Rest One of these days Simple Twist of Fate I'm not tere Suffocate Rotting Suffocate? Dearly beloved Hold On Wake me up when September ends Good Riddance (Ridding of you) Cigarettes and Valentines
Prólogo

jueves, abril 28, 2011

Rest - Capítulo Seis: Primera pieza.


En toda película decente en la que haya un momento tenso o clímax, la música suele subir su volumen, enmudeciendo todo lo demás. Si, además, encontramos en el filme a un protagonista que ya está perdiendo la poca razón que le quedaba, es probable que veamos cómo los recuerdos se sobreponen los unos a los otros, rápidamente, creando un momento más que confuso, para concluir con un grito o un golpe de parte del personaje. Eso era lo único que pensaba mientras abría la puerta principal de mi casa: En cómo mi mente me enloquecería en cuestión de segundos, al tiempo que millones de melodías se crearían en mi cabeza, para mezclarse en una única y potente rapsodia, que sonaría una vez y nunca más, mas sin nunca ser escuchada por los oídos de ningún ser humano.
Fue exactamente eso lo que no pasó.
Fue la primera vez, la primera vez en muchísimo tiempo (me atrevo a aproximar que la primera vez en más de veinte años) que sentí cómo todos mis pensamientos se apagaban, poco a poco, para acabar en el total silencio. Supongo que lo que sufrí fue un shock mental o algo así mientras atravesaba el vestíbulo, ya que no pensé absolutamente nada. Ni un recuerdo, ni una opinión, ni una idea, ni un comentario… Nada de culpa, nada de pesares, nada de tristeza… Me agradó la sensación: Era un entumecimiento mental absoluto.
Sin pensarlo plenamente, comencé a considerar la idea de recostarme en uno de los sofás, a disfrutar el silencio. Es decir… Para mí es imposible quedarme “en blanco” (siendo este el mayor sospechoso de mi insomnio), debía aprovechar la oportunidad, ¿no? Lo más cercano que había estado a esto…
Cerré fuertemente los ojos. Un único pensamiento se reactivó, de forma brusca: Lo más cercano a esto que había vivido eran los momentos con Addie… Solos, Addie y yo… Completamente solos, en calma, paz… En un silencio casi absoluto…
Fue así que, al igual que parecía ocurrir con todo lo que me hacía sentir bien, o, al menos, ligeramente cuerdo, el silencio desapareció. Fue tan brusca la vuelta de las “conciencias”, los pensamientos, los recuerdos y los sentimientos que llegué a sentir cómo el piso daba vueltas…
-¡Concéntrate! –me regañé.
Al igual que habría ocurrido en la película que estaba imaginando al entrar, había intentado gritar… Mas sólo conseguí un susurro. Pero eso bastó. Conseguí recordar a lo que había ido y lo que tenía que hacer: Encender el timbre, activar el teléfono, llamar a Tré y comenzar la inspección de la pieza matrimonial. Repitiéndome eso una y otra vez, me dirigí al timbre.
No me costó nada arreglar el desastre que había hecho. Creía que había sido peor, mas, únicamente, había intercambiado dos cables de lugar. Los arreglé. Sin más, me dirigí al teléfono que había junto al sofá, teléfono que estaba descolgado. De esa forma, todos los llamados pasaban directamente a la contestadora, causando que la gente creyera que estaba ocupado y que yo pudiera escuchar sus mensajes y pésames sin mandarlos a la mismísima mierda. Suspirando, colgué el teléfono, tras lo que respiré profundamente. Sólo me quedaba llamar a Tré, tras lo que me iría al segundo piso y….
Negué. No podía distraerme. Concentrado, volví a descolgar el teléfono, pero esta vez era para utilizarlo. Lentamente, marqué el número de Tré…
Quien contestó al instante.
-Menos mal llamaste, estaba a punto de salir a ver si estabas vivo –farfulló, rápidamente-. ¿Cómo estás?
-Bien, no he colapsado –mentí. Si eso no era una especie de colapso, no sabía qué era uno. Me senté en el sofá-. Creo que revisaré la contestadora y me dedicaré a limpiar o algo.
-Ok…. Te voy a buscar en una hora, como acordamos –musitó-. Cualquier cosa, me llamas.
-De acuerdo.
Colgamos. Me restregué los ojos, intentando no distraerme en idioteces. Debía subir, revisar qué era lo manchado y limpiar… No sin antes tomar fotos de la escena, para poder corroborar mis recuerdos.
Me puse de pié. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Lo ignoré. Suspirando, me dirigí a la escalera. Me sentía incapaz de subirla… Los dieciséis peldaños se me hacían demasiados, dudaba que mis piernas pudieran con ellos. Apenas sí había logrado caminar sin caerme, ¿cómo esperaba subir todo eso?
Negué. Debía lograrlo. Debía llegar arriba para poder averiguar qué pasó… Era la única forma que se me ocurría de quedar en paz conmigo mismo… Debía saber qué le pasó a Addie.
Puse un pie en el primer peldaño. Respiré profundo y elevé el resto de mi cuerpo al segundo peldaño, donde apoyé mi otro pie. Me afirmé a la baranda. Todo seguía dando vueltas, lo que me tenía harto.
-Tú puedes hacerlo –murmuré, dejando que las palabras fluyeran por mi cuerpo-. Tú puedes.
Así, infundiéndome fuerzas cada dos peldaños, logré llegar al segundo piso, donde me dejé caer de rodillas. El esfuerzo mental había sido demasiado, por lo que tuve que quedarme ahí por unos momentos para “reponerme”. Luego, me paré, afirmándome en una mesita que había en el pasillo. Tuve que quedarme apoyado un poco para poder pensar.
Suponiendo que pudiera entrar a la habitación matrimonial, el olor a sangre debía ser demasiado. O al menos lo suficientemente fuerte como para hacerme vomitar o darme náuseas. Debido a ello, me dirigí al cuarto de Joey. Si mi memoria no fallaba, había abierto un pescado en el colegio, para lo que había llevado mascarillas… Y había dejado unas cuantas en su cuarto.
Suspiré aliviado al darme cuenta que mi memoria no fallaba. Tomé una mascarilla y me la puse. Estuve a punto de salir de la habitación cuando vi la cámara digital. Decidiendo que era mejor tomar fotos para recordar el lugar, la guardé en mi bolsillo. Intentando no pensar con qué me encontraría ni qué sentiría, salí de la habitación y me dirigí a mi cuarto, cuya puerta abrí, rápidamente, temiendo arrepentirme.
La habitación estaba bastante oscura y estaba seguro que, de haberme sacado la mascarilla, olería a encierro y polvo. Aprovechando el hecho de estar sufriendo otro shock mental (es decir, no pensaba nada), atravesé la pieza, a paso rápido, para llegar a las cortinas, las cuales abrí, permitiendo a la luz inundar el lugar.
Ya estaba ahí. Sabía lo que tenía que hacer. Lentamente, me volteé, para mirar el lugar en el que me la había encontrado.
En mi mente, el tiempo se detuvo, y el lugar desapareció. Lo único que había en mi “universo” éramos yo y la alfombra redonda que había a los pies de la cama, alfombra manchada en sangre. Me extrañé al darme cuenta que sólo había sangre en ella. Era como si Adrienne hubiera planeado morir ahí para ahorrarme el trabajo de limpiar. Pero eso no importaba ahora. Seguía sin pensar nada, por lo que mi mente estaba más despejada y clara que nunca. Concentrándome, me permití pensar una única cosa: Tomar fotos, abrir la ventana, revisar la contestadora y enrollar la alfombra. Si me concentraba únicamente en esas cosas, no me acordaría de otras. No debía pensar ni en lo que había antes ni después de esas acciones, sólo debía pensar en ellas…
Y eso hice: Tomé varias fotos, desde distintos ángulos, tras lo que abrí la ventana al máximo, dejando que el aire entrara por primera vez en dos semanas…
Dos semanas…
Negué, rápidamente. No podía dejarme caer en los pensamientos… Por mi bien, salí del cuarto, sacándome la mascarilla…
Al mismo tiempo que el teléfono comenzaba a sonar.
Como me encontraba en el segundo piso, tuve que correr al cuarto donde teníamos la computadora principal de la casa, donde tuve que mover muchos papeles para encontrar el teléfono de ese piso.
-¿Aló? –contesté.
-Gracias al cielo, al fin contestas el teléfono…
Tal parecía que no tendría que revisar la contestadora.
-Hola, mamá –murmuré, dejándome caer en la silla frente al equipo, el cual prendí; tenía que pasar las fotos antes de que alguien más las viera y pensara que tengo problemas serios-. ¿Cómo has estado?
-Yo no importo en éste instante, estoy bien como siempre. ¿Cómo estás tú? –masculló ella, comenzando en un tono brusco para terminar en uno un tanto más amable.
Suspiré.
-Bien, ya estoy bien –mentí, agradeciendo que no pudiera verme en ese instante. Estaba seguro que estaba más pálido que la mierda-. ¿Cuándo vienen al final?
Ella rió, irónicamente.
-Revisa tu contestadora más seguido, hijo. Llegaremos hoy a las tres –me contestó.
¡¿A LAS TRES?!
-Lo siento, me quedé donde Tré por unos días –murmuré, pensando cómo hacer para que todo estuviera decente en menos de seis horas-. Me devolví acá anteayer, pero eran muchos mensajes para revisar.
No dijo nada. Supuse que me había dejado, fácilmente, unos veintitrés mensajes.
-Entonces… ¿A las tres?
-Sí… Vamos yo, Anna, David, Marcy y Alan –respondió la mujer-. Hollie dice que lo siente mucho, pero que uno de sus hijos está enfermo, sospechan de influenza humana…
-Llámala de mi parte y dile que está bien –musité, calculando cuánto tardaría en limpiar los cuartos necesarios solo. El resultado de mi cálculo no me agradó en lo absoluto-. Ok, voy a terminar de ordenar los cuartos, adiós.
Colgué. Rápidamente, marqué el número de Tré.
-¿Qué pasó? –me preguntó, histérico.
-El clan llega hoy a las tres –respondí, rápidamente-. Tengo que limpiar todo y parecer que he estado aquí por tres días…
-Ok, llamaré a Mike, yo voy de inmediato con Joey y Jake… Quizás lo consigamos entre todos –farfulló.
-Gracias.
Sin más, corté y me dirigí de vuelta a mi habitación, cuya puerta había dejado cerrada. Suspirando, la abrí.
Para mi desgracia, el shock había desaparecido… Por lo que bastó con ver la alfombra para recordar a Adrienne yaciendo en el suelo, con el cuchillo en la mano derecha, con gran parte de la sangre bajo el mismo brazo.
Mano derecha...
Fue ahí que comprendí:
Adrienne era diestra, por lo que, obviamente, tenía más fuerza y control en la mano derecha. Así que, para cortar su muñeca derecha con tanta fuerza como lo había hecho...
Primera pieza: No estaba sola. Alguien le había ayudado. Alguien había cortado su muñeca derecha con toda la fuerza necesaria, encargándose de que el cuerpo estuviera perfectamente acomodado en la alfombra para que la sangre no se saliera de ahí.
No estaba sola…
Sí fue un asesinato.

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