donde ya se encontraban Ale,
Iris y Fran. Al parecer, la primera ya les había puesto al tanto de que tan mal
estaba, ya que ninguna me dijo nada respecto a Sarah.
-Qué suerte tienes de no tener
más clases –comentó Iris.
-Sí, justo te salvaste de un
ensayo gigante en español –añadió Fran, quien, en ese instante, se encontraba
sentada en una banca, leyendo un diccionario de Inglés a Español, atentamente.
-Yay –ironicé. No me sentía
afortunado en lo absoluto.
Al rato, llegaron Jimmy y Jesus.
No pude evitar notar el cómo Jesus me miraba, como tampoco pude ignorar la
mirada de reproche que su gemelo le lanzaba. Sin embargo, lo único que hice al
respecto fue acercarme más a las chicas.
En el mismo instante que Mike y
Claire llegaban, el timbre sonó. Los acompañé a la sala y, sin más preámbulos,
fui a la oficina del Director.
-Adelante –dijo su voz, al oírme
tocar la puerta.
Repitiéndome mentalmente que no
tenía que estar tan nervioso, entré.
-Hola –saludé, tímidamente.
-Oh, Armstrong, no creí que
vendrías tan temprano –me saludó él, señalando el asiento que había frente a su
escritorio-. Siéntate.
Obedecí, ahorrándome los
comentarios de lo raro que me parecía que me tratara por el apellido y me
tuteara al mismo tiempo.
-Probablemente te preguntas el
porqué quería hablar contigo.
-Supongo que para ver bien lo de
mi “partida” de la escuela.
Él asintió.
-¿No te has arrepentido?
¿Arrepentirme? En casi una
semana, era de lo único que había estado seguro. Yo quería ser músico, la
escuela no me ayudaba en lo absoluto. De hecho, ocupaba ocho valiosas horas de
mi día, en las que, perfectamente, podría componer. El único verdadero motivo
por el cual seguía yendo era Sarah, y ella ya no estaba. Fue por esto y por
otras razones, que no vacilé al responder con un simple:
-No.
El hombre asintió.
-Perfecto… Firma aquí.
Me tendió un formulario, bastante
simple, que sólo decía “Yo, Billie Joe Armstrong, comprendo que no participaré
en ninguna actividad del Establecimiento de aquí en más”. Tomé el lápiz que me
tendía con su otra mano y firmé.
-¿Mi apoderado no debe venir?
El director negó.
-Ya eres mayor de edad.
Asentí. Silencio.
-¿Algo más?
El Señor Oakley asintió.
-Si te pillamos vendiendo drogas
nuevamente, deberé llamar a la policía, para que ellos se hagan cargo.
Reí, levemente. Ni siquiera había
pensado en eso.
-Ok, ¿eso es todo?
El hombre negó, ahora con una
mirada un tanto ansiosa.
-Para estas alturas, ya debes
saber que soy el padre de los gemelos Oakley.
-Sí…
-Lo que no sabes es que realmente
mantengo un ojo en ellos.
Hizo una pausa, como esperando
que yo añadiera algo al respecto. Al ver que no lo hacía, prosiguió, en un tono
de voz más nervioso y más ansioso.
-Sé que eres amigo de ambos, por
lo que necesito que me respondas. ¿Es Jesus…?
Se calló.
-¿Es qué? –lo insté, pese a estar
seguro de cómo continuaba la oración.
Suspiró.
-¿Es mi hijo gay?
Fui yo quien suspiró esta vez.
Desde nuestra relación, Jesus no había vuelto a salir con ninguna mujer.
Después de Syd, había estado con un sujeto, cuyo nombre no puedo recordar, y
luego había salido con un tipo gigante llamado Dan, que me aterrorizaba. Nunca
supe si realmente me miraba con odio o si era sólo mi idea. Actualmente, se
encontraba soltero, pero no era de extrañarse si se sabía que se había
besuqueado con algún tipo en el Gilman.
-Lo siento, señor, pero no soy yo
quien debe responder esa pregunta.
-¿Es ese un sí?
No negué ni asentí.
-Usted los abandonó. Si quiere
respuestas, debería hablar con él y solucionar todos sus conflictos. No
obstante, comprendo el que Jesus no quiera compartir su vida amorosa con usted.
Me miró molesto.
-Tú no tienes idea del porqué me
fui.
-Sí la tengo. Su hijo me lo dijo:
No pudo con el alcoholismo de su esposa y, en vez de ayudarla, se fue.
El hombre negó.
-No, Armstrong. No tienes idea…
Súbitamente, se puso de pié, lo
cual me asustó su tanto.
-Y es mejor que no te acerques a
ellos, ¿me escuchaste? Sarah no es lo único que pueden quitarse.
Lo miré extrañado, conteniendo la
puntada de dolor que sentía cada vez que alguien la nombraba.
-¿De qué mierda habla?
Pero era muy tarde. El hombre ya
me había abierto la puerta de la oficina, tras la cual se encontraban el
profesor de educación física y el de música. Ambos discutían bastante
últimamente, más que nada por los presupuestos, por lo cual no me extrañó
verlos ahí.
-De inmediato los atiendo –dijo
Oakley-, Armstrong ya se iba.
Sin otra opción, salí de la
oficina. Les hice una seña de despedida a los profesores y me fui, en dirección
a los casilleros. Varios minutos después, de vuelta a mi casa con todas las
cosas (ni siquiera las había mirado, simplemente las metí a la mochila que
había llevado), las palabras del director aún resonaban en mi cabeza. ¿Qué
quería decir con que Sarah no era lo único que podían quitarme? ¿Y de quiénes
hablaba? ¿Acaso Jimmy y Jesus podían tener algo que ver? ¿Acaso la advertencia
del director sí tenía sentido?
¿Acaso nunca iba a volver?
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