Billie y Jenny seguían sentados en la cama de la habitación, demasiado anonadados como para decir o hacer algo. ¿Quién había dejado ahí ese papel y porqué?
-¿Quién tiene acceso a la habitación? –preguntó Billie al fin.
-Sólo las que limpian –musitó ella-. A menos que alguien se haya dado el trabajo de robar una copia de la llave sin que lo descubran y escabullirse hasta aquí durante la hora en la que estuve fuera.
Billie se recostó en la colcha de la cama, intentando pensar.
-El psicópata que nos llama –musitó, repentinamente-. Él dijo que iba a tener compañía; quizás no se refería a ti después de todo.
Ella asintió, de acuerdo con las palabras de su amigo.
-¿Qué haremos? –preguntó ella- Algo me dice que ir a la policía no es una opción.
-Tendríamos que grabar alguna llamada y mostrarla –musitó él-. Aunque… ¿No te ha dado la impresión de que escuchan y ven todo lo que hacemos?
Ella sonrió, amargamente.
-Más nos vale que no, porque… Bueno, si es así, nos han visto en cosas bastante feas.
-Dudo que les importe –musitó-. ¿Qué hora es?
Jenny revisó la hora en su celular.
-Un cuarto para las doce –contestó-. ¿A qué hora tienes que volver?
-Antes de las dos. Lo que quiere decir que puedo llegar a las tres sin problema –dijo él, con algo de risa-. ¿Por qué?
Ella negó, sin mirarlo a la cara. Billie, al comprender los pensamientos de la pelirroja, sonrió, se le acercó y la besó, intensamente.
-¿Retomamos? –preguntó él, con una depravada sonrisa.
Jenny rió levemente y le devolvió el beso.
Iban a continuar en lo suyo, cuando el celular de la mujer comenzó a sonar.
-No contestes –susurró él, con su boca muy apegada al cuello de la mujer.
-Tengo que hacerlo –musitó ella, separándose.
Revisó la pantalla y se encontró con que era Joey. Suspirando, se separó de Billie, se puso de pié y contestó. Habló con su esposo un rato y luego se dejó caer en la cama, un tanto apagada.
-Me bajó la culpa –dijo, en respuesta a la intriga con la que Billie la miraba-. No puedo hacerle esto a Joey.
Billie asintió y la rodeó con un brazo.
-Te entiendo –susurró, pensando en Addie por primera vez en el día.
El hombre iba a intentar algo de todos modos, cuando tocaron la puerta. Ambos intercambiaron una sobresaltada mirada al instante.
-Escóndete en el baño –susurró ella, poniéndose de pié de un salto, mientras arreglaba rápidamente la cama.
-Ok –dijo él, parándose rápidamente, sin importarle donde caía el papel que habían encontrado en la cama.
Jenny se arregló un poco la ropa y el cabello antes de dirigirse a la puerta. Se sorprendió al encontrarse con el alto, delgado y rubio bajista del otro lado.
-¿Mike? –inquirió ella, sorprendida- Q... ¿Qué haces aquí?
Obviamente, Billie estaba más que atento desde el baño. En su mente, maldijo. Lo más seguro era que Mike iba a interrogar a Jenny acerca de ellos.
-¿Podemos hablar? Hay algo que hemos estado postergando un buen tiempo –musitó él.
Ella asintió, comprendiendo que se refería a lo que había pasado hacía nueve años. Le indicó que se sentara en la cama y también se sentó.
-¿Por qué se lo contaste a Billie Joe? –preguntó ella, yendo directo al grano.
Él suspiró.
-Por la culpa. Tú y yo sabemos lo sobreprotector que Billie es contigo –musitó Mike.
Desde el baño, Billie miraba extrañado por la pequeña rendija que había dejado en la puerta. ¿Se notaba? ¿Acaso era tan obvio lo que sentía? ¿Cómo era que Jennifer nunca se había dado cuenta?
-¿Pudiste contárselo y no pudimos conversarlo entre nosotros? –inquirió ella, con una amarga sonrisa.
-Es como mi hermano, ¿qué quieres que te diga? –dijo él, con una sonrisa similar a la de la joven- En todo caso, ¿podemos dejarlo atrás? Porque estoy seguro que no pasó nada.
Jenny sonrió, ahora auténticamente.
-Por supuesto –dijo, con una sonrisa.
Silencio.
-Aquí entre nos... ¿Pasó algo entre tú y Billie después del bar o no? –preguntó Mike, varios minutos después, sin lograr contenerse.
Mierda, Mike, ¿acaso ya no se puede confiar en ti? pensó Billie, desde el baño.
-No –mintió ella. Él alzó una ceja-. De verdad.
Mike parecía estar a punto de replicar algo, pero la puerta se abrió sin ser tocada.
-¿Se juntan sin mí y sin Billie? Esto está mal –escuchó Billie que decía Tré.
-Y tú ibas a juntarte solo con Jenny de todos modos –dijo Mike, con una sonrisa que pasaba por real-. Los dejo, dudo que quiera estar en una conversación de chicas...
-Ja, ja, ja, muy gracioso –masculló Tré, fingiendo molestia.
-¡Era broma! –exclamó Mike- Siempre lo es, y lo sabes.
-Más te vale –dijeron el baterista y la escritora al unísono, a la vez que el bajista salía de al habitación.
Billie miraba ansioso. ¿De qué hablaría Tré con Jenny? Nunca se había cuestionado de qué hablaban ellos cuando quedaban solos. Sabía que Tré era el confidente de la pelirroja, por lo que se sintió más curioso de lo usual.
Menos mal no soy gato pensó, irónicamente.
-¿Qué te trae por aquí, Tré? –preguntó ella, volviendo a sentarse, ya que se había parado a asegurar la puerta de la habitación.
-Nada especial, conversar. –Billie alcanzó a notar cómo Jenny alzaba una ceja.- Bueno... ¿Te siguen llamando?
-¿No que no era seguro hablar de esto fuera de tu sótano? –preguntó ella, ignorando lo paranoico que había sonado eso.
-Dudo que te hayan seguido hasta Londres. –dijo él. Ella volvió a alzar una ceja.- Eso y que aquí no hay ninguna red infiltrada; revisé.
-¿Cómo...? –comenzó a preguntar ella.
-Eso no importa ahora, ¿te han seguido llamando o no?
Jenny asintió. Tré maldijo.
-¿Billie sabe que tu padre dijo que andan detrás de él o no? –preguntó el baterista, alarmado.
Billie abrió mucho los ojos, atónito. ¿John habló con Jenny para advertirle que andaban detrás de él? ¿Qué ocurría? ¿Y por qué la pelirroja no se lo había dicho? Tuvo que, dificultosamente, contenerse de ir a exigir una explicación; ya la tendría más tarde.
-No, aún no se lo he dicho –musitó ella, quien sonaba un tanto incómoda-. Es decir... ¿Cómo le digo que los que me llaman no están interesados en mí, sino que en él? –Tré asintió, concordando con ella.- Ahora... ¿Por qué quedaste tan decepcionado cuando supiste que entre yo y Billie no había pasado absolutamente nada?
-Porque nos estaban mintiendo descaradamente –respondió él-. Si van a ser amantes, está bien, cosa de ustedes, pero al menos dígannoslo.
Billie se sintió sobrecogido. ¿Cómo lo sabía?
-¿De qué...?
-No me mientas, Jennifer –la cortó él-. Se que se acostaron esa noche, como también sé que se acostaron anoche y que estaban a punto de hacerlo hace un rato, además de saber que Billie está escondido en el baño y que ese papel que está dado vuelta ahí es una copia de la inscripción de la tumba de Jim Morrison.
Jenny lo miró entre asustada y sorprendida, a la vez que Billie salía del baño, extrañado.
-¿Cómo...? –empezó.
-Digamos que tengo una informante –musitó él.
-¿Estás relacionado con estos tipos? –inquirió Billie, señalando la hoja de papel- ¿Y cómo que van detrás de mí?
Tré negó.
-Yo no estoy relacionado. Como ya les dije, tengo una informante. No me quiere dar más detalles, sólo sé que los escuchan y observan a cada segundo y que los están siguiendo a los dos –respondió él-. Eso de que van detrás de ti lo supe por Jenny, quien lo supo por John, quien lo supo por... Bueno, no sé por quién.
Billie tiró a Jenny de la mano, alejándola del baterista, asustado.
-¿Quién mierda es tu informante? –inquirió Billie.
Tré sonrió amargamente, revisando su reloj.
-Me quedan... dos minutos antes de que restablezcan el sistema –susurró, más para sí que para sus amigos-. Esta gente es peligrosa, no está jugando. Tienen cámaras en todos los lugares que frecuentan, desde sus hogares a tiendas varias. Creo que hay una en el Milton Keynes. –Se puso de pié y se acercó a la puerta- Les aconsejo que sigan abrazados fingiendo que no hacen nada o algo así, porque si no mi informante corre peligro...
Abrió la puerta.
-Tré, mierda, ¿quién es? –inquirió Jenny, desesperada.
Tras revisar su reloj, el baterista se volteó.
-Mi hermana –respondió, sinceramente, en un tono bajo de voz.
Sin más, cerró la puerta, con él afuera.
Mierda pensaba Billie, mientras abrazaba a Jenny y se recostaba en la cama, con ella a su lado, aparentando que nada había ocurrido.
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